Opinión | Políticas de Babel

Tareas pendientes de Marruecos

MARRUECOS NO PARECE estar actuando conforme a lo esperable de un Reino amigo, ni siquiera tras el viaje a Rabat de Pedro Sánchez hace poco más de un mes, el 21 de febrero. Mohamed VI recibió al Presidente del Gobierno español y al ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares, pero nuestros mandatarios regresaron con poco más que buenas intenciones por parte del monarca marroquí. Con todo, Sánchez insiste en la “buena sintonía” que existe con el Reino Alauí. Y hasta echa mano de la coorganización del Mundial de fútbol masculino de 2030 como ejemplo de cooperación al más alto nivel.

Sin embargo, el deseado restablecimiento de las aduanas en Ceuta y Melilla se resiste, pese a que las tareas que le correspondía realizar a España en términos de gestión, control y seguridad, las ha probado ya hace más de un año con garantías de éxito. Esta situación está afectando sobremanera a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que se ven cada vez más aisladas y empobrecidas, lo que genera una corriente de desolación que favorece los movimientos sociales e incluso un acercamiento ciudadano al país vecino. Ojalá no lleguemos a presenciar una especie de referéndum de pertenencia, pues la presión marroquí en este sentido podría alterar el statu quo actual; algo a lo que ya están contribuyendo las campañas de desinformación que llegan incluso desde Rusia.

Es cierto que ha habido progresos en el ámbito de la inmigración. De hecho, la presión migratoria ha disminuido en la vía atlántica hacia Canarias desde Marruecos y el Sáhara Occidental. Pero esto no ha reducido la llegada de migrantes a las Islas. Quienes huyen del hambre, la pobreza y los conflictos bélicos han desviado su ruta de salida hacia Mauritania, al igual que antes lo habían hecho con Senegal. En la ruta mediterránea sí se han observado ciertas novedades motivadas por un repunte de inmigrantes procedentes de Marruecos debido a la colaboración del narcotráfico con las mafias dedicadas al trasvase irregular de migrantes desde el otro lado del Estrecho.

Hoy las huelgas y las quejas del sector agrícola generan tensión entre ambos países. Pero el Ejecutivo ve difícil dar respuesta a algunas de las reivindicaciones de nuestros agricultores. Esto supondría aumentar los controles fitosanitarios a los productos importados desde Marruecos en destino o, lo que es aún más difícil, en origen. La competencia desleal que denuncian nuestros trabajadores del campo impacta en unas relaciones comerciales que han evolucionado mucho estos últimos años, pero que se han visto erosionadas debido a la crisis diplomática desatada por el caso Brahim Gali (el líder del Frente Polisario que fue tratado en un hospital de La Rioja), y los posteriores asaltos a las vallas de Melilla y, sobre todo, de Ceuta.

Ni siquiera el giro inesperado de Pedro Sánchez con respecto al Sáhara Occidental y a favor de la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española ha logrado limar las asperezas. Aun así, España sigue siendo el principal socio comercial de Marruecos, y desea aprovechar este privilegio para desarrollar relevantes planes de inversión en el país vecino. Recordemos, por ejemplo, que el fatal terremoto que sacudió el país el pasado 9 de septiembre ha movilizado un ambicioso programa de reconstrucción por parte del Gobierno de Rabat en el que nuestras empresas pueden jugar un papel muy destacado. Hablamos de todo tipo de edificaciones, servicios e infraestructuras que incluyen, debido a la sequía que sufre Marruecos, iniciativas relacionadas con un bien tan deseado como el agua.