Opinión | { POLÍTICAS DE BABEL }

Tenemos Putin para rato

VLADÍMIR PUTIN saldrá victorioso de los comicios presidenciales que se llevan a cabo desde el viernes y hasta hoy en la Federación de Rusia y los territorios ocupados de Ucrania (Crimea, Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk). El hecho de que haya tenido que medir sus fuerzas con tres candidatos que ya reconocieron de antemano que no aspiraban a ganar las elecciones demuestra que el Kremlin, por un lado, sólo reconoce como contrincantes a quienes, debido a su baja popularidad o a su falta de experiencia, no puedan hacer sombra al Presidente; y, por otro, que Moscú desea darle un tinte de apariencia democrática a una llamada a las urnas viciada desde el principio. La verdadera oposición, la que abanderan ciertos oligarcas exiliados en el extranjero, apenas se conoce de puertas adentro del país. Y las voces que podrían resultar amenazantes para el actual líder, o bien se encuentran en prisión, o bien han sido acalladas y abatidas por las cloacas del régimen.

Tres son los candidatos que gozan de papeleta oficial. Leonid Slutski pertenece al Partido Liberal Democrático (LDPR), y aunque utilice la etiqueta de “liberal”, se enmarca en el nacionalismo y la extrema derecha, cuyos postulados ha abanderado incluso en la Duma Estatal desde 1999. Por su parte, Nikolái Jaritónov, del Partido Comunista, es el mayor de los aspirantes (75 años), forma parte de la Duma desde 1994, se presenta como el representante de los agricultores, y cuenta con la simpatía de ciertos votantes de avanzada edad y de quienes defienden los valores tradicionales asociados a la familia. Finalmente, Vladislav Davankov, de la formación Gente Nueva, aparenta la única novedad (aunque ya se postuló sin éxito en 2023 a la Alcaldía de Moscú), es el más joven (apenas 40 años), y presume de confiar en las negociaciones con Occidente, apostar por una paz acordada con Ucrania (eso sí, bajo condiciones rusas), y avanzar en derechos y libertades (también en el ámbito de la prensa).

Putin, que se ha presentado como candidato “independiente”, tiene por delante un nuevo y largo mandato, al menos hasta 2030 (podría repetir hasta 2036). Habrá que ver qué talante muestra mañana en la Plaza Roja ante una sociedad que ha comprado su mensaje antioccidental y de supuesta defensa de los valores rusos dentro y fuera de la Federación, es decir, también en los territorios de las antiguas repúblicas socialistas soviéticas. Por eso Putin se siente hoy fuerte y confiado. No titubea ni a la hora de amenazar a EE.UU. y a la OTAN en general, ni a sus vecinos europeos en particular. Lo repitió el jueves aludiendo a Finlandia, y a la posibilidad de volver a desplegar soldados rusos en la frontera con el país vecino, al igual que acontecía antaño. Y es que la apuesta de Helsinki por la Alianza Atlántica tras años de aparente neutralidad, y la posibilidad de que los aliados emplacen allí “sistemas de destrucción”, es algo que se le atraganta al Kremlin.

Putin habla de “amenaza nuclear”, pero la mayoría de los analistas lo interpretan como exabruptos no realistas en el contexto actual. Es cierto que su industria y producción armamentísticas avanzan tres veces más rápidas que en el resto de Europa, y que cuenta con el apoyo de Corea del Norte, Irán, e incluso China a nivel tecnológico. Con todo, sus verdaderos objetivos, también con respecto a Ucrania, sólo los conoceremos tras los comicios, pues un nuevo reclutamiento, o una reacción más feroz frente a las “amenazas exteriores”, generarían desconfianza en un país que valora sobremanera las ideas de “fuerza” y “victoria”.