Opinión | Tribuna

La antítesis de la lista Forbes

Cada vez que veo el “ranking” de los más ricos, que ha renovado a nivel mundial la revista Forbes esta misma semana, me pregunto si publicarán algún día su equivalente de los más pobres. Sería un contraste revelador, aunque la investigación para identificarlos no podría basarse en activos inmobiliarios, acciones, títulos de deuda … ni en inversiones en paraísos fiscales. Quizá la idea resulte poco atractiva para que dicha publicación atraiga lectores, pero un gesto de este tipo nos devolvería la imagen fiel del reparto de la abundancia, como en el mejor de los espejos.

Que sepamos, la publicación de matriz norteamericana no ha tomado semejante iniciativa hasta la fecha. Fundada en 1917 por el periodista B.C. Forbes, su hijo Malcom recogió la antorcha editorial poniendo en marcha esa lista de los más pudientes por la que se hizo mundialmente conocida. El grupo mediático se ha adentrado después en otras categorías, como la de mejores consejeros delegados -duplicados a veces en la relación de los Midas de la economía-. También se ha ocupado Forbes de valorar los mejores centros educativos, pero se le resiste esta antítesis entre los enriquecidos y los desheredados por la diosa Fortuna.

Catorce personas poseen a día de hoy más de 100.000 millones de dólares… es decir, precisan de doce dígitos para establecer su riqueza patrimonial. Entre ellas, el leonés afincado en A Coruña Amancio Ortega, que baja unas posiciones en la clasificación de este año. Actualmente hay 2.741 seres con un peculio superior a los 1.000 millones de dólares -ocho cifras, nada menos- 141 más que en 2023. Entre las celebridades se incorpora a la lista la cantante norteamericana Taylor Swift. 

Según han verificado diversos estudios sociológicos, la pandemia fortaleció a los ricos y depauperó a los pobres. En el caso de España, según la ONG Oxfam/Intermón, un diez por ciento de población española acaparaba el 53,8 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) en 2022. Frente a esa concentración de poder económico, Cáritas aseguraba que en 2023 el 8,1 % de la población (3,8 millones de personas) se encontraba en situación de pobreza material y solo el 44 % de este grupo de la población percibía los ingresos mínimos.

La subida de precio de los alimentos en un 30 % desde que se propagó el Covid-19 ha afectado severamente a la población más vulnerable. La vivienda representa conjuntamente con la cesta de la compra seis de cada diez euros del gasto familiar. Frente a esta realidad, el valor de mercado patrimonial de los cien españoles más potentados equivalía al 15 % del PIB tras aumentar sus rendimientos más del 22 % el año pasado. Aunque el Gobierno afirma perseguir una redistribución de la riqueza con su política fiscal, la desigualdad entre los extremos de la estructura social se ha acentuado en los últimos años.

Antes de vernos sumergidos en el mundo digital, los excluidos de nuestro país distribuían por las calles un periódico tabloide a cambio de la libre voluntad de los viandantes. Con esa publicación, que denunciaba situaciones de mendicidad, se ponían al mismo nivel que el resto de los seres humanos. Seguro que no les dolerían prendas si les pidiésemos ahora figurar con sus escasos bienes junto a los desahogados de la lista Forbes, para preguntarnos si debería establecerse el Ingreso Máximo Vital.