GLOBAL-MENTE

Una excepción agrícola francesa

Beatriz Beiras

Beatriz Beiras

ANTE UNA ASAMBLEA Nacional alborotada y con los tractores asediando, el joven primer ministro francés, Gabriel Attal, intentó calmar la revuelta al proclamar que la agricultura es uno de los cimientos de las tradiciones francesas y prometió “una excepción agrícola francesa”. Misterio, a saber a qué se refería, en cambio sí se sabe cuando anunció que el 15 de marzo los agricultores franceses tendrán ingresadas en sus cuentas bancarias las ayudas directas de la PAC. 

Ah, la dichosa PAC, “je t’aime… moi non plus”. La Política Agraria Común, culpable de casi todo pero a la que nadie quiere renunciar, y menos Francia, principal beneficiaria de este instrumento creado en 1962 para ayudar al campo europeo. Así lo reconoció ese mismo día, el 30 de enero, Emmanuel Macron de visita en Suecia, al decir: “Sin la PAC nuestros agricultores no tendrían ingresos y muchos de ellos no podrían vivir.”

Y las cifras lo confirman. En 2022 Francia fue de nuevo el primer receptor con 9,5 mil millones de euros, o sea el 17% de las ayudas directas de la PAC, muy por delante de España y Alemania. Francia, primera potencia agrícola europea, y con razón.

El campo francés goza de una gran diversidad de climas, suelos y paisajes. Su producción agrícola, vino, leche, cereales y ganado, arroja un valor de 72,9 mil millones de euros, uno de los más altos de la UE. En Francia la tierra de cultivo abarca la mitad del territorio y se reparte en 456 mil explotaciones con 69 hectáreas de media (5 hectáreas en España), y cuenta con 708.170 agricultores (España 800.000) organizados en cerca de un millar de asociaciones.

Tras la reforma de 2021, en Francia como en toda la UE, entró en vigor, el 1 de enero de 2023, la nueva PAC. Con la filosofía de ser más justa, verde y eficaz, fija diez objetivos, entre ellos una renta justa para los agricultores; el relevo generacional; la lucha contra el cambio climático; la protección del medioambiente; y la seguridad alimentaria. La nueva PAC da a los Estados de la UE más flexibilidad para escoger las medidas que se adapten a su realidad agrícola y social, son los Planes Estratégicos. Pero para acceder a las ayudas hay que cumplir unas reglas de condicionalidad concebidas bajo el prisma de la sostenibilidad y la biodiversidad. 

Algunas de ellas son: la obligación de mantener al menos el 5% de las praderas permanentes; la protección de humedales y turberas; la prohibición de quemar rastrojos; franjas de protección a lo largo de los cursos de agua; la rotación de cultivos y la que más duele a los agricultores franceses: el 4% de superficie no productiva. En este 4% están incluidos barbechos, setos, árboles, arboledas y franjas tampón, o si no, hay que dejar el 3% no productiva y un 4% con cultivos de cobertura o fijadores de nitrógeno sin tratamiento fitosanitario. Esto implica una gestión muy minuciosa por parte del agricultor que se expone a sanciones según la gravedad del incumplimiento. 

Una espada de Damocles que ha puesto a los “paysans” en pie de guerra contra la PAC. Y esto en un contexto de hiperinflación en Francia, un 21% en dos años según el presidente de los hipermercados Leclerc, que en declaraciones al diario francés Le Figaro se preguntaba si eso había beneficiado a la agricultura, o en caso contrario habría que investigar adónde había ido a parar el dinero. ¿Excepción francesa?