BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Feijóo quiere ganar la calle

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

EN EL DISCURSO de ayer, con acento presidencialista (pero reconociendo que está en la oposición, a pesar de tener, dice, la “mayoría social de este país”), Feijóo presentó una agenda detallada para el primer mes del año, que incluye no sólo la muy publicitada manifestación que tendrá lugar en Madrid del próximo día 28, sino una especie de peregrinación por las capitales y pueblos de España, algo que ha dado en llamar “la ruta de la igualdad”. 

Lo mismo que Sánchez se ganó un día el favor (no sé si el fervor) de mucha gente, y de las bases del partido, con su ruta del Peugeot, que le devolvió a los mandos del timón socialista casi contra todo pronóstico, Feijóo quiere recuperar la calle para su causa, convencido de que ahí anida toda la energía contra las políticas de Sánchez: sólo hace falta canalizarla adecuadamente. 

No es la calle como en las manifestaciones ultras ante Ferraz, no es la calle de las graves letanías ni de la piñata del presidente, sino que Feijóo aspira a ganar la calle como expresión de la mayoría, real o deseada. La calle, o sea, que es la que te puede llevar a la victoria, habrá pensado, alejada a poder ser de la estética de Vox, con quien mantiene esa convivencia tensionada y difícil, la calle en la que cree que su relato de España tiene preeminencia, más ahora, tras los tres decretos y los dos huevos duros, pero que no termina de cuajar, por lo que sea. La calle que le salve del tránsito de los atriles y la dureza de los asesores, el decorado para momentos crudos, la calle en la que se pueda amasar el descontento, elevado por la levadura de las refriegas sanchistas con los socios, ásperos panaderos de los desayunos monclovitas. 

No está mal la calle, porque de democracia hablamos: sin olvidar, eso sí, que la calle no es mía, ni tuya, sino que es de todos. Pero, a pesar de ese Sánchez presumiblemente afligido, que comprueba en carne propia las estrecheces de los pactos desde el minuto uno, son muchos los que creen que los grandes mantras sobre España, las frases rotundas, los perfumes épicos, aunque ideales para la propaganda, no siempre funcionan.

El autoconvencimiento, la presunción de confianza hasta el infinito y más allá, se le pide a los políticos como a los entrenadores de fútbol. Feijóo quiere ganar la calle que en el fondo cree que tiene ya ganada de antemano. Lo que sucede es que la calle, pardiez, o no lo sabe, o no lo expresa, o quizás ocurre que no lo tiene tan claro como él. Pero cualquier coach le dirá que ganar la calle no es ganar de calle, aunque pueda ayudar. 

Feijóo, consciente de la crudeza de las matemáticas parlamentarias, tercas incluso en los días de esa presunta debilidad sanchista, se afana ahora en abrir una nueva agenda, estrenando el dietario de Génova, dejando la inútil amargura del pasado, aparcando 2023, o sea, esa agua pasada que ya no mueve molino, sino que le recuerda a cada paso la pírrica derrota. Se afana, en fin, en preparar la gran peregrinación por las Españas, como flamante adalid de la igualdad, pues no todo es Madrid, aunque haya quien lo crea.  

Hay un aspecto, en esa idea de la ruta por los pueblos de España, al que Feijóo quiere agarrarse, y tiene que ver con los inevitables pelos que Sánchez tendrá que dejarse en la gatera. Tiene que ver con las competencias en inmigración que pide Junts, y que, al parecer, estuvieron, de alguna forma, en el meollo de la aprobación de los decretos. Es un hierro al rojo vivo. 

Puede que Sánchez haya enviado a Junts a luchar contra los elementos (sin duda, sabe hacerlo), si el partido de Puigdemont pretende controlar fronteras y expulsar a emigrantes. Berna G. Harbour encontraba ayer paralelismos entre Junts y Vox, algo que Junts ha negado de inmediato. Entonces, ¿qué? ¿De qué estamos hablando? Es seguro que Sánchez mantiene bastantes apoyos en esas calles que Feijóo considera más bien suyas (al menos, los tuvo en las elecciones), pero menguarán si algunos acuerdos producen efectos de verdad indeseables: o sea, si son contrarios al ideario progresista.