on-off

Galicia, libre de Vox y Podemos

Luis Pérez

Luis Pérez

DEMOS POR HECHO QUE NUESTRA XI LEGISLATURA SE ACABA YA. Sólo Rueda sabe la fecha exacta. O ni siquiera él, a la espera de encontrar el momento más oportuno para disolver la cámara, pero en cualquier caso seremos llamados a las urnas entre febrero y junio como muy tarde sin que, dado el apacible clima político gallego, mes arriba o abajo deba afectar a los resultados. La incógnita es en qué medida repercutirá entre los gallegos la incendiaria situación política española, alimentada con la gasolina de la amnistía y que seguramente se verá incrementada por las cesiones de índole económica a un territorio rico gobernado por el independentismo, cuyo primer paso fue el perdón de deuda a Cataluña sin que se conozcan las supuestas compensaciones a otros territorios.

Tras las últimas elecciones autonómicas, las de julio de 2020, el tablero político gallego recuperó el formato tradicional, integrado por dos grandes actores: un centro derecha de profundas convicciones autonomistas y otro integrado por una fuerza nacionalista-soberanista de izquierda y un partido de centro izquierda también autonomista. Lo más probable es que este mapa se mantenga inalterable en la XII Legislatura. Está por ver si la otra izquierda, más a siniestra, alcanza representación tras la ruptura de Sumar y Podemos en el ámbito estatal. Si se consuma en Galicia, como semeja lógico, lo tendrían más difícil. Imposible en el caso de los morados.

Lo mismo, por la otra banda, sucederá con Vox. El populismo de derechas, al igual que el de izquierdas, no cuaja en Galicia. Los excesos verbales de Abascal, comparando a Sánchez con Musolini, y la negación de las bondades del estado de las autonomías, que quiere abolir aunque después participe en gobiernos autonómicos, chocan con el sentimiento mayoritario de los gallegos, que valoran los 40 años con autogobierno en el marco de la Constitución.

No veremos, pues, a Vox ni a Podemos en la casona del Hórreo en el próximo cuatrienio. Pero aun a sabiendas de que inexorablemente eso va a suceder no renunciarán a presentarse. No pueden. Ni deben, añado. No pueden porque perderían foco, un escaparate antesala de las elecciones europeas en las que ponen todas sus esperanzas de frenar la caída que ambos sufren. Tampoco deben porque quienes confían en ellos, por raros que sean en Galicia, tienen derecho a volver a hacerlo. Ni tampoco puede Díaz sucumbir a los cantos de sirena de Moncloa para que Sumar se entregue al PSOE en Lugo y Ourense. Sería reconocer la inconsistencia de su proyecto, todavía en construcción, sumido también en decadencia tras las últimas elecciones y agravado tras el bronco divorcio con su antiguo amigo y protector a dedo.

La pax galaica, basada en la hegemonía de dos grandes adversarios (PP y BNG-PSOE), en vigor salvo excepciones desde el comienzo de la autonomía y con resultados muy positivos a mi entender, pudiera verse truncada por agentes externos si sus protagonistas no saben o pueden evitar la contaminación que amenaza por el este. Para Rueda es importante que Feijóo amplíe las distancias con Abascal, consolide su liderazgo del centro derecha español y no olvide que fue presidente de la Xunta. Pontón debiera pensar más en Galicia, aún más sí, en lugar de centrarse en Cataluña y País Vasco, y como obras son amores antes que nada tendría que desvelar cuándo y en cuánto se traduce la compensación a Galicia por los favores a Cataluña, documento firmado con una ministra del Gobierno. Esto mismo debiera hacer Besteiro, además de alejarse del Sánchez que pacta con Bildu y se sienta con Puigdemont, a día de hoy todavía prófugo de la Justicia, al mismo tiempo negando a Galicia competencias tan gallegas como la del litoral.

Y lamento no saber qué decir a Díaz para que alguna vez logre ser profeta en su tierra. ¿O ya no es la suya?