Las pescaderías ambulantes de la Galicia vaciada: en peligro de desaparición

Colas de pescado

Colas de pescado / Esteban De la Iglesia

EFE

La figura del pescadero ambulante que cada día recorre decenas de kilómetros con su furgoneta isotérmica para ir a los pueblos de la Galicia vaciada, dando un servicio esencial para sus habitantes, está en peligro de desaparición por la falta de relevo generacional y de rentabilidad.

Hay pescaderos ambulantes que se han jubilado y, con ello, se ha cerrado una ruta de reparto que nadie ha cubierto; otros están a punto de hacerlo y ya saben que no hay nadie interesado en coger el testigo; y los que aún tienen por delante años de vida laboral están pensando si seguir o no, porque muchas veces no salen las cuentas.

Así se encuentra Amando López, un gallego que hasta hace dos meses hacía rutas de hasta 200 kilómetros ida y vuelta por la zona de Betanzos y Cerceda, entre otros municipios coruñeses.

Ya se ha jubilado y nadie ha cogido su testigo ni su ruta por lo que estos pequeños pueblos se han quedado sin pescado a la puerta de su casa.

Regentó durante muchos años una pescadería fija, luego compaginó ese trabajo con la venta ambulante, hasta dedicarse los últimos cinco años exclusivamente a la venta a domicilio.

Achaca la falta de relevo a que es un trabajo "duro", que requiere muchas horas, y encima últimamente "hay menos pescado" que ofrecer al cliente por "los recortes de cuotas que, año tras año, aplica la Unión Europea".

Amando está feliz con su jubilación, según reconoce, pero echa de menos "el trato humano, cercano y humilde" de sus clientes en los pequeños pueblos de la Galicia del interior; unas personas, por lo general mayores, que son "maravillosas" y con las que sigue manteniendo el contacto.