Opinión | Tribuna

El cisma de la ultraderecha europea

Asistimos con perplejidad creciente a la campaña para las próximas elecciones europeas del 9 de junio. La cercanía de la extrema derecha continental a las posiciones que defiende Netanjahu en la guerra de Gaza resulta llamativa. Los antecedentes históricos de la segunda Guerra Mundial inducirían a calificarla como una alianza “contra natura”. Sin embargo, los cronistas cuentan que los invitados extranjeros al mitin celebrado por Vox en Madrid el pasado domingo 19 de mayo le dispensaron un apoyo en bloque al mandatario israelí.

Por eso conviene que echemos un vistazo a la cronología. Veinticuatro horas antes de ese encuentro organizado por Santiago Abascal en Vistalegre, el diario italiano “La Repubblica” difundió una entrevista con Maximilian Krah, el candidato de Alternativa para Alemania (AFP) al Europarlamento. Sus declaraciones hicieron saltar los plomos entre los ultraconservadores.  

Según expresó el aspirante de la AFP “los alemanes deben estar orgullosos de sus antepasados”. “¿Incluso si son de las SS?” le preguntó la corresponsal del diario italiano Tonia Mastrobuoni. “Eso depende de lo que hayan hecho” respondió Krah. “Nunca diré que cualquiera que llevara un uniforme de las SS sería automáticamente un criminal” apuntó el candidato, partidario de evaluar su culpabilidad caso por caso, al tiempo que evocaba al Premio Nobel de Literatura Günter Grass como antiguo miembro de las Waffen-SS.

Estas declaraciones de su correligionario alemán quebraban por completo la trayectoria seguida por la francesa Marine Le Pen, que ha intentado alejarse de las posiciones antisemitas defendidas por su difunto padre. De ahí que cuarenta y ocho horas después del acto celebrado en la capital de España, el cabeza de lista por su partido Jordan Barbella anunciase que la Agrupación Nacional gala (AN) rompía su alianza con Alternativa para Alemania (AFP).

 Los partidos políticos de Le Pen y Krah formaban parte hasta ahora de “Identidad y democracia”, que tenía 63 europarlamentarios: dieciocho de ellos pertenecientes a la Agrupación francesa y diez a la Alternativa germana. El cisma originado por las declaraciones del líder teutón alcanzó también a un tercer partido: la Liga Norte encabezada por el vicepresidente italiano Matteo Salvini, que se adhirió a la decisión de los lepenistas.

Aunque Vox no formaba parte del citado eurogrupo parlamentario, otras formaciones políticas conocidas sí lo hacen. Entre ellas el Partido por la Libertad de los Países Bajos, liderado por Geert Wilders. Los 37 escaños que consiguió hace seis meses en las legislativas le han permitido llegar a un principio de acuerdo este mismo mes de mayo para constituir gobierno en Holanda. Sus posiciones xenófobas contra la población islámica han quedado patentes estos últimos años, pero no ha secundado que sepamos la ruptura de Le Pen y Salvini con Alternativa por Alemania.

La extrema derecha europea está lejos de compartir la misma línea política, como se puso de manifiesto en Madrid cuando el representante polaco fue el único en levantar la voz a favor de Ucrania. El alejamiento o cercanía de los postulados nazis es otro elemento que gravita sobre estas formaciones, denunciando su incoherencia. La derecha tradicional necesita captar votos en ese granero y conseguir su apoyo poselectoral. La presidenta de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen descartó a Le Pen y cortejó a la primera ministra italiana Giorgia Meloni la pasada semana. Quizá debería atender esta política alemana primero a lo que sucede en su propio patio, antes de levantar las líneas rojas a la extrema derecha en el país transalpino.