Historias de interinidad: “Sé que el puesto no es mío, pero llevo años trabajándolo”

Personal público sin plaza propia afronta con inquietud la incertidumbre que genera la última sentencia europea contra el abuso de la temporalidad en la Administraciones públicas

Begoña y Rosa Mª en Porta do Camiño

Begoña y Rosa Mª en Porta do Camiño / Antía Suárez

Antía Suárez

La reforma laboral en 2022 y la nueva sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea del pasado 22 de febrero contra el abuso de la temporalidad en las Administraciones públicas pueden acabar propiciando un cambio significativo en la situación de los interinos, pero, ¿hasta qué punto? Obligar a convocar oposiciones para cubrir vacantes o limitar el tiempo que puede estar una persona con un contrato no fijo son novedades que buscan mejorar las condiciones de los trabajadores públicos. Sin embargo, no suponen la conversión automática de los contratos temporales en fijos.

No existe una cifra que recoja el número total de interinos que dependen de la Administración autonómica. Lo más cercano son las cifras que ofrece la Consellería de Facenda e Administración Pública en el informe de Evolución de Efectivos. En esta información estadística se muestran los diferentes contratos que hay en las distintas consellerías por provincias, pero no se recoge el dato de interinidad a nivel gallego.

Pero si se dejan a un lado las cifras, ¿cómo reciben estos cambios los trabajadores temporales de la Administración? ¿Cómo es ser interino en la Xunta de Galicia?

Rosa María López y Begoña Illobre forman parte del personal laboral interino de Porta Do Camiño, una residencia de mayores de Santiago de Compostela. Rosa es ayudante de cocina, mientras que Begoña es cocinera oficial segunda. Ambas ocupan unas vacantes y se presentan a las oposiciones que se convocan para sus puestos. Como explican ellas mismas, “tenemos que seguir presentándonos porque quién te dice que no hay un concurso de traslados y te quitan el puesto. Tú tienes que quedar con una buena puntuación en el examen, ya que, aunque no hayas conseguido plaza, obtienes puntos del examen que te mantienen en la lista”.

“Mi plaza no sale desde el 2006”

Estas dos trabajadoras llegaron a la Administración pública por dos vías diferentes. Begoña se anotó en las listas de la Xunta y lleva trabajando desde el 2013 con contratos de sustituciones de dos días, liberación sindical, cubriendo bajas o vacaciones, y esta es su primera vacante, que ocupa desde hace cuatro años.

Rosa, por su parte, trabajaba en la privada y realizó un examen que la metió en las listas: “Así como quien no quiere la cosa, porque pensé que tenía puntos, fui a un examen y, de chiripa, saqué muy buena nota. ¿Qué pasó? Que había muy pocas plazas, así que yo aprobé y me quedé muy bien situada en la lista. Ahí tuve que valorar si quedarme en la privada, que era una empresa en la que tenía que trabajar sábados, domingos y festivos, mientras que aquí tendría fines de semana o vacaciones en los meses de verano. El examen al que me presenté creo que fue en 2001 o 2003, no recuerdo, pero había 94 plazas y yo quedé de 126 entre 6.000 personas. El principal problema es que no se sacan plazas. Si siempre convocaran las plazas vacantes que había, todos estos puestos estarían cubiertos”.

Cuando Rosa habla de su trayectoria profesional destaca que empezó a trabajar en una vacante donde tenía un turno de media jornada. “E incluso sé de vacantes que son de dos horas y media al día”, cuenta. Esto la ha llevado a no ser apta para el proceso de estabilización, porque los diez años que estuvo cubriendo un puesto solo se le contabilizan como si fueran cinco. Begoña, por otro lado, no pudo pedir la estabilización por 15 días, ya que es necesario estar tres años en una misma plaza.

Un broker a la cocina

Las dos cocineras comentan que en los cuatro años que han trabajado en la cocina del centro Porta do Camiño no ha venido nadie que le haga frente a la cocina. Begoña relata que “cada vez que alguien coge una baja o vacaciones tenemos que reorganizar los turnos, porque no sabemos si la persona que va a venir va a ser válida o no”. Rosa aclara que “en este centro, las ayudantes de cocina tenemos que saber hacer elaboraciones sencillas, como una crema o un bizcocho, y viene gente que no sabe trabajar en la cocina. Tú para una cocina tienes que saber cocinar, como un carpintero que tiene que saber trabajar la madera. Nos ha pasado que los ayudantes de cocina sabían más de cocina que el propio jefe de cocina”. Durante sus años de trabajo frente a los fogones del centro han tenido veterinarios, profesores e incluso un broker. Rosa remarca que el problema no es únicamente que tengan que modificar sus turnos para no dejar a la persona nueva sola en la cocina, sino que “llegan aquí y les explicas: tenemos tantos gástricos, y te responden: ¿qué es un gástrico?. Y les tienes que explicar todo.”

Añaden que ahora se está empezando a llamar a gente del Servizo Público de Emprego porque no hay gente en las listas, y Begoña se pregunta “¿por qué no convocan oposiciones para esas plazas, si tienen que llamar al INEM?”. “Así podríamos cubrirlas los que llevamos años trabajando aquí”, sostiene.

“Si la privada lo hace, ¿por qué la pública no?”

Rosa explica que “yo sé que no es mi plaza, pero considero que si en la empresa privada yo trabajo un año y me tienen que hacer fija, en la pública debería ser igual. Es incoherente que obliguen a una empresa privada a hacer eso y ellos no lo hagan. Si estamos capacitados, hemos pasado un periodo de prueba y estamos desenvolviendo nuestras tareas, lo lógico es que nos la den.”

Las dos mujeres coinciden en que, aunque saben que no tienen sus plazas en propiedad, no es justo que la vacante que ocupan no se haya convocado para oposición. Y lamentan no tener claro qué va a pasar con sus contratos actuales. “Ahora las vacantes van a ser de tres años, yo llevo cuatro, pero desde el año pasado son de tres años. De momento no se me ha aplicado esta restricción temporal”.

Marisa González y Patricia Rodríguez son inspectoras urbanísticas de la Administración pública, pertenecientes al grupo A1. Marisa explica que lo que ellas han firmado no es un contrato, sino un nombramiento. “La diferencia es que el contrato siempre es para persoal laboral, al servicio de la Administración o de empresas públicas. Se rigen por convenios y por el estatuto de los trabajadores. Nosotros somos funcionarios interinos o de carrera y estamos gobernados, si lo quieres poner así, por la Lei de función pública”.

Las dos funcionarias han sido siempre interinas y entraron en las listas tras una licenciatura y otros estudios. En el caso de Patricia, ocupa una plaza no vacante, perteneciente a una persona que no ha llegado a ocuparla.

Marisa explica que ella está apuntada a varias listas y que ha trabajado en diferentes ámbitos, como el Sergas o Industria, y que acabó en este puesto porque la llamaron. A Patricia, que lleva en la Xunta desde el 2008, tardaron en llamarla, ya que está en listas específicas y la puntuación que acumula es para esas listas y no para la general.

“Una oposición es una inversión”

Cuando se les pregunta por la posibilidad de opositar para convertirse en fijas, varias de estas mujeres expresan que no es una labor sencilla. Marisa destaca que, en su caso, no puede dedicar 6 o 7 horas diarias a estudiar porque tiene que trabajar para sobrevivir: “No soy rica ni tengo un compañero o compañera que me mantenga. Entonces, no me puedo dedicar a estudiar”. Recuerda que para preparar un proceso selectivo de estas características hacen falta “tiempo y dinero”, porque “una oposición es una inversión”. Incide, así, en que “no hay igualdad entre alguien a quien su familia puede mantener y que puede dedicarse a estudiar a tiempo completo y personas que, como yo, tienen que trabajar y ocuparse de su casa”, por lo que ve “inviable” preparar la oposición en sus circunstancias. A Marisa le gustaría que hubiera una partida presupuestaria que permitiera a todo el mundo preparar unas oposiciones en igualdad de condiciones: “Que todos partiésemos desde el mismo punto de salida.”

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