La búsqueda se vuelve más precisa y los rescatadores españoles empiezan a centrarse "en edificios muy concretos en los cuales hay dudas de si alguna persona continúa viva en el interior", cuenta Kike Mur, bombero de Zaragoza al frente de la expedición de su equipo en Turquía. Aunque la supervivencia todavía no se agota bajo los escombros del terremoto. Está en el movimiento casi imperceptible de una víctima o en un hueco por el que asoma la boca de un niño que después de cinco días recibe las primeras gotas de agua.