Entrevista | Cristina Barreiro Profesora titular de la Universidad CEU-San Pablo y escritora

“La única asignatura pendiente de la reina Letizia es la naturalidad”

{Ferrol 1973} Profesora de Historia en la Universidad CEU-San Pablo y doctora en Periodismo, esta ferrolana acaba de publicar ‘Consortes reales: esposas y esposos de la monarquía desde el siglo XVIII hasta hoy’ (La Esfera de los Libros), su quinto libro. Lleva más de dos décadas dedicada a la investigación y a la docencia

Cristina Barreiro

Cristina Barreiro / Paula Argüelles

Esta ferrolana profesora de Historia en la universidad considera que quienes se dedican a la historia tienen el reto de aprender a comunicar, de conseguir que la historia llegue a un público más general, “que nos entiendan”, asegura. “Eso es algo que no siempre hemos hecho bien”. Ella lo hace con su nuevo libro, en el que acerca la labor de los consortes reales de una manera desenfadada pero rigurosa.

En su libro hace un repaso a los ciento cuatro consortes reales, hombres y mujeres, que han ejercido desde el último tercio del siglo XVIII hasta nuestros días. ¿Pero qué significa ser consorte real? Muchas veces se les considera ‘floreros’.

Para nada. A lo largo de la historia han desempeñado labores de mecenazgo cultural, filantropía y caridad. Y un importante papel asistencial. No todo es tan glamuroso como puede parecer. Es cierto que las Constituciones no les confieren una labor específica y que son las agendas de las propias Casas Reales las que les dan un papel, pero en la historia han desempeñado una obra importante. En momentos incluso han tenido responsabilidades políticas de primera fila y una responsabilidad histórica importante. Eugenia de Montijo o María Cristina de Habsburgo, son ejemplos de ello. O la propia Victoria Eugenia con las enfermeras de la Cruz Roja en la Guerra del Rif. Incluso Isabel de Braganza, la segunda esposa de Fernando VII, a la que debemos el Museo del Prado. ¿Es eso ser un florero?

El marido de la reina Isabel de Inglaterra, y el de Margarita de Dinamarca, se quejaban precisamente de no ser ni siquiera reyes. ¿Cree que le resultaba a ellos incómodo por machismo?

No fue fácil para ellos ocupar un puesto dos pasos por detrás de sus augustas majestades. No les gustaba. ¡Si solo hay ocho consortes masculinos frente a noventa y seis mujeres! Los roles eran diferentes y claro que no querían quedar relegados a un papel secundario. Pero el príncipe Alberto lo compensó muy bien con una labor de patrocinio científico y cultural extraordinario. Enrique de Monpezat fue un poco más díscolo. En España tenemos al rey consorte Francisco de Asís de Borbón, el marido de Isabel II. Aunque eso fue desastroso desde el principio. Pero la historia nos ha dejado una imagen un poco distorsionada del personaje real que no era tan insulso y apocado.

¿Y la reina Letizia cómo se comporta? Ya la criticaron en su presentación en sociedad, cuando le pidió al todavía príncipe de Asturias que la dejase hablar.

Mi libro es sobre consortes reales desde la Revolución Francesa hasta comienzos del siglo XIX. No trato a las o los que ejercen en la actualidad. Eso no sería historia, no tenemos parámetros suficientes para juzgarles dese ese punto de vista. Yo puedo opinar a título personal: creo que cumple bien con sus responsabilidades y que se esfuerza por ser la mejor. La que mejor prepara los discursos, la más implicada con las cuestiones sociales, enfermedades raras, la más guapa… pero no es natural. Nada espontánea. Lo podría lograr sin saltarse el protocolo, pero de momento no lo consigue. A mi modo de ver esa sería su única asignatura pendiente.

También se inspecciona hasta el último detalle de su vestuario. ¿Es esta una función de la reina consorte, la de marcar un estilo?

No es su función, pero sí la de ofrecer la mejor imagen posible del país al que representa, al que sirve y para el que trabaja. Ha pasado siempre en la historia. María Antonieta ya creaba tendencias, Josefina marcó la moda “Imperio” hasta en decoración, Eugenia de Montijo fue una auténtica influencer y Alejandra de Inglaterra, la esposa de Eduardo VII, estaba considerada como el referente estilístico de finales del XIX. Lo que ocurre es que en el pasado los medios de comunicación no eran tan inmediatos como ahora. La sociedad era diferente. Pero en su tiempo y en su contexto, siempre se las ha analizado y han sido ellas las portadas de los semanarios gráficos. No hay mas que ir a la hemeroteca y ver los ejemplares de La Moda Elegante o Mundo Gráfico. 

Usted es doctora en Periodismo. ¿Cree que la condición de periodista de la reina Letizia le facilita el desempeño de su trabajo actual?

Si. Es muy televisiva. No ha conseguido dejar de ser “presentadora”. Sus discursos siguen siendo impostados, aunque se nota que se esfuerza por hacer bien su papel de “consorte real”.

 ¿Qué papel jugó la reina Sofía? Siempre se dijo que era la reina perfecta. ¿Quizás porque no se quejaba?

Doña Sofía es hija, nieta, sobrina, madre y hermana de reyes. Su genealogía es extraordinaria. Yo no puedo hablar de ella como personaje histórico aún. En historia los tiempos son largos y hay que analizar al personaje con el criterio y la distancia que da el paso de los años. Ser “consorte real” no debe ser fácil, aunque viajen mucho y lleven vestidos estupendos. Pero en su caso, lo ha vivido siempre en primera persona y supongo que eso dejará un poso especial. ¡Si siendo muy niña ya tuvo que salir al exilio con su madre y hermano! Luego volvieron a Grecia… Ya decía su abuelo que lo mejor que podía hacer un rey de Grecia era tener siempre a mano una maleta.

En los últimos años hubo un cambio en las familias reales con la llegada, sobre todo de mujeres, que no procedían de la nobleza. ¿Se notó esto en su papel como consortes?

Sí. Pero la idea de igualarse con el pueblo, en el caso de la Monarquía, no siempre es buena, Como institución tiene una labor histórica y unas responsabilidades. Hasta un origen que hoy puede ser cuestionable, pero es el que es. Si esa “magia” se pierde, si la reina puede vestir como yo y comportarse como los demás, perdería ese concepto aspiracional que desde mi punto de vista no tiene que ser negativo. También está el tema de la propia cultura histórica, los lazos dinásticos. Son parientes. Eso, que tuvo su sentido político en el pasado, probablemente hoy haya perdido su esencia, pero es la marca de la propia realeza.

María Antonieta era consorte pero le cortaron la cabeza…

Pero ella no fue la causante de la Revolución Francesa. Hay mucho que desmitificar. Zweig, en su estupenda biografía, es bastante claro en ello. La propaganda jacobina hizo mucho. ¿Gastaba? Seguro. Pero no más que otras consortes de su tiempo. Jamás pronunció esa frase de “que coman pasteles” mientras que el pueblo pasaba hambre. La historia puede ser muy tendenciosa y utilizarse con fines de propaganda. Catalina II, la última zarina Alejandra asesinada con toda la Familia Imperial en 1918, María de Rumanía… fueron tremendamente denostadas por los regímenes políticos que las sucedieron. La historia hay que hacerla bien. Es una gran batalla.

 Y Grace Kelly, ¿fue de verdad la más glamurosa?

Era actriz y consorte en Mónaco, que no deja de ser un principado de opereta. Antes que ella estuvo Dhislane Dommanget, que trabajaba en la comedia francesa y había sido espía. Y antes Alicia Heine, una plebeya de Nueva Orleans sin un ápice de sangre real. Así que de casta le viene al galgo. Pero Grace era muy guapa y por su Principado, en el aspecto económico, hizo mucho. Ya saben cómo medió con De Gaulle durante la crisis de Argelia. Y todo gracias al “baile de la rosa”

La próxima reina de España será una mujer, la hoy princesa de Asturias. ¿Cree que le imprimirá el punto de vista feminista o lo dejará como está ahora?

Que sea una buena reina, que sepa trabajar por su país y se sienta orgullosa de los españoles. Si es hombre o mujer es secundario siempre y cuando actúe dentro de las competencias que le confiera la Constitución. Muchas consortes hicieron más por las mujeres en su país que las nuevas corrientes feministas. Muna, Alia de Jordania o incluso la propia Farah Diba en Irán. ¡Mire cómo están ahora!

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  • Cristina Barreiro es una gallega enamorada de su tierra. Viene prácticamente todos los fines de semana, donde vive su familia. Tiene dos hijas, Cris y Cata, una de dieciséis años, que pronto comenzará la universidad, y otra de catorce. 
  • Confiesa que le encantan las playas de la zona de Ferrol, donde pasó toda su infancia hasta que se marchó a estudiar a Madrid. De hecho insiste en que Doniños y San Jorge son playas maravillosas y “cuando hace buen tiempo son un paríso infinitamente mejor que otras zonas más turísticas y masificadas”. También le gusta la zona de Perbes y Pontedeume para tomar algo: “Pulpo, parrochas o pimientos de Padrón”. Y Riazor.
  • “Aunque afincada en Madrid, me siento muy gallega, a pesar de que odio la lluvia”, reconoce.