BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Sobre el acto de leer un libro

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

ES POSIBLE que las redes sociales hayan alimentado nuestros egos, siempre dispuestos a engordar. Contar lo nuestro, por banal que sea, con sus fotos (incluyendo las comidas en el restaurante de moda, o en el del barrio), no es un acto artístico, pero tiene algo de ese egocentrismo que nos nutre aparentemente sin riesgos, y que nos permite la tecnología: hablar de nosotros mismos y constatar que otros nos ven, aunque sea por accidente.

Bien, cualquier escrito quiere ser leído. Desde una novela a un tuit. Hay un peligro en considerar que el número de visitas, o de seguidores, debería ser contemplado como una marca de calidad. Pero, desde el punto de vista comercial, puede entenderse. A más visitas, más seguidores, así, que, probablemente, más visibilidad. En el mundo editorial, del que algo sé, esto funciona. Muchos escritores noveles (de momento, con uve) alcanzan la publicación bajo un sello relevante porque antes acumularon gran popularidad en las redes.

Pero hay escritores que se niegan a manejar esos recursos, aunque pudieran hacerlo, argumentando que ellos, por edad, no pertenecen a las generaciones digitales (qué pensar de los que hasta hace poco escribían a máquina, como creo que hacía Javier Marías). Otros se apuntan para sentir, dicen, la cercanía de los lectores, que a veces quieren confrontar opiniones directamente con el autor (algo que, tal vez, no harían con un ingeniero o un arquitecto). Bueno, todo esto es opinable. Alguno se ha atrevido a expresar cosas como esta: no tengo nada que contar al lector, salvo mi novela. No quiero ir más allá.

Vivimos la edad de la aparente interconexión. Aparente, porque, a veces, los que manejan las redes sociales no son las figuras conocidas (y celebradas) que pensamos, sino ayudantes, secretarios, o equipos profesionales a tal efecto. Otros toman ora la espada ora la pluma para colocar de vez en cuando el tuit de autor, sea lo que sea, como el chef que firma el plato, y levantar un poco de polémica que anime el cotarro. Bueno, en su derecho están. No descarten que un tuit pueda mover más clientela que la novela misma, lo mismo que un eslogan es muy capaz de vender muchos litros de colonia.

Antes de las redes sociales, hubo autores que hicieron de la vida un argumento literario (otros, en cambio, eran invisibles), y, también en otro tiempo, la mala vida, la bohemia, incluso la mala fama ganada a pulso, provocaban una gran atracción social. Todos querían poner un maldito en su vida, incluso en su familia, y enseñarlo. El artista tenía, como los dioses, acceso a lo mágico, a lo prohibido, a la luz y a las sombras. En nuestro tiempo, el escritor ha de pensar qué puede y qué no puede escribir. Si no es censura, tal vez se le parece demasiado. Por unos u otros motivos, cada día se prohíben varias novelas en bibliotecas e instituciones de todo el mundo. Incluyendo bien renombradas democracias. ¿No les parece algo pernicioso?

Quizás salir al campo abierto de las redes convierte a los escritores en seres domesticados. La autocensura lo daña todo, especialmente la libertad, pero es síntoma de una atmósfera viciada (y no sólo del puritanismo galopante).

Recientemente cayó en mis manos un informe sobre la lectura (el de 2017), que publica anualmente la Federación de los Gremios de Editores de España. El documento cuenta con dos artículos introductorios, uno de Alberto Manguel y otro de Darío Villanueva. Difícil pensar en dos figuras más autorizadas para hablar de la lectura… Villanueva concluye en ese artículo, siguiendo las investigaciones de David Nicholas, del University College de Londres, que los jóvenes de hoy “están perdiendo la capacidad de leer textos largos, y de concentrarse en la tarea de absorbente de leer un libro”. Ese es el problema, en mi opinión. Todo va a una velocidad excesiva que la lectura no permite. Todo se reduce a frases sueltas, a textos breves sin matices ni hondura. Muchos ya no resisten el acto lento y profundo de leer. No quiero reducirlo al problema de las redes, pero creo que deberíamos hacer algo ya.