Regreso

El Entroido pone sonrisa a Santiago: con el Entroidity, el country y mil bosques

Brilla el desfile tras dos años de ausencia gracias al color y humor de 6 carrozas, 16 comparsas, 6 individuales, 4 parejas y 4 grupos con tiempo cómplice.

Así ha sido el desfile de carnaval en Compostela

Javier Rosende Novo

La dificultad se desvanece si se encara con valentía”. Esa frase del soñador y divulgador científico Isaac Asimov latía ayer entre el desfile del Entroido de Santiago con naves volantes, planetas, astros, guiños a la naturaleza, otros a épocas pasadas o a mundos imaginarios, ya fueran con alma de western o brasileira.

Carnaval puro y valiente con un punto futurista como el mostrado por la nave y astronautas del Entroidity, el mimado montaje de la Asociación de Pais de Persoas con Discapacidade Intelectual de Santiago (Aspas), de los más ovacionados con medio centenar de personas hilando un universo que desfiló rodeado en la acera igual por ET que por vampiros o princesas.

Tras dos años de ausencia por la pandemia, renació así el desfile que parte febrero en dos y enseña la primavera en pleno invierno.

Los componentes de las 6 carrozas, 16 comparsas, 6 individuales, 4 parejas y 4 grupos, dibujaron en Santiago una sonrisa a base de bailes mil y bromas que fueron recogiendo aplausos y chascarrillos en unas calles llenas al paso de la ruta festeira desde la Avenida de Ferrol hasta la Frei Rosendo Salvado, Praza Roxa, República do Salvador, Hórreo, Senra y avenida de Xoán Carlos I.

Su salida, prevista a las 16.30 h. llevó su propio ritmo, nada puntual, que una cosa es la jarana y otra la Guardia Real Británica.

Eso sí, Xesús Piñeiro Barbeito, de Oroso West, sabedor de que ayer era una tarde impropia de la lluvia (respetó, salvo cuatro gotas) estaba algo exigente: “Pudimos salir un poco antes”, contaba a EL CORREO cuando a las 18.30 h. su cuadrilla aún estaba a metros de Frei Rosendo Salvado. La jefa de este clan integrado por una treintena de personas, Bea Barbeito, fue clara antes de venir al Entroido picheleiro: “Imos de western”.

Xesús añadía: “Empregamos disfraces do 2022 pero mercamos algo de material para mellorar”, decía tras una carroza de cartón prima de la diligencia de John Ford.

A su vera, un saloon sobre un remolque y otro con un porche musical para subrayar el aire country del hit del venezolano Coyote Dax, No Rompas Más, sonando a tope como eje de una trabajada coreo con sombreros vaqueros de altura kilométrica y faldas camperas, cerrando el desfile seguidos de la camioneta de Urbaser, que en cuestión de limpieza urbana mejor no dejar para mañana los deberes de hoy.

A María José Conde, de los Armatroulas de Laraño, a salero no la gana ni su sobrina la buena periodista Silvia Castiñeiras.

María José y su comparsa, con 35 integrantes, salieron “de damas e guerrilleiros, todos con roupa de material reciclado”, contaba con el orgullo de pertenecer a una asociación cultural que ya abrazó premios carnavaleros.

Lo de Os Alfamidas de Campolameiro también fue es seria en plan de broma y fiesta.

El trailer Man que conduce José Luis Villanueva da fe de que no desfilan con cuatro cosas. En Santiago se juntaron 70 personas.

“Despois imos ata Noia este mércores, o sábado ata A Lama, o domingo ata O Carballiño... Penso que o Entroido de Santiago medrou este ano”, apuntaba feliz.

Esa apuesta de aroma brasileiro con treinta integrantes sacando brillo a la percusión incluía una retahíla de bailarinas sincronizadas a ritmo propio de Canarias o Sao Paulo con cuidadísimo vestuario.

Ante ellos un coche a cuatro manos imitaba una operación con un televisor para el electrocardiograma, un modo más modesto de animar el Entroido pero igual de necesario para su buena salud.

Y cerca, una veintena de hoteles con piernas lucían alguna careta del alcalde, Xosé Sánchez Bugallo, y del edil Jorge Duarte (CA) alentando el reparto de pasquines no precisamente con letra de pasodobles de Cádiz en un pasacalles compostelano donde ellos llevaban el altavoz en un carro de compra tan poético como una bombona de butano.

Versos de otro matiz puso la agrupación que incluye a Moisés Pérez Torres, componente de O Xardín das Bolboretas. El esgrimía ayer un cazamariposas gigante atrapando igual nenos que nenas, fotógrafos que periodistas pero, eso sí, no los trabajadores de la Policía Nacional que custodiaba el evento al paso por la Avenida de Ferrol, los únicos que no sacaban de paseo la sonrisa.

“Empezamos a trabajar en los disfraces en octubre”, decía Moisés rodeado de medio centenar de comparseras vestidas de punta en blanco con el almíbar cromático propio de las mariposas, aleteando al compás de un son latino y sabrosón.

Entre tanta apuesta grupal, la valentía también desfiló en solitario por Santiago, como una falda escultura con los faros de Fisterra y Muros, vecina de la cuadrilla de A Ruliña (de Laraño), que montó un mar de astronautas y guiños a la época victoriana, bien retratada con ropaje esmerado. ¿O eran dos comparsas? El Entroido también es duda.

A paso de tren de finales del siglo XIX iba la gente de Sar 030-02021, con una locomotora cuyos maquinistas conducían a pie bebiendo a ratos de una botella de agua con un licor amarillo que, como dijo una vecina: “¡Café non ten!”.

Café no. Guasa si.

Evocando la Estación de Cornes, con trabajadores rail en mano y gacetilleros repartiendo El Eco de Galicia, diario del siglo XIX.

Y frente a esa chanza de hollines, viajaba el hermoso bosque animado del Colegio La Inmaculada, con cerca de 200 integrantes.

“200 más muchos familiares que trabajaron antes porque la idea de desfilar en el Entroido es una actividad interdisciplinar muy inclusiva”, según Alfonso Vázquez Rufo, profesor de un centro que tiene por directora a Irma García (disfrazada de agua) y que ayer pintó verdes de esperanza educativa porque la letra... con fiesta (también) entra. Así, formando con duendes, brujas, mariposas, pájaros, dragones, brillaron como un escaparate viviente.

Entre mucho reguetón, son brasileño y hits de Camilo, se coló en el desfile el Ay mama de Rigoberta Bandini con el montaje del Centro Xove da Almáciga, tras un rapaz subido a una reproducción de un palco con atril para dirigir a una banda de música de peluches, antecedido por Os Conformistas de Conxo con Kiko (Enrique Fernández Otero) al frente de una divertida tropa disfrazada de los Borbones, familia bien carnavalesca quieran o no algunos. “Llevamos 35 años seguidos en el Entroido de Santiago, es el mejor de Galicia”, apuntaba entusiasta Kiko. A su lado, una cuadrilla de tubérculos andantes esgrimía el lema Patacas de Figueiras facemos brillar as leiras, animando el cotarro tras el paso del montaje de la Rede de Centros Socio Culturais de Santiago y después del aeroespacial desfile de la Entroidity, la nave de la Asociación de Pais de Persoas con Discapacidade Intelectual de Santiago (Aspas), juntos en un desfile lleno de bosques como un sueño escrito por Asimov y Wenceslao Fernández Flórez.