Opinión

Grândola en Madrid

Cuando llegué aquella tarde al colegio mayor San Juan Evangelista solo quedaban algunos huecos libres en el gallinero de la sala de conciertos. La presencia de José Afonso había atestado aquel local con las trescientas cincuenta plazas de su aforo ocupadas, según los eruditos del “Johnny”. 

De aquélla contaba diecinueve años de edad, estudiaba en la Complutense y sentía cierta ansiedad por escuchar “en vivo” al intérprete portugués cuyas canciones bordaba mi amigo Xoán Guitián cada verano, cuando nos encontrábanos durante las vacaciones en Galicia. Sus cartas me mantenían al corriente de lo que pasaba en Santiago, como había ocurrido con el estreno mundial de “Grândola, vila morena” acontecido en su Facultad de Ciencias Económicas en 1972.  

Al año siguiente descubrí que Afonso iba a actuar en el “San Juan marxista”, como denominaban irónicamente a la residencia universitaria madrileña, en una velada con entradas a treinta pesetas, según los memorialistas. Y no me lo pensé más.

Acompañado por José Jorge Letría, “Zeca” compareció ante el público con su habitual desaliño indumentario, mirada de intelectual abstraído y la preocupación propia de un músico por el equipo con que salía a escena. 

Los asistentes conectamos pronto con baladas, fados de Coimbra, sones africanos y mas aportaciones del cantante de Aveiro, que supo crear una atmósfera cordial a su alrededor. Al presentar uno de los temas, reclamó la atención de los espectadores, pidiendo que le acompañasen quienes supiésemos la letra de “Grândola…”-“galegos”, se le escapó decir-. 

Sin asomo de timidez, bajé hasta la platea para colocarme a la izquierda de José Afonso sobre la tarima, mientras otros asistentes se agrupaban con nosotros entrelazando los brazos, antes de iniciar los compases de la canción. 

Memoricé los primeros versos pisando fuerte sobre el escenario hasta que Afonso me regañó en voz baja: “… ISTA NÂO É UMA CANÇAO MARCIAL” le oí decir … la verdad es que me costó algunos segundos reaccionar a su reprimenda. Aquel himno no tenía nada de militar, era una canción popular, una melodía coral … me venía a aclarar su máximo intérprete.

Los pasos sobre la gravilla con que se inicia la grabación musical de “Grândola” me habían confundido, asociándola con una especie de marcha, que debía secundar con mis pisadas.

Unos meses después, el 25 de abril de 1974, aquel canto a la libertad ponía en marcha el levantamiento contra la Dictadura portuguesa encabezada por Marcelo Caetano.

 El mayor Otelo Saraiva de Carvalho, mando estratégico de los  insurgentes, había elegido este himno de los campesinos del Alentejo para iniciar la “Revolución de los claveles”. Su consigna musical fue emitida por Radio Renascença a altas horas de la madrugada movilizando a las tropas.

Caminando sobre los adoquines de Lisboa, con pisada firme, los soldados y marineros devolvieron el poder al pueblo. Por una vez hace medio siglo la milicia y la lírica se pusieron de acuerdo. A veces la Historia termina dándote la razón.