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El éxito y el fracaso son hermanos

Jesús Baleato

Jesús Baleato

Del éxito al fracaso solo hay una línea estrecha. Varía de unas personas a otras. La psicología del éxito y el fracaso explora cómo las actitudes, creencias y enfoques psicológicos influyen en nuestra capacidad para alcanzar objetivos y manejar desafíos. Mente y logros en la intersección revelando cómo nuestras percepciones y comportamientos son determinantes en los resultados. Es perder y es ganar, pero también la forma en cómo se hace, según las perspectivas y según las consecuencias. Un buen ejemplo son los partidos de estos días entre madrileños. Hubo éxitos y fracasos interpretados de forma diferente. Hay fracasos beneficiosos.

El éxito se refiere al logro de metas, objetivos o deseos personales que son significativos y satisfactorios. El éxito puede involucrar logros en áreas como el trabajo, el juego, la educación, las relaciones personales, la creatividad y el bienestar emocional. La definición de éxito varía de persona a persona y no se limita necesariamente a factores externos, como el reconocimiento público o la riqueza material.

La psicología explora cómo las percepciones individuales del éxito y el fracaso pueden influir en la autoestima, la autoeficacia, la resiliencia y el bienestar general de una persona. Son hermanos. No es un juicio sobre el valor de una persona y puede verse como una oportunidad para aprender, crecer y mejorar. La psicología del fracaso se centra en cómo las personas manejan y se recuperan de las experiencias, así como en cómo utilizan esas experiencias para impulsar el crecimiento personal y el éxito futuro.

Tengo muchos años en el fútbol y mi pasión sigue intacta, tal vez sea eso lo que me mantiene en primera línea y me permite superar los dos mil partidos en los banquillos. Todo ello no me impide ver que las formas de entrenar de dirigirse y de interpretar el juego van cambiando y como la psicología lo va interpretando. Los entrenadores siempre tuvimos psicología, para tratar al jugador, para alinear al jugador, para convencer al jugador. Cierto que ahora aparecen profesionales específicos para este tema, para esta parcela, pero el propio entrenador es un psicólogo en potencia que dirige, aconseja, estimula, serena y entiende la mente del deportista y las condiciones para interpretar los sentimientos, la forma de competir y el modo de vida de los jugadores. El futbolista está constantemente creyendo en sí, enfrentándose cada día a los retos que se le presentan a sí mismo. El jugador tiene que estar constantemente creyendo, manejar y convivir con la presión, con la frustración de perder, con el cansancio, el dolor y la derrota. El problema está en que muchos deportistas no son conscientes de la situación y todo tiene fecha de caducidad. Al final, son personas que tienen que estar enfrentándose cada día a los retos del día a día.

La mente debe convivir con la presión que conlleva la actividad competicional. La mente del deportista es optimista por naturaleza, es tremendamente ambiciosa, creativa e imaginativa para adatarse a los cambios y conseguir habilidades que ahora se necesitan para superar las situaciones y la marcha que ofrecen los distintos campeonatos.

Los triunfos y los tropiezos, así andamos entre reflexiones y aprendizaje, todo entrelazado en la vida y en la competición. Aprender de los errores y tomar nota de las valiosas lecciones que nos van brindado para poder adaptarnos a las circunstancias, encontrar soluciones y así mantenernos fuertes cuando aparezcan los tiempos difíciles y sin triunfos. Los tratados del tema dicen no que debemos ver los errores como fracasos, hay que considerarlos oportunidades de aprendizaje. Cada desafío superado te brinda valiosas lecciones. Lo importante es el aprendizaje que nos llevamos cuando eso sucede y cómo reaccionamos.