{ tribuna libre }

Cristo sale a nuestro encuentro

José Fernández Lago

José Fernández Lago

HOY, con el aumento generalizado de la edad de la vida, puede acontecer que llegue un momento en que uno esté demasiado solo para afrontar lo que tiene. A menudo se busca una persona no comprometida con nadie, que pueda escuchar sus desahogos y preparar un poco lo que necesita para su desenvolvimiento normal, día a día. Esta necesidad se acrecienta cuando surgen problemas de salud que requieren más atenciones, o cuando la persona, ya necesitada, ve que se van yendo los conocidos que tenía... Los contemporáneos de Jesús esperaban de él que salvara a su pueblo, pero vieron que aquel en quien tenían puesta su esperanza, terminó crucificado, muerto y puesto en una sepultura. Dos de ellos comentaban cómo se había frustrado su esperanza, cuando un joven se les apareció y les dijo que todo estaba previsto…

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, recoge las palabras de San Pedro, según las cuales Jesús de Nazaret, según el plan previsto por Dios, fue entregado a los paganos, que lo hicieron morir en una cruz; pero Dios lo resucitó, pues, como dice uno de los Salmos, no podía ser retenido en la muerte, hasta el punto de que su cuerpo viera la corrupción, sino que el Padre lo iba a saciar de gozo en su presencia.

San Pedro, en su 1ª Carta, manifiesta que no hemos sido rescatados de nuestro inútil proceder con oro o plata, sino que ha sido merced a la sangre de Cristo, Cordero sin mancha, manifestado al final de los tiempos para nuestra salvación. Precisamente por Cristo creemos en Dios, que lo resucitó y lo llenó de gloria, de suerte que por ello hemos puesto en Dios nuestra fe y nuestra esperanza.

El Evangelio según San Lucas muestra la decepción de dos discípulos que retornaban a su casa de Emaús, desde Jerusalén. Volvían decepcionados, pues habían puesto toda su esperanza en Jesús de Nazaret, a quien consideraban el Mesías esperado. Se les aparece en el camino un joven que entra en la conversación. Les dice a propósito del Mesías que así estaba previsto: que padeciera y muriera, antes de entrar de ese modo en su gloria. A la altura de Emaús, le dicen que se quede con ellos, pues atardecía y no era bueno continuar. Él acepta, y le piden que bendiga la mesa antes de comer. Al partir el pan, le reconocieron, pero desapareció. Ellos fueron a Jerusalén, encontraron a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo, y les contaron lo que les sucedió por el camino y cómo reconocieron a Jesús en “la fracción del pan”.