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BNG: ¿Debilidad o pragmatismo?

PODÍA INTENTARLO EN SOLITARIO. Los buenos resultados obtenidos el 18-F -470.657 votos-hacían más que probable acudir a los comicios europeos del 9 de junio con la garantía de obtener representación en el Parlamento. Los precedentes también avalarían la decisión. En 1999, con Camilo Nogueira de candidato, logró asiento en Bruselas con 349.079 papeletas. El nacionalismo surfeaba por entonces en la cresta de la ola electoral del pasado siglo. Como ahora, incluso hoy con mayor desenvoltura. ¿Por qué, siendo todo a favor, el BNG se integra en una candidatura con ERC, Bildu y Ara Més? Más allá de las respuestas interesadas, las propias y las ajenas, siempre subjetivas, hay varios factores que propician ir en coalición.

En primer término, echemos mano del refrán popular: la caridad empieza por uno mismo. La coalición garantiza, en mayor medida si cabe, la elección de la número tres de la candidatura. Todo indica, pues, que recuncará Ana Miranda, y esta vez a tiempo completo. Además, concurrir bajo la misma denominación de hace cinco años, Agora Repúblicas, redunda en beneficios protegidos por la ley electoral, sobre todo en publicidad y propaganda electoral de los medios de comunicación públicos nacionales. Bajo las siglas BNG la candidatura tendría carácter de primeriza, con menores derechos en la campaña.

Hemos de considerar que priman razones egoístas, aunque legítimas, sobre lo que antes se tenía como seña indeleble del BNG: primero Galicia. O Galiza, en su denominación. Claro que también podemos dar la vuelta al asunto, argumentando que al garantizar el escaño se defiende mejor el país diluyendo el riesgo de no salir si se va con candidatura propia. Pero también denota inseguridad, temor a una caída notable del apoyo obtenido el 18-F. Si ponemos el retrovisor en las generales, las cuentas no salen. En el 23-J el BNG se quedó en un tercio -153.975 votos- de las autonómicas. La coalición puede entenderse como debilidad, abonando la hipótesis socialista del voto prestado en la última confrontación electoral. 

En segundo lugar podemos hablar de pragmatismo, un concepto considerado generalmente virtuoso en política, en contraposición a la debilidad o cobardía política. Pero este pragmatismo no se ciñe a garantizar el cargo, aunque también, sino al aprovechamiento del momento Sánchez. El presidente del Gobierno hizo y hará todo lo posible para impedir o rebajar los resultados del PP, aun a costa de perjudicar al PSOE. Lo comprobamos en Galicia donde, por pasiva o casi por activa, estaba pidiendo el voto de los suyos para Pontón. Y a los socialistas les pasó lo que tenía que pasar.

En vascas y catalanas, donde Feijóo se juega menos, el objetivo de Sánchez es mantener resultados. Dudo incluso de que quiera gobernar Cataluña. Una derrota de ERC o Puigdemont le complicaría alcanzar mayorías en el Congreso. Tampoco las europeas le quitan el sueño. El declive de los socialismos del Viejo Continente -Portugal, último ejemplo- anticipa pérdida de influencia en Bruselas. Por eso, los resultados de junio serán buenos para él si el PP no crece tanto como apuntan las encuestas. Lo que menos le importa es que sea a costa de mantener el voto prestado de los socialistas al independentismo.

Con este panorama se entiende la estrategia del BNG. Aunque en solitario es muy probable que lograra acta en Galicia, yendo en coalición tendrá mayores posibilidades de éxito dado el apoyo implícito recibido del presidente del Gobierno. El peligro, a más largo plazo, es que el voto prestado sea con opción de compra. En fin, Besteiro lo tendrá complicado.