{ OPINIÓN }

Inocentes hay en todo tiempo

Pilar Alén

Pilar Alén

ZOMBIS, brujas y esqueletos han asomado estos días por todas partes. Hartos estamos de sangre pintada y huesos de santo. Empalago visual y estomacal. Prefiero los fantasmas. Semejan más simpáticos y, en cierto modo, son más familiares. ¿Quién no se ha hecho una idea imaginaria de sí mismo, de una persona o de una situación acorde o discorde con la realidad? Hemos oído que la imaginación es la “loca de la casa”. Incluso atribuimos la frase a la santa de Ávila, pero ¿sabemos de dónde procede y qué significa? Del Libro de la Vida, cap. 17: ahí la cita.

Inocentes hay en todo tiempo

Inocentes hay en todo tiempo / Pilar Alén

¿Vida? Retumban los ecos de miles de seres que lloran impotentes al verse inmersos en batallas sin tregua. Sufren –sufrimos– todos, pero especialmente esos niños que no se disfrazan, ni comen castañas ni buñuelos.

Me recuerdan a los Santos Inocentes y a que en el Museo de la catedral hay un relieve centrado en su matanza, datado por la indumentaria de un soldado no identificado. Pueden desfilar ante él: imagínenlo cual modelo de pasarela de Zara Halloween collectionMan. Fíjense en la elaborada factura de su ropa y en sus mallas. Parece que va a la Carreira Pedestre Popular de Santiago. Nada que ver con los de Israel o Gaza.

Ya puestos, vayan al Pórtico de la Gloria para refrescar la memoria. En la arquivolta central, los 24 Ancianos del Apocalipsis afinan sus instrumentos y portan extrañas redomas de variados significados. ¿Serán, como dicen, “cabazas”? No sería de extrañar. Tan agraciada fruta abunda en Galicia y ha sido utilizada en la música tradicional por nuestros antepasados. Al golpear su tensa piel (una vez vaciada y secada) emiten sonidos que tanto sirven para “arrolar” a los niños como para acompañar un rítmico canto o baile. En los caminos –como cantimploras– también eran usadas por los peregrinos.

Una pieza conservada (la citada masacre), una obra restaurada (el imponente tímpano) y un santuario rehabilitado. Momento es de dar las gracias y felicitar a los que velan por ese preciado templo. Con razón recibieron la Medalla de Honra de la RAGBA.

Pero no se duerman en los laureles y sigan el recorrido. Capillas funerarias con sepulcros episcopales –la de Lope de Mendoza o la del Sancti Spiritus– dejan en medio la joya de la corona: la lápida mortuoria de Teodomiro, Obispo de Iria Flavia. Una visita diurna no es tan aconsejable como una nocturna. Esta no causa miedo en medio del silencio.

Vayan al claustro. Verán un oscuro cielo donde brilla la luna llena. Ni un ruido ni un cohete en el horizonte. No se vislumbra ni destrucción ni muerte. Algún runrún sí queda: es el de los niños que por encima de las tumbas al fútbol y a las canicas jugaban. Hoy son padres responsables que detestan la guerra y sueñan con un buen futuro para sus hijos, tengan la edad que tengan y piensen como piensen. A coro se arrepienten de haberlo hecho y por ellos y sus familias dicen eso de: “Puedo prometer y prometo ...”.