Dos días al año, el 16 de agosto y el 24 de mayo, sirven para visibilizar la esquizofrenia y concienciar de la importancia del tratamiento temprano para evitar la incapacidad completa del paciente y mejorar su calidad de vida. Con motivo de su día internacional, la doctora María Puime recuerda que en un momento como el actual, en el que, con frecuencia, cuando se habla de salud mental es para hacer referencia al malestar emocional derivado de los problemas de la vida cotidiana, es importante recordar que existen enfermedades graves, como ésta, que parece un número importante de personas que necesitan recursos específicos. “Si queremos contribuir a la integración plena, tenemos que seguir trabajando para facilitarles el acceso tanto a una vivienda en la que puedan mantenerse, con los apoyos que sean necesarios, como al empleo remunerado, ya sea normalizado o con apoyos. Todos como sociedad, y en especial las administraciones públicas, tenemos la responsabilidad de contribuir a esta tarea”, sostiene.
¿Cuáles son los principales abordajes de esta enfermedad?
Hace unos años, cuando se hablaba de tratamiento, el foco se ponía únicamente en el control sintomático, principalmente en el control de los conocidos como síntomas positivos: los delirios y las alucinaciones, que eran lo más llamativo de la enfermedad. Las medicaciones más recientes buscan incidir también en los llamados síntomas negativos como la tendencia al aislamiento o la falta de motivación, y en el deterioro cognitivo que se asocia a la enfermedad. Y aunque el tratamiento farmacológico es una herramienta básica, no puede ni debe ser la única. La psicoterapia, el tratamiento rehabilitador y las intervenciones psicosociales son imprescindibles ya que los objetivos terapéuticos, hoy en día, van más allá de lo meramente biológico y se centran en áreas como la recuperación funcional, la integración social, la ocupación laboral y la mejora de la calidad de vida del paciente.
¿Hay resistencia a aceptar el tratamiento por parte de estos pacientes?
Es frecuente que los tratamientos se abandonen en un momento u otro porque un importante porcentaje de pacientes no tienen conciencia de padecer esta enfermedad. Suele ocurrir que, tras iniciar el tratamiento, los síntomas más perturbadores se alivian o remiten, por lo que ya no se ve la necesidad de seguir tomando esa medicación.
¿Cómo se puede conseguir una mayor adherencia?
Es esencial intentar establecer con el paciente un vínculo de confianza y trabajar tanto con él como con su familia, e incluso con las personas de su entorno, qué es la enfermedad, cuáles son sus síntomas, que hábitos de vida pueden ser más aconsejables y cuáles habría que evitar… Además, el sistema sanitario debe ser capaz de adaptarse a sus necesidades, de ahí el surgimiento de la psiquiatría comunitaria. El abordaje asertivo comunitario mantiene una actitud más proactiva, detectando, de forma activa, problemas y necesidades y buscando soluciones en el entorno natural del paciente, lo que mejora la adherencia a los tratamientos y el pronóstico de la enfermedad.
¿Cómo afecta esta enfermedad a las familias?
Esta enfermedad es muy dura para los que la sufren, pero también para los más allegados, y desde luego las familias merecen un especial reconocimiento. La constancia y el refuerzo de muchos padres es la que ayuda al paciente a no olvidar su tratamiento, a no faltar a las consultas, a integrarse en alguna actividad ocupacional. Son ellos, además, los que pueden ayudar a detectar las descompensaciones cuando estas se produzcan, y los acompañan en los momentos más duros.
¿Por qué persiste el estigma social en torno a las afecciones psiquiátricas graves?
Entiendo que el estigma nace, básicamente, del desconocimiento. Hoy en día sabemos que, con los tratamientos actuales, los pacientes pueden tener una vida autónoma y satisfactoria, mantener el contacto con familia y amigos, realizar actividades de ocio e incluso tener un trabajo. Pero la falsa creencia, alimentada quizás por la literatura y el cine, y en ocasiones por los medios de comunicación, de que son personas impulsivas, violentas y peligrosas, parece que no acaba de erradicarse. Los datos dicen que el porcentaje de pacientes que comenten actos violentos es muy pequeño, menos del 5%, y que son más bien víctimas de la incomprensión y del rechazo. Desde luego, queda camino por recorrer. Es importante seguir visibilizando la esquizofrenia y hablar sobre ella de manera rigurosa, sin alarmismos injustificados.
¿Hacia dónde se dirigen las investigaciones?
La esquizofrenia no tiene una sola manera de manifestarse ni una sola causa. Hay varias líneas de investigación orientadas al estudio de la vulnerabilidad, del porqué una persona desarrolla la enfermedad y otras no, y también hacia la individualización de los tratamientos farmacológicos.