Opinión | { TRIBUNA }

Rodando seráficas escenas

RUIDO y silencio. Pongámoslos en una balanza. De mi parte pesa más el estar callada, en un ambiente tranquilo, sin murmullos, sin ruidos. “Ha pasado un ángel”, frase que utilizamos con frecuencia y que con tan poca gracia remite a un momento embarazoso porque hubo, en un momento dado de un encuentro, un inesperado silencio.

A vueltas andamos de nuevo en Santiago -y en otras ciudades del universo- con una ansiada búsqueda de interferencias. Que no nos molesten en los amaneceres, ni en las siestas ni en los atardeceres. Y menos, por las noches, sean de luna llena o de plácidos oscureceres.

Peregrinación, recogimiento y oración, qué bien parecen casar en lugares como en Compostela, donde hay arte debajo de cada piedra (o en cada una de sus centenarias piedras), o como en Jerusalén, donde hay historia en cada calle (o en cada una de sus milenarias calles), o como en Roma, donde hay mito y leyenda en cada rincón (o en cada uno de sus singulares rincones). ¿Cómo hacer frente a tan feroces y -dicen- ruidosas invasiones? Vienen de acá y de acuyá. Cruzan mares y océanos. Atraviesan calzadas y montes. ¿En nombre de quién o de qué se les detiene? ¿Puede haber alguien que los acalle o silencie? Son peregrinos y romeros, turistas y forasteros. Gente como la nuestra que, en principio, no molesta. Llegan con ánimo encendido. Traen nuevos aires. Participan y gustan de nuestras tradiciones. ¿Les vamos a echar en cara que hacen excesiva fuerza al apoyar sus bastones? ¿Que son demasiados jóvenes para sitios tan poco preparados para este tipo de incursiones? Eso se pondera antes, analizando y ponderando también las repercusiones.

Hay un escritor poco conocido en estos lares, Francisco Javier Álvarez Charneco (El Ronquillo, Sevilla, 1961) que escribió una novela bajo el título ‘Ha pasado un ángel’. Le gusta abordar temas de amor y silencio, de rincones y almas, de otoños y sueños. Quizás algunos de sus libros les inspiren y ayuden, a los proscritos viajeros y a ustedes, a rebajar tensiones.

Hay también un dúo argentino de pop/rock actual, formado por Hilda Lizarazu (voz y teclado) y Tito Losavio (guitarra) que se sube al escenario bajo el nombre “Man Ray”, en claro homenaje al casi mítico fotógrafo e iniciador del dadá y del surrealismo Emmanuel Radnitzky. A Hilda y a Tito podemos escucharlos interpretando ‘Pasó un ángel’, de sencillo texto: Como un sueño pasó un ángel. / En silencio, voló distante. / Donde brillarás, otra vez …/ Sólo por amor, a tus pies. / Solitaria una imagen. /Un espejo que la duplica. / Sólo por amor, no al dolor. / Sólo disfrutar cuando estoy. / Mirando al sol, que se oculta detrás de la nube. / El río va a cambiar, no quiero que lo dudes, hay nubes, dudes… Bello verso que habla de naturaleza viva y de tranquilo sueño.

Nada que ver con una genial obra del vanguardista Man Ray (Filadelfia, 1890-París, 1976), completo artista que, no sin tino y acierto, se conoce como ‘Le Violon d’Ingres’, por su evidente inspiración en el decimonónico pintor romanticista. Fabuloso fotomontaje que es buen referente para todo fotógrafo emergente. Quiere mostrarnos que los objetos no son como realmente los vemos, sino que están como los imaginamos en los sueños.

Volvamos quedos, sin imponer a diestro y a siniestro muchos impedimentos, salvo cuando oigamos “¡silencio, se rueda”, allá, a lo lejos.