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El retorno de Dios

Marcelino Agís Villaverde

Marcelino Agís Villaverde

La vida en la tierra siempre me ha parecido un milagro de tal magnitud que todas las teorías científicas se me antojaban insuficientes sin incorporar la idea de Dios. La extremada complejidad del ADN y, a la vez, su delicada factura; las incógnitas abiertas por la teoría del big bang sobre el origen del universo; la irreconciliable disyuntiva que obliga al ser humano a elegir entre el bien y el mal, son cuestiones sobrecogedoras porque nadie tiene la última palabra sobre ellas.

Me intriga también que la religión haya sido aceptada por la Antropología actual como un “universal cultural”, por ser una cuestión que está presente en las culturas de toda la tierra, sin importar la época de su desarrollo.

Los avances científico-técnicos del siglo XX y del actual siglo XXI nos han deslumbrado hasta hacernos creer que el tiempo y la eternidad, el origen de la vida, el principio y fin del universo son temas exclusivamente científicos y no teológicos o metafísicos. No menos han contribuido a descartar la idea de Dios como hipótesis explicativa las filosofías nihilista y materialista. Pero, lo cierto, es que Nietzsche ha muerto, Marx ha muerto y la ciencia sigue sin poder explicarlo todo.

Ni siquiera las llamadas “tres humillaciones” del hombre moderno, protagonizadas por Copérnico y la teoría heliocéntrica; Darwin y la teoría evolucionista; y Freud y la teoría del subconsciente, van en contra de la existencia de Dios, todo lo contrario. Descubrir la grandeza del universo y a su lado la de la propia existencia humana nos invita a mirar hacia lo alto y hacia lo más hondo de nuestro ser.

Por ello, creo en el retorno de Dios al pensamiento occidental como hipótesis explicativa de los muchos e insondables misterios a los que no ha llegado (ni se le espera) el conocimiento científico, técnico y humanístico. Solo hace falta un poco de honestidad intelectual para reconocer nuestros límites y, por supuesto, dejar atrás nuestros prejuicios y el temor al qué dirán. Más pronto que tarde aprenderemos a buscar las respuestas a las preguntas que nos inquietan, aunque por otros caminos.