{ POLÍTICAS DE BABEL }

Más allá de Ferrovial

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EN LA VIDA NO BASTA ser algo; es necesario demostrarlo. España es un país que ofrece seguridad jurídica a los inversores, además de oportunidades de negocio. Esta atinada imagen, sin duda, forma parte de la política internacional de Pedro Sánchez, y aparece en la agenda de sus viajes. Además, dos circunstancias deberían jugar a nuestro favor. Por un lado, el Brexit, que puede atraer hacia nuestra tierra a empresarios que se alejan del mercado británico; y, por otro, la futura presidencia española del Consejo de la UE. De ahí que resulte equivocada la estrategia seguida por el Ejecutivo destinada a persuadir a Ferrovial para que permanezca en nuestro país. No sólo no ha dado resultado, sino que podría haber proyectado nubes en lo que debería ser el cielo despejado de España para los mercados.

La ciudadanía entendería que el Gobierno hubiera hecho todo lo posible para retener a la multinacional, empezando por aclarar y rebatir los argumentos que esgrimían sus directivos para trasladar su sede a Países Bajos. Pero se filtró a la opinión pública el desencuentro, haciéndose públicas y trascendiendo nuestras fronteras las misivas desesperadas y amenazantes que se intercambiaron antes de la junta de accionistas. Ése no es el camino. Nos preguntamos si acaso esa actitud crítica e incluso bronca no será el resultado de las presiones del sector más radical del Gobierno, empeñado en criticar y denostar a las grandes empresas españolas y a sus directivos. Deberíamos saber que, cuando se ofende a una compañía que está creando riqueza, no estamos hablando sólo de los sueldos y beneficios de un grupo reducido de accionistas, sino, y esto es lo importante, de los numerosos puestos de trabajo asociados. Si le preguntásemos a sus empleados, descubriríamos cuán incómodos se sienten cuando se critica la mano que les da de comer.

El daño causado por el caso Ferrovial está hecho; y la estrategia se ha evidenciado errónea. Pero de los errores se aprende. El presidente puede y debe retomar la senda que le ayude a proyectar la imagen de España como un país atractivo para inversores, sin dejarse llevar por discursos populistas; pues ya tiene a su izquierda quien los propague. Esta estrategia no es útil ni para arrancarle un puñado de votos a la izquierda más radical. Ensalzando el tejido empresarial se consiguen más adeptos del amplio sector moderado. Con motivo de las elecciones autonómicas, regionales y generales, escucharemos muchos desvaríos, exageraciones e interpretaciones erróneas. Nuestros líderes políticos deberían tener en cuenta que lo que se dice aquí, se oye allí. Lo mejor sería que, al unísono, pusiesen en valor no sólo el tejido empresarial de nuestro país, sino también su capacidad para expandirlo. Ese discurso sí nos beneficiaría a nivel nacional e internacional.