La emancipación de Rueda

Libre de las ataduras de haber heredado el cargo, emprende una legislatura de cuatro años en la que conoceremos la madera de la que está hecho el líder popular

Alfonso Rueda

Alfonso Rueda / PABLO GARCÍA

Irene Bascoy

La primera victoria de Alfonso Rueda. Su primera mayoría absoluta. Cuando a finales de diciembre, convocó elecciones para el 18 de febrero, proclamó que iba a por su “primera” mayoría absoluta, no la “quinta” del PPdeG. Un matiz importante. Rueda ya piensa en el PP de Rueda, en abrir un nuevo capítulo en la historia del PP gallego y en cerrar el de Alberto Núñez Feijóo. Como en 2009, hizo el propio Feijóo con Manuel Fraga. Así es la vida.

Cuando FARO DE VIGO le entrevistó en esta campaña y le preguntó qué envidiaba de su antecesor y jefe de filas no dudó: “Ganó cuatro elecciones, yo también quiero”. Ayer, 18 de febrero, “el tímido con tablas”, como lo define su madre, aprobó su primer gran examen y lo hizo con nota. Puede estar satisfecho. Retiene el poder autonómico gallego para el PPdeG. Los populares encadenan cuatro años más de gobierno a los 15 años que ya llevan en la Xunta. Y solo se han dejado en el camino dos escaños, que pueden ser menos, pendientes del recuento del voto emigrante. Es un resultado satisfactorio para un candidato novato y tras una campaña errática. Los gallegos vuelven a confiar y mucho en el PP para que gestione la Administración autonómica.

Pero el buen resultado cosechado por Rueda, no puede tapar el susto que les dio la campaña. Empezaron con la promesa de una campaña centrada en Galicia, pero nada más arrancar se españolizó como estrategia de ataque al PSOE, y luego giró para señalar al BNG como blanco de los ataques. Tampoco ayudó mucho Feijóo cuando en el ecuador de la misma, lanzó la bomba de supuesta voladura controlada sobre la posición del PP en torno a la amnistía y el indulto a Puigdemont. Para ser una explosión autodetonada, lo que vino después derivó en esperpento.

Con una campaña mejor centrada, quién dice que Rueda no podría haber repetido el mejor resultado de Manuel Fraga y de Alberto Núñez Feijóo (42 escaños), y además a la primera. Feijóo y Fraga se estrenaron como candidatos con 38 escaños, es cierto que desde la oposición. Rueda logra con 40 escaños, pero desde la Xunta. Todo hay que decirlo.

El PPdeG llegó a las elecciones confiado, pensando en que la mayoría absoluta estaba hecha, pero los quince días de campaña se le hicieron largos. Los populares tuvieron que sudar la camiseta. Su gran baza, la extraordinaria maquinaria electoral del PP y que es envidia de la oposición. Hubo que exprimirla al máximo.

A los populares les pilló desprevenido el empuje del BNG. Mientras Rueda declaraba como rival a Pedro Sánchez, Ana Pontón iba a lo suyo hablando de “Galicia, Galicia, Galicia” (¿se acuerdan? Era el lema de Feijóo en 2020) y con una campaña de ilusión y cambio teñida de aires de moderación la dirigente nacionalista dio la campanada. Pero no fue suficiente para protagonizar el vuelco.

Así que Rueda, que desde mayo de 2022 tenía el poder que le confería ser el presidente de la Xunta, tiene desde ayer también la autoridad que le concede el haber ganado las elecciones por mayoría absoluta. Se sienta al frente del Consello de la Xunta, ya no por decisión de Feijóo, sino con el respaldo de la mayoría de los gallegos.

Y ahora sí, en los próximos cuatro años, podremos conocer al auténtico Alfonso Rueda, libre de las ataduras de deber el cargo a su jefe y de haber heredado un proyecto y un equipo de conselleiros. Sabremos de qué madera está hecho, qué puede dar de sí, hasta dónde puede llegar el hijo que desobedeció a su padre al meterse en política, el joven que se afilió a Nuevas Generaciones para liderar la organización juvenil en Pontevedra, y que estudió Derecho en la Universidad de Santiago para después aprobar las oposiciones a secretario de Ayuntamiento y ejercer en Cervantes, A Cañiza, Cambados y la mancomunidad de A Paradanta.

Tenemos cuatro años para descubrir las hechuras de líder de quien empezó a conocer los entresijos de la Administración autonómica como jefe de gabinete de Jesús Palmou, conselleiro de Xustiza, y después como director xeral de Administración Local. Precisamente a Palmou le debe su nombramiento como secretario xeral del PPdeG. Feijóo buscaba un número dos, preguntó al político estradense, y éste señaló a Rueda.

Y tras ser una pieza clave para que el PPdeG regresara a la Xunta como director de la campaña de las elecciones de 2009, Feijóo lo premió con la Consellería de Presidencia y desde 2012 la Vicepresidencia de la Xunta.

Después del periodo de prueba de la transición tranquila que pilotó cuando Feijóo marchó a Madrid, Rueda, casado y con dos hijas ya en la universidad, tiene las manos libres para hacer y deshacer a su antojo. Ahora empieza de verdad la etapa Rueda en el PPdeG y debe marcar las prioridades de su proyecto para Galicia y decidir quién integrará el equipo de conselleiros que han de ayudarle. ¿Se atreverá a hacer cambios, muchos cambios?

Rueda debe decidir por qué quiere ser recordado: por sus mayorías absolutas o por sus mayorías absolutas y haber liderado el despegue de Galicia. En la comunidad, queda mucho por hacer. Es una tierra con muchos mayores y pocos niños, con un tejido productivo pendiente de la revolución verde y digital, con un rural que se muere pero tiene potencialidades, con una sanidad y unos servicios sociales tensionados por los muchos abuelos que hay...

¿Rueda será el gestor de un aparato burocrático que maneja 13.257 millones al año o dará un salto de calidad a un político con capacidad para diseñar la Galicia del futuro y ponerla en marcha?

Rueda tiene que dibujar su perfil propio y empezar a escribir su relato. Feijóo arrancó como un burócrata urbanita y engominado recién aterrizado desde Madrid y terminó presentándose como el “niño de aldea que comía pan duro” y al que sus padres mandaron a estudiar a León para “prosperar”. El joven que renunció a una carrera en la judicatura porque su padre se fue al paro y no quería ser una carga para su familia.

Rueda inició su andaina en la Xunta como el eterno número dos de Feijóo, un burócrata que se conoce la administración al dedillo, pero campechano y simpático, con quien uno se iría de cañas. Pero Rueda también es el estratega que diseñó la campaña contra el bipartito que devolvió al PP a la Xunta en 2009, aquella campaña embarrada con los Audis en el centro de la polémica y el gallego como arma arrojadiza contra el BNG. Y Rueda también era el vicepresidente de la Xunta y secretario xeral del PPdeG, a quien Feijóo en 2016 decide quitarle galones, dejándole sin la secretaría xeral, y poniéndole al frente del PP de Pontevedra. Se interpretó entonces como un marrón. Tomaba las riendas de una provincia, donde el PP era oposición en los grandes municipios y en la Diputación. Parecía el inicio del declive de su carrera política, que Feijóo ya no le veía como su delfín, pero ya ven, el hoy presidente nacional del PP decidió hacer las maletas a Madrid seis años después y señaló a Rueda como su heredero.

Desde que sucedió a Feijóo, ya se ha anotado varios tantos. En las elecciones municipales del año pasado, recuperó la Diputación de Pontevedra y la alcaldía de Ferrol para el PP.

También es el presidente bajo cuyo mandato bajó la persiana el baltarismo en Ourense. Lo deseó y lo intentó Alberto Núñez Feijóo. A Rueda le ayudó, eso sí, el gusto por la velocidad de Manuel Baltar.

Pasó con Manuel Fraga, sucedió con Alberto Núñez Feijóo... el PP gallego controlaba la organización en tres provincias, pero en Ourense tenía una subcontrata con los Baltar. Ya no es así, y Rueda ha colocado a uno de los suyos, Luis Menor, al frente de la Diputación de Ourense y del aparato provincial.

Ayer se anotó su mayor tanto: conservar la Xunta para el PPdeG y con holgura. Eso sí sale con arañazos de la refriega electoral y debe vigilar muy de cerca a su rival, Ana Pontón.