Opinión | BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

La lucha de los campus

LOS JÓVENES han dado preferencia a la lucha por la paz. Quizás los preferíamos entregados a las ceremonias de graduación, tan populares en los campus norteamericanos. Esa normalidad del primer mundo, esa alegría del triunfo, ese volar de los birretes. Volverán los birretes, como las oscuras golondrinas, a surcar los cielos de los campus, pero quizás algunas cosas hayan empezado a cambiar. Que un buen número de jóvenes den una lección a unos octogenarios con infinito poder abre alguna esperanza para el mundo.

El sueño de los equilibrios políticos produce monstruos. Biden intenta capear el temporal, apoyando tímidamente las protestas por la guerra en Oriente Próximo, pero pidiendo contención y respeto al mobiliario urbano. La pulcritud de los campus, los verdes parterres, ofrecen un paisaje demasiado idílico para los tiempos que corren, y esos alumnos, airados contra el mundo, y contra sus políticos, se han lanzado a distorsionarlo, en lugar de estar preparando la maldita graduación... “¡A esos sitios se va a aprender!”, ha dicho, más o menos, Donald Trump, con conocimiento de causa, espero, en uno de esos alegatos intelectuales que, como saben, tanto le caracterizan... Ya ven: alguien que ha apoyado sistemáticamente la ignorancia y la simpleza, esa gran herramienta productora de votos, pide a los estudiantes que se retiren a sus aposentos, o sea, a sus pupitres, y que dejen a los políticos arreglar el mundo, que ellos sí que saben, sí, como es público y notorio… 

Quizás la juventud pretendidamente pastoreada por la tecnología, absorta ante las pantallas de los móviles, adormecida o simplemente ajena a lo que hacen los adultos, sea más consciente de la deriva del planeta de lo que creemos, mucho más de lo que creen los experimentados políticos octogenarios, que, inevitablemente, temen dejarse pelos en la gatera con cualquier declaración que afecte a los intereses creados. 

De ahí el gran temor del establishment a perder el control del discurso, a perder los papeles, la narrativa, que se dice, sólo porque a estos chicos de los campus, que gozan de una buena y cara educación, que deberían disfrutar de las verdes praderas y del volar pajarero de los birretes sin dar mucho la murga, o sea, que en opinión de los líderes deberían comportarse como Dios manda, que para eso habitan el Edén, se les ha ocurrido protestar contra la guerra de los otros, contra la muerte, contra la destrucción, ya ven qué cosas. 

Como lo de Vietnam. Y como el otro mayo, el del 68, convenientemente reducido a cenizas por los predicadores del orden establecido, que ven siempre al diablo en el espíritu del cambio. ¡La imaginación!, decían. Y ahora les dicen con vulgar suficiencia, “ya seréis mayores”. Ya seréis mayores y aprenderéis. ¿Qué deben aprender? ¿Lecciones de hipocresía y tergiversación? El pacifismo no es una manifestación de la inocencia juvenil, de la inexperiencia. No puede serlo. Si lo creemos así, estamos derrotados.

Que los más jóvenes sean capaces de interpretar el mundo, que opinen sobre lo que sucede, es relevante y muy esperanzador. Porque “allí se va a aprender”, señor Trump, claro que sí, y eso es precisamente aprender. Interpretar el mundo en libertad. Hablar de las cosas del mundo, muy por encima de las narrativas de hierro de los políticos. 

Europa tiene una oportunidad, asediada como está ahora mismo por un autoritarismo al alza. También hay muchos jóvenes interesados en revertir la negra sombra de la nueva intolerancia, que se apoya en las inevitables insatisfacciones de las democracias. La educación y la ciencia, he aquí los ingredientes que han de servir para luchar por la Europa que de verdad necesitamos. La vida no ocurre en las redes sociales, aunque quieren que ocurra ahí: nos prefieren en el barro. Sorprende, de pronto, esta estética de la revuelta que se parece a las viejas protestas: al final, la calle es necesaria. Criminalizar a los estudiantes es criminalizar el talento futuro. De alguna forma, hay una luz encendida en todo esto, aunque sea una luz temblorosa.