Opinión | POLÍTICAS DE BABEL

Políticos enamorados

DICE NUESTRO REFLEXIVO PRESIDENTE en su sorpresiva carta que es un hombre profundamente enamorado de su mujer. Da a entender que está dolido por ver a su esposa en boca de la opinión pública y, más aún, que se cuestione la legalidad o incluso la ética de sus ocupaciones laborales dada su posición privilegiada. También se han publicado noticias cuestionando ciertas actividades empresariales de su padre, y la supuesta tributación de su hermano en el país vecino. Hace bien el presidente en defender a todos y cada uno de los miembros de su familia si está convencido de la honradez y la legalidad de sus prácticas; y más si no ha mediado dinero público ni tráfico de influencias en dichas acciones. Pero para defenderlos no hace falta amagar con renunciar a la presidencia, pues ahí están los jueces para dirimir quién tiene la razón.

Si lo que pretende el presidente es la adhesión de sus socios e influir emocionalmente en la ciudadanía, debería recordar que la presidenta de la Comunidad de Madrid también tuvo que aguantar estoicamente cuando se ponía en tela de juicio a su padre y a su hermano, y ahora a su novio. Seguro que Isabel Díaz Ayuso también está enamorada de un hombre que no es un personaje público. En el caso de éste, de nuevo serán los jueces quienes aclararán su deuda con Hacienda. Aun así, mientras esas actividades (anteriores a su romance), no se hayan beneficiado de la condición de su pareja, sólo él tendrá que asumir las consecuencias de sus actos a título individual. Sin embargo, ciertos políticos socialistas, y otros más escorados a la izquierda, han pedido reiteradamente la dimisión de Ayuso por su simple condición de novia de un individuo que podría haber contraído una deuda personal con el fisco. Nuevamente, los jueces tendrán la última palabra.

Tampoco olvidamos que también se intentó calumniar a la esposa del líder de la oposición. Fue a raíz de un artículo publicado en un periódico con claro sesgo ideológico que tuvo que recular al cabo de unos días, e incluso reconocer que la información era falsa. Es más, la misma empresa para la que había trabajado la esposa de Núñez Feijóo negó la circunstancia. Pero los ciudadanos no olvidamos cuán prestos reaccionaron ciertos políticos de izquierdas solicitando con ahínco la dimisión del jefe de la oposición. No nos cabe duda de que Pedro Sánchez, Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo están profundamente enamorados; y de que a todos les duele, como seres humanos que son, que se ponga en tela de juicio la honorabilidad de sus seres queridos. Por eso todos, periodistas y políticos incluidos, debemos ser cuidadosos tanto a la hora de lanzar acusaciones que puedan carecer de base sólida, como en el momento de exigir dimisiones de forma apresurada.

También la justicia debe saber actuar y penalizar a quienes puedan llegar a jugar con el honor y el buen nombre de las personas. Aun así, no olvidemos que forma parte de nuestra función social e informativa denunciar con libertad los casos de corrupción, independientemente de la más o menos privilegiada posición de quien resulte afectado o afectada. Finalmente, nuestros políticos deben tener la templanza y la madurez suficientes para asumir que están sometidos a escrutinio público; y que, como representantes nuestros que son, también sus acciones y reacciones ante las injusticias que se puedan cometer con ellos o con sus allegados deben ser fiscalizadas. Son aspectos que van con el sueldo y el oficio que ostentan, y con el compromiso contraído con la ciudadanía. Como cargos públicos que son, deben mostrar decoro y respeto a la justicia, y evitar actuar como juez y parte.