El sector del ladrillo busca “alicientes” para captar a jóvenes que se suban al andamio

Los obreros menores de 24 años no llegan al 3% en Galicia

“Las condiciones han cambiado mucho, pero es algo que todavía no ha calado entre la mocedad”, sostiene el gerente de la Fundación Laboral de la Construcción

Obras de humanización en la Avenida Rodríguez Viguri, en Santiago de Compostela

Obras de humanización en la Avenida Rodríguez Viguri, en Santiago de Compostela / Jesús Prieto

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, de un total de 78.500 trabajadores que hay actualmente en el ámbito de la construcción en Galicia, tan solo 2.200 pertenecen a la franja de entre 16 y 24 años de edad. A día de hoy, el oficio del ladrillo ostenta una de las medias sectoriales de edad más altas de toda Galicia, 48 años. A pesar de mantenerse pujante dentro del tejido de actividad gallego, registrando 2.000 nuevas incorporaciones en Galicia cada año, el sector no termina de calar como salida laboral entre la juventud gallega, un problema estructural que se lleva arrastrando desde el bum de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica del 2008, año en el que había aproximadamente 13.700 jóvenes empleados en la profesión, lo que supone una caída del 78% con respecto a entonces.

Tal y como señala el Observatorio Industrial de la Construcción, los segmentos de población más jóvenes tienen hoy una visión “negativa y, en ocasiones peyorativa” del sector. Hablan de la “dureza” que implica trabajar en la profesión, tanto en el aspecto físico como en el de las condiciones laborales, una percepción que el Observatorio ve “distorsionada”.

Así, el portal de análisis promovido por la Fundación Laboral de la Construcción sostiene que el sector no es percibido por la juventud como un trabajo “con aras de futuro” y apunta que la gran parte de los jóvenes en España que se incorporan a ejercer abandonan antes de los 25 años. Desde las empresas reconocen las dificultades que tienen para contratar a gente joven. “A día de hoy en el mercado no encuentras mucha gente de edades tempranas”, señala José Quintás, socio de la empresa de construcción compostelana Abeiro de Rehabilitación, que también incide en que contratar a trabajadores jóvenes no siempre supone una ventaja: “Nunca está de más rejuvenecer la plantilla, que es algo esencial, pero corres otros riesgos, como la inexperiencia, algo esencial en este oficio”.

La reticencia a subirse a un andamio o ir a la obra tiene que ver con un “cambio de paradigma” en la manera de pensar de la juventud gallega. Es lo que afirma Fernando García, gerente de la Fundación Laboral de la Construcción en Galicia. “Los jóvenes ya no se acercan a los oficios tradicionales como antes, lo que hace que peligre el relevo generacional en la profesión”, sostiene.

A tenor de los datos de la Encuesta de Población Activa, cada año en la comunidad gallega se jubilan entre 1.200 y 1.500 trabajadores de la construcción, mientras que aproximadamente 400 se adentran en el oficio del ladrillo a través de la Formación Profesional.

García incide en los grandes mitos que perduran sobre la profesión y define la construcción como “la gran desconocida” de los trabajos. “Antes de la crisis económica de 2008, estaba establecida en el imaginario colectivo la idea de que el oficio del ladrillo era algo muy duro, pero se podía ganar dinero y existía prosperidad. Hoy, esa idea ha desaparecido”, apunta. “Ahora, los jóvenes quizás no le dan tanta importancia a los salarios y priorizan otros factores, como la conciliación laboral y las condiciones de trabajo. Todo eso ha mejorado mucho, pero es algo que todavía no ha calado entre la juventud”, asegura.

A propósito de esto último, el gerente de la Fundación Laboral de la Construcción en Galicia destaca las mejoras en materia de condiciones laborales que se implementaron en los últimos meses en Galicia, entre ellas la firma de nuevos convenios sectoriales durante el pasado verano donde se estipula un aumento salarial del 5% en los próximos años. A día de hoy, el nivel más bajo en los convenios de las cuatro provincias gallegas, que correspondería al puesto de un peón de obra, ronda alrededor de los 1.500 euros repartidos en 14 pagas al año y aproximadamente 1.700 horas trabajadas.

Aunque el horizonte no se augura nada halagüeño para asumir el relevo generacional del oficio en Galicia, García indica que la solución pasa por hacer más atractiva la construcción para los jóvenes. “Necesitamos crear alicientes para que la mocedad se incorpore a la profesión, y para ello es inevitable ir mejorando los convenios vigentes para el gremio, algo que vamos consiguiendo poco a poco”, indica el gerente de la Fundación Laboral de la Construcción, que destaca la creación del plan de pensiones para los trabajadores del sector, firmado también el pasado verano y que fue el primer fondo de jubilación exclusivamente sectorial del país.

A mayores, García destaca la necesidad que hay de publicitar al máximo la profesión y llegar a los colectivos que denomina como “diana”. “Actualmente, nuestra prioridad es captar a tres grupos: los jóvenes, los emigrantes y las mujeres”, asegura el delegado, que sitúa la formación en el papel central de la ecuación: “Ahora mismo estamos promoviendo desde la Fundación cursos de formación en el oficio con alternancia en el empleo para facilitar la incorporación de estos tres grupos al sector”. Es el caso del proyecto Constrúate, en colaboración con la Xunta de Galicia. “Aunque ha tenido una muy buena acogida, sabemos que el proceso a futuro es lento y todavía queda mucho por hacer”, reflexiona.

La brecha de género

Aunque la incorporación de la juventud supone el asunto capital para el futuro del sector, otro problema latente es el de la brecha de género. Según los datos del INE, en Galicia tan solo hay 7.000 mujeres empleadas en el ladrillo, dato que contrasta con los 71.600 hombres que hay de alta a día de hoy en el sector. El colectivo femenino constituye tan solo un 8,79 por ciento en el total de trabajadores del oficio, una situación que también se está tratando de revertir. “Aún se arrastran muchos estigmas y estereotipos que crean barreras de entrada en la construcción, pero, reitero, el panorama ha cambiado mucho y se necesita mano de obra”, señala García.

Ismael Torres: “No es usual ver gente de mi edad en la obra”

A pesar de la severidad de las cifras, siempre hay excepciones y hay jóvenes que en su momento apostaron por dedicarse al oficio del ladrillo. Es el caso de Ismael Torres, un joven del municipio pontevedrés de Gondomar que, con 18 años recién cumplidos, optó por subirse al andamio y emprender su periplo vital en el sector de la construcción.

Ismael admite que empezó en la profesión porque “nunca se me dieron bien los estudios”: “Algo tenía que hacer. Hace un tiempo mi tío, que trabaja en esto, me ofreció aprender en el gremio con él y acepté. Al final, decidí seguir y ahora llevo como autónomo 10 meses. La verdad es que no me quejo”.

El joven confiesa que no le desagrada su trabajo. Todo lo contrario. Se siente realizado. “Es un trabajo bastante curioso, al que hay que echarle mucha cabeza. En cierta medida, siempre hay que estar tirando de la imaginación”, sostiene Ismael, que también admite que no le resultó fácil iniciarse en el oficio: “Al principio me costó mucho y no me fue nada sencillo y tengo que admitir que todavía me queda mucho por aprender. También es cierto que empecé sin ninguna base, pero este es un gremio en el que se aprende con mucho esfuerzo y, sobre todo, con tiempo”.

Además, el joven albañil afirma que no concibe la obra como un trabajo temporal. “Nunca se sabe dónde pude acabar uno pero, desde luego, me veo en un futuro aquí. Me pagan bien y tengo buenas condiciones laborales”, indica Ismael. El joven está decidido a intentar mejorar en el oficio: “Ahora mismo quiero progresar lo máximo posible. Al final, para tener buena fama y darte a conocer en esta profesión tienes que saber hacer las cosas muy bien”.

Ismael es consciente de que es una rara avis en este mundo. “Hoy en día no es nada usual ver a gente tan joven en la obra”, dice el albañil. “Sé de algún compañero de la zona con mi edad, pero trabajan como escayolistas o electricistas, no como obreros”, añade.