Entrevista | Carlos Pajares Catedrático emérito de Física de Partículas de la USC y exrector

Carlos Pajares: “Me preocupa que no haya reemplazo al mismo nivel de profesores jubilados”

Fue el primer rector democrático de la institución compostelana

Cuarenta años después valora como su principal logro el haber conseguido crear una universidad investigadora e internacional

Carlos Pajares se convirtió en rector de la Universidad de Santiago con 38 años

Carlos Pajares se convirtió en rector de la Universidad de Santiago con 38 años / Antonio Hernández

Carlos Pajares Vales (Madrid, 1945), catedrático emérito de la Universidad de Santiago, pionero de la física de partículas en España, creador del Instituto Galego de Altas Enerxías y académico de honra de la Real Academia Galega de Ciencias, fue el primer rector democrático de la institución compostelana (1985-1990). Cuarenta años después valora como su principal logro el haber conseguido crear una universidad investigadora e internacional.

P. ¿Qué recuerda de su etapa como rector de la USC?

R. Por aquel momento llevaba sólo cuatro años en la USC y lo que quería, igual que muchísima otra gente, era que nuestra universidad fuese como cualquiera otra europea. La sociedad española y la sociedad gallega, en particular, tenían una gran ansia de ser como los europeos. Tenía claro que si pensaba en quedarme en esta institución sería estando en una buena universidad. Por tanto, yo iba a ayudar y apoyar todo lo que fuese una transformación radical. Al principio no pensaba en ser rector pero me liaron y di el paso.

P. En su equipo estaban reconocidas personas como Touriño y Darío Villanueva. ¿Cómo era la relación?

R. Darío Villanueva no era del propio equipo rectoral, pero sí ocupó el cargo de presidente del claustro, por lo que se puede decir que estaba dentro del grupo. Nos reuníamos una vez a la semana para discutir las deciones que tomábamos. La relación era buena.

P. ¿Cuál diría que fue su mayor logro como rector?

R. El mayor logro fue esencialmente pasar a una universidad investigadora. Trabajamos por promover la investigación de calidad y su internacionalización. Además, también fue importante el número de edificios que se hicieron en esa etapa como la facultad de Psicología y de Física, el edificio de mantenimiento, el animalario, la humanización de todo el campus sur, la transformación de lo que iba a ser un hospital materno infantil en la residencia Monte da Condesa y otras dependencias, etc.

Al mismo tiempo hubo cambios en las direcciones de los decanatos y de los departamentos. Había personas que llevaban en los cargos veinte o treinta años, por lo que a la semana de tomar posesión se convocaron elecciones en los centros y hubo un cambio radical. 

P. ¿Cómo estaba organizada la universidad, la única de Galicia hasta ese momento?

R. Teníamos siete campus por lo que tocó hacer dos transformaciones muy importantes. La primera consistía en pasar de la administración central a la administración autonómica. Y la universidad y el equipo rectoral apoyaron a la Consellería de Educación. Antes que nada se hicieron los primeros estatutos de la universidad, una tarea entonces complicada porque los sindicatos y los partidos políticos estaban buscando su sitio, había muchas tensiones y eso repercutía en la universidad. Se hicieron y la Xunta impugnó cerca de 50, con lo cual tuvimos que ir al Tribunal Constitucional que nos dio la razón, prácticamente en todos quitando en 4 o en 5. 

Además, mientras fui rector la Universidad de Santiago pasó de 30.000 a 60.000 alumnos, y los estudios que teníamos decían que íbamos a tener 100.000 en poco tiempo. Teníamos una gestión muy complicada y tras ver en Europa y en Estados Unidos unas situaciones parecidas, decidimos que lo mejor era estructurar la universidad y desdoblarla en tres.

"La USC ha cambiado a mejor, somos una buena universidad europea. Existen centros muy prestigiosos y otros no tanto, pero lo fundamental es que haya espíritu de mejora y no contentarse con lo que ahora se tiene”

P. Finalmente cuando concluyó en el cargo se dio paso a las tres universidades actuales. ¿Cómo valora ese hecho?

R. Era un proceso extremadamente delicado y primero necesitábamos convencer al claustro universitario y a la sociedad, teniendo en cuenta que la decisión última la tenían que tomar el Parlamento y la Xunta de Galicia. En un claustro de 500, hubo 11 abstenciones y el resto fueron votos favorables. El Parlamento lo aprobó por unanimidad. Llevarlo a la práctica fue difícil porque la universidad no se puede parar, pero fue un proceso que se hizo razonadamente bien. 

En la Universidad de Santiago éramos unas 2.000 personas, entre profesores y personal de administración, y la gestión se llevaba con papel y lápiz. Cada vez que teníamos que contratar a un profesor, bien ayudante doctor o asociado, el proceso era lento. Había que pedir permiso a Educación y Hacienda, quienes verificaban si había remanentes. La informatización en la universidad no había llegado. 

P. Pero como rector consiguió informatizar la universidad.

R. Sí. Se hizo un esfuerzo tremendo de gestión y se informatizó la universidad. El primer correo electrónico de Galicia lo hicimos aquí, en 1988, y fue uno de los primeros de España. La parte de física de partículas estaba conectada con el CERN. Allí se hizo la web y por tanto, éramos unos aventajados. 

Por otra parte, en investigación se lanzaron muchos proyectos mirando siempre a la internacionalización y en darle soporte. También se crearon muchos servicios como el edificio de mantenimiento o el animalario. Para las humanidades, se creó el archivo de la universidad en un edificio y hubo un cambio en el concepto de biblioteca universitaria. Antes cada cátedra compraba los libros y los tenía casi individualmente. Luego, cualquier libro que entraba con dinero público se sabía en qué sitio estaba o quién lo tenía temporalmente. Y para hacer eso hay que dotar los espacios de bibliotecarios y bibliotecarias. Esto fue otro gran esfuerzo que se hizo. 

P. ¿Cómo cambió la universidad en estas cuatro décadas?

R. Creo que ha cambiado a mejor. Ahora somos una buena universidad europea, si bien hay diferencias. Existen centros muy prestigiosos y otros no tanto, pero lo fundamental es que haya espíritu de mejora y no contentarse con lo que ahora se tiene. Lo que nos da importancia son los centros singulares de investigación, partiendo de que estamos en un nivel más avanzado con respecto a las otras dos universidades gallegas. 

Pero hay algo que me preocupa. En Filología ha habido una serie de profesores de gran prestigio como Luis Iglesias Feijoo, Guillermo Rojo o Constantino García, dos generaciones, la mía y la anterior, todos ellos se han jubilado. Y yo no sé si ha habido reemplazo al mismo nivel. Filología es un ejemplo, podía haber puesto otros como Geografía e Historia. Al contrario, hubo sitios en los que hubo una mejora. En el Instituto Galego de Física e Altas Enerxías los que vienen detrás de mí son mucho mejores que yo. Y esa es una de mis grandes satisfacciones. 

P. Es uno de los pioneros de la física de partículas en España. Ayudó a crear el Igfae, centro que este año cumple 25 años. ¿Qué desafíos diría que tiene por delante?

R. Hay una generación que tiene ahora entre 45 y 55 años que ha dado prestigio al centro y que son conocidos internacionalmente. Somos los únicos en Galicia que tenemos la mención María de Maeztu, pero necesitamos un relevo y que haya líderes internacionales. Somos alrededor de 150 personas trabajando en el instituto, de los cuales aproximadamente el 40% son extranjeros. Mantenerse no es fácil, pero las bases están hechas y hay que tirar para arriba. 

P. En 2015 se jubila con 70 años, pero sigue investigando. ¿A qué se dedica en la actualidad?

R. Ahora he bajado el ritmo, especialmente en tema viajes. Me siguen invitando pero tengo que hacer una selección. Voy fuera una o dos veces al año, no más. Además de con investigadores del Igfae, interacciono con gente de la Universidad de Purdue y de la Universidad Autónoma de México. Siempre he trabajado en relación con los primeros instantes del universo y cómo se pueden reproducir en un laboratorio. No soy experimental, sino teórico. Y de vez en cuando hacemos aplicaciones a mundos alejados. También me dedico a profundizar en las relaciones entre ciencia y religión.

P. ¿Echa de menos la docencia?

R. He estado dando clases hasta hace tres años, en la pandemia. Los jóvenes son los que tienen más ideas a pesar de que algunas veces son extremadamente erróneas. Los mayores no tenemos tantas. Estar con jóvenes es imprescindible porque son los que renuevan el mundo, algo que deben de hacer. La docencia es todo un mundo y interaccionar con ella y después dirigir tesis es todo un arte. Y a mí me gustaba. Explicar la mecánica cuántica parece muy complicado, pero no lo es tanto. Lo que requiere es que los alumnos piensen. Tengo que reconocer que los últimos años de docencia acababa muy cansado tras impartir una hora de clase.