{ tribuna libre }

Dios ama a todas las gentes

José Fernández Lago

José Fernández Lago

En tiempos antiguos los pueblos se buscaban sus dioses, de forma que, quienes creían en los ídolos, eran pueblos paganos. Israel, por su parte, creía en un Dios personal e inmaterial, de modo que él mismo pudo considerarse el “pueblo de Dios”, del Dios vivo. De él suscitó el Señor patriarcas y profetas, para dirigirle por los caminos de la vida. Ese Dios, que se mostró siempre preocupado por su pueblo, fue manifestando cada vez más que Él “quiere que todos los hombres se salven, y lleguen al conocimiento de la verdad”.

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, tomada del libro de Isaías, manda a los creyentes practicar el derecho y la justicia, pues su salvación está para llegar. Manifiesta que a los extranjeros que desean servir al Señor, los traerá el propio Dios a su Monte santo, y los llenará de gozo en su casa. A esta, todos los pueblos la llamarán “casa de oración”.

San Pablo se dirige a los Romanos; y, conocedor del espíritu farisaico, quiere abrirles los ojos, y les manifiesta que la salvación viene de Dios. Aunque el pueblo judío se considerara el heredero de las promesas divinas a sus padres, hemos de tener en cuenta que, ante los preceptos de Dios, no solo los quebrantaron los paganos, sino también los descendientes del pueblo de Israel. De ese modo, el Señor encerró a unos y otros en el pecado que cometieron, para ejercer con todos la misericordia y el perdón.

El Evangelio presenta a Jesús fuera de los límites de Israel. Se dirige a él una mujer pagana, pidiéndole que tuviera compasión de su hija, poseída por un demonio. Jesús le dice en un principio que había sido enviado tan solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Sin embargo, al ver que ella insistía en la súplica, le dijo que, por su gran fe, su hija quedaba curada.