Opinión | La tribuna

Turismo musical de aquí y de allí

Los ritmos y las melodías que, a lo largo del mes de mayo, disfrutaron algunos afortunados en Madrid son un reflejo de un mundo sonoro que a los galaicos se nos hace familiar. Me refiero a los de la música folk irlandesa, representativa de la esencia de ese pueblo tan cercano. Por el ciclo que le dedicó la Fundación Juan March por primera vez a ese pueblo medio hermano, pasaron artistas que han honrado a su tierra en un escenario mágico: Karan Casey (con su legendaria voz), Martin Hayes (con un solitario y versátil violín) y Daoirí Farrell Trio (con su peculiar timbre vocal). Todos nos traen recuerdos. Pero no es momento de hacer recuento ya que aquí comienzan otros eventos. Antes, un corto viaje por el pasado a raíz de esto. 

Buscar una relación histórica y musical entre los habitantes de las tierras de este occidente de Europa, en el que se enmarcan Galicia e Irlanda, es sumergirse en mares de infinitas leyendas y sueños. El resultado nunca será preciso ni acabado. La travesía nos llevaría por gélidas aguas y movedizas piedras. Aguas y piedras que ondean, fluctúan o se mecen al son de lo que cada cual quiera ver en ese inmenso y fabuloso panorama.

Si retrocedemos en el tiempo podemos imaginar al rey Brian Boru siendo coronado en 1014 en el trono de “Irlanda”. Poco después, en 1075, en otro punto no muy lejano, vislumbramos a Diego Xelmirez poniendo la primera piedra para lo que será uno de los más importantes centros del occidente cristiano. Brian rodeado de misterio. Diego, de personajes reales, aunque no siempre bien documentados. 

Es Galicia y es Santiago terreno abonado para el cultivo de las artes y de la música, como lo era, y es, la isla de Eyre en el medievo. Se levanta aquí la más fidedigna representación de la ‘orquesta’ de la época en el grandioso Pórtico mateano. A un lado y a otro del ‘organistrum’, hay talladas sendas arpas. Llámese celta, céltica o medieval a secas, este instrumento es un vínculo de unión entre gentes de lugares no muy diferenciados ni distantes, aunque hayan mantenido cada uno sus raíces ancestrales.  

Dicho esto, pereza da sumergirse en ‘O Son do Camiño’ con sus gritos infernales. Es festival que, aunque se me antoja lejos de esa idea, nació para “poner a Galicia en el mapa del turismo musical nacional, así como promocionar dos de los principales estandartes de la cultura gallega: el Camino de Santiago y el Año Santo”. Turismo o fanatismo: ¿de qué se trata? Vienen en masas sus entusiastas seguidores, lo mismo que van al Bernabéu los de Taylor Swift, para asistir a tan solícitos fenómenos populares. 

Ante esto aplaudo el afán de una empedernida amante del arte que ha recorrido escasos kilómetros para ver joyas arquitectónicas y musicales. Esa fan trae consigo, cansada pero emocionada, fotos y datos de los órganos de S. Sernin, Albí y Rocamadour, grandezas del sur de Francia. Aquí hallará otra novedad que no espera: la Banda Municipal de Santiago con la Escolanía de la Catedral, en un concierto In memoriam de Dani Portas, fallecido a los 47 años. Se celebra a pocos pasos del Colegio de los Irlandeses, emblemático pazo que alojó profesores y estudiantes llegados de la Isla Esmeralda. ¡Qué misterios guarda esa casa! Sorpresas aun dará tras ser rehabilitada. Ojalá llegue a tiempo para cerrar la conmemoración del 50° Aniversario del Instituto Cultural Español de Dublín, creado por iniciativa del entonces profesor del Trinity College, Antonio Sierra. Buena ocasión para intercambiar en él experiencias de aquí y de allí, con o sin pasaporte en el maletín.