En los años 80 y 90, Santiago de Compostela experimentó una efervescencia en su vida nocturna que marcó a toda una generación. Si bien tradicionalmente era reconocida por sus ricas raíces históricas y religiosas, la ciudad se convertía en sinónimo de juerga y cultura juvenil durante este período. Pero no sólo se trata de la bebida y la música, la vida nocturna de Santiago también nutrió esferas alternativas. Los cafés literarios bullían de vibrantes debates sobre ideologías políticas, mientras que los clubes de debate fomentaban la conciencia social en medio de un aire de mentalidad abierta unida a la tolerancia, creando espacios donde otras formas de contracultura también encontraban su hogar.