Opinión | Políticas de Babel

Los 75 años de la OTAN

LA OTAN CELEBRÓ este jueves, 4 de abril, su 75 aniversario. Durante este largo período ha pasado de constituir una Alianza esencial para asegurar la paz tras dos Guerras Mundiales, a ser catalogada como una asociación caduca, inoperante y, como señaló Macron hace un lustro, “en muerte cerebral”. Sin embargo, la arremetida bélica de Rusia en el este de Europa ha vuelto a dotar al Tratado del Atlántico Norte de sentido frente a un cúmulo de amenazas que, con el paso de los años, han ido en aumento. Resulta curioso el carácter cíclico de la misión de una Alianza Atlántica que se creó para contener a una Rusia que hace siete décadas debía estar controlada; que en 1955, apenas seis años más tarde de la fundación de la OTAN en 1949, creaba su Pacto de Varsovia para contrapesar la fuerza de los aliados; y que hoy vuelve a ser la principal amenaza para Occidente, junto con el auge militar chino, el terrorismo en sus diversas formas, y hasta los peligros derivados de las guerras híbridas que generan los ataques cibernéticos y las acciones de ‘infoxicación’ y desinformación.

Ahora, dada la posible vuelta de Donald Trump a La Casa Blanca, la OTAN intenta blindar un apoyo a largo plazo a Ucrania. Así, busca la creación de un fondo de ayuda dotado con 100.000 millones de euros para los próximos cinco años. Esto ha generado un debate entre los aliados que se hizo evidente este miércoles pasado en la sede de la Alianza Atlántica de Bruselas. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, defendió efusivamente la propuesta, frente a la mirada escéptica de países como Bélgica (que advierte sobre el peligro de compromisos que no se puedan cumplir), o, sobre todo, Hungría (que asegura que esta acción económica le daría a la OTAN un tiente más ofensivo que defensivo, lo cual, a juicio de Budapest, resultaría peligroso y podría derivar en un conflicto a mayor escala).

La iniciativa planteada por el secretario general del Tratado Atlántico pretende constituir un paso más en el apoyo a Kiev, que no dependería así, y como hasta ahora, del compromiso voluntario de los países frente a la invasión rusa. Este nuevo apoyo sería, por tanto, “realista y predecible”, aseguró Stoltenberg, para satisfacción de unos países bálticos que incluso planteaban la aportación fija a Ucrania de una parte del PIB de todos los socios de la OTAN. España, por su parte, apuesta por aunar esfuerzos y “no duplicarlos” en la UE y en la OTAN; es decir, buscar un criterio común y coordinado. Pero el consenso resulta cada vez más complejo también debido tanto a la diversidad ideológica de los Gobiernos de la Alianza, como a un número de socios que ha ido en aumento, desde los 12 miembros con los que se fundó en 1949, hasta los 32 actuales con Finlandia y Suecia.

La fuerza de la OTAN deriva, sobre todo, del poderoso artículo 5 de su Tratado, donde se especifica que “un ataque armado contra una o más de las Partes, que tenga lugar en Europa o América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva (…), ayudará a la Parte o Partes atacadas, adoptando (…) las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada”. Aun así, todos los aliados se rearman, y el gasto en defensa superará en 2024 los 380.000 millones de euros. Cada vez está más cerca esa inversión en Seguridad del 2% del PIB a la que se comprometieron los socios de la OTAN, pero que hoy sólo cumplen 13 de los 32 países que la integran.