Galicia, zona de “expansión” para los osos: ya hay una presencia estable todo el año

Según el último censo publicado, hay once ejemplares viviendo en las montañas de Ourense y Lugo, la mayoría de ellos machos

Hace treinta años eran casi inexistentes

Galicia, zona de “expansión” para los osos: ya hay una presencia estable todo el año

Galicia, zona de “expansión” para los osos: ya hay una presencia estable todo el año / Archivo

Gabriel Fernández Blach

En un tiempo no muy lejano el oso pardo llegó casi a desaparecer por completo de Galicia, concretamente en las décadas de los años 80 y 90, cuando sufrió su peor época bajo la sombra de la extinción. Actualmente, este animal goza de una segunda oportunidad, ya que los esfuerzos de diversas entidades para hacer posible su repoblación están dando sus frutos. La población gallega de este mamífero asciende hasta los once ejemplares, según el último censo. Los lugares en los que residen estos especímenes en Galicia son las montañas lucenses y ourensanas, en concreto Os Ancares y O Courel.

El último estudio publicado sobre estos animales en Galicia (y otras comunidades) es de febrero de 2023, gracias a una iniciativa de colaboración entre la Xunta, el Gobierno del Principado de Asturias, la Junta de Castilla y León y el Gobierno de Cantabria, que abarcan la zona correspondiente a la cordillera Cantábrica. Según se reflejó en el informe, la población estimada de osos en estas comunidades autónomas llega a los 370 especímenes.

A la hora de definir la situación del oso pardo en Galicia, Óscar Rivas, técnico de la Fundación Oso Pardo, destaca que “ya hay una presencia estable durante todo el año”. La población se caracteriza por estar compuesta en su totalidad por machos. Esto implica que el crecimiento está sujeto a ejemplares que vengan de la zona leonesa, dado que la afluencia de hembras reproductoras es la que marca el aumento de osos. Pero será “cuestión de tiempo que aparezcan”, sostiene el técnico.

El escenario de “expansión” del oso pardo en Galicia contrasta con la realidad del animal hace 30 años. En aquel momento la población correspondiente a la zona de la cordillera Cantábrica rondaba los “80 o 90 ejemplares”, según Rivas. Esa presencia quedó relegada a dos núcleos: la zona del Alto Sil (León) y Somiedo (Asturias). Por el contrario, en las montañas lucenses y ourensanas la presencia era esporádica. “Algún animal hubo, pero era casi inexistente”, subraya el experto.

Las cifras han estado condicionadas por varias “amenazas” para la supervivencia de la especie, basadas en la acción humana. Rivas explica que el “impacto de los cazadores furtivos y las trampas para capturar a otros animales, como las dedicadas a los jabalíes” afectaron a la población de los osos pardos. Por otra parte, estos mamíferos tienden a la “dispersión”. De ahí, las travesías que practican desde otras zonas hasta tierras gallegas.

La velocidad de crecimiento de estos omnívoros no es tan lenta como se piensa, ya que en tres décadas se ha triplicado el número de ejemplares. Un dato que se debe poner en el contexto de que “se parte de una población reducida”, resalta el técnico de la ONG. Además, Rivas aprovecha para definir como “éxito” la campaña de conservación que se ha dado en el conjunto de España, con el apoyo de los fondos aportados por la Unión Europea.

Razones para el optimismo

En cuanto a las perspectivas de futuro, el experto de la Fundación recuerda el hecho de que el oso pardo continúa siendo una especie en peligro de extinción. En palabras de Óscar Riva, “estos mamíferos todavía no han dejado atrás el umbral de amenaza”. Sin embargo, el técnico cree que hay razones para ser optimistas y afirma que la “recuperación avanza poco a poco”. Hay varios territorios que se posicionan como objetivos idóneos para reintroducir estos animales.

La trayectoria de estos animales también depende de otra amenaza que se cierne sobre ellos: la instalación cercana de parques eólicos. Rivas destaca que “en las zonas oseras no está permitida la ubicación de estas infraestructuras, pero hay proyectos en zonas periféricas”. El perjuicio también surge de convertir una “zona no transitada” en “algo más humanizado”. El “tránsito masivo” de personas es contraproducente para el desarrollo del oso pardo.

Para volver a comprobar de manera general la situación de estos mamíferos en la cordillera Cantábrica habrá que esperar “cinco o siete años”. Rivas destaca que faltan datos sobre la cantidad de hembras reproductoras. Hasta 2018 se realizaba un registro específico al año. Pero el control dejó de llevarse a cabo por “la dificultad de localizar a los ejemplares y sus crías de un año para otro”.

Ante el aumento de población de osos, cada vez son más frecuentes las intrusiones de estos animales en núcleos poblacionales cercanos a las montañas. Óscar Rivas explica que ante la presencia de un oso “hay que mantener la calma”. Las reacciones escandalosas pueden “empeorar la situación”. Este mamífero “nos detecta antes de que nosotros lo veamos”. De ahí que, “si no hacemos nada, él seguirá su curso”.