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Theodor Kallifatides, en el día adecuado

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

CONOCÍ a Theodor Kallifatides hace exactamente un año, cuando Javier Pintor lo trajo a sus jornadas literarias en la Fundación Seoane. Poco sabía de él hasta entonces, lo confieso, pero, en apenas unas horas, visité cada esquina de su biografía y leí alguno de sus textos más breves, que son auténticas obras maestras. En este último año tuve tiempo de profundizar en los escritos de Kallifatides que Galaxia Gutenberg ha dado a la imprenta de forma primorosa. Los más recientes, Amor y Morriña y ese opúsculo delicioso, Un nuevo país al otro lado de mi ventana, que vio la luz en castellano hace apenas dos meses.

Así que pensé que no había autor mejor que el gran Theodor para representar el Día de Libro. He tenido la suerte de que esta bendita profesión me haya llevado a conocer a decenas y decenas de escritores durante más de treinta años, y ha sido un verdadero privilegio, sin duda alguna, conversar con todos ellos, pero pocos han dejado en mí una impronta tan potente y a la vez tan sutil, tan elegante y delicada, como Theodor Kallifatides.

Afortunadamente sus textos principales están siendo traducidos, como decía más arriba, publicados con la perfección y elegancia que merecen, y se podría decir que ahora mismo Kallifatides, griego de nacimiento y sueco de adopción, y, por tanto, habitante del país que otorga el Premio Nobel (que en mi opinión debería recibir), se ha convertido en un autor muy conocido en este país, aclamado allá donde va. A lo que ayuda, qué duda cabe, su profundo humanismo, su calidez, su cercanía (suele dejar la primera línea de los eventos literarios para fumar discretamente una pipa), y, por qué no decirlo, su capacidad mediterránea para el humor, que despliega a cada paso.

Pero es su literatura lo que aquí nos ocupa, y les aseguro que leer a Theodor produce unos efectos extraordinarios. Fruto de la conexión sur-norte, más que un crisol o sincretismo de dos culturas, como suele decirse, Kallifatides expresa el contraste, la diferencia, la complementariedad, entre lo sueco y lo griego, y logra que aflore una belleza serena y muy dulce, que va de lo mítico a lo más doméstico en apenas la distancia de unas pocas palabras.

Kallifatides es, esencialmente, un escritor sobre la emigración, algo que atraviesa tantas civilizaciones, y que alguien nacido en Galicia no puede ignorar. Y por eso, sus relatos breves, delicados, que arrancan de recuerdos o de pequeñas anécdotas, nos producen una emoción profunda, porque destilan autenticidad y porque cuentan la experiencia migratoria (ya son varias décadas en Suecia) como quizás nadie la haya contado antes.

Es fácil sentir la textura de las tardes de aquella Grecia de la infancia leyendo a Theodor. Los años difíciles, la experiencia de la guerra, la pobreza, la ocupación nazi. Y el hijo pequeño del maestro, que ejerció de paño de lágrimas de su madre, un chico algo retraído, fue, sin embargo, el que finalmente emigró y lo hizo a una sociedad lejana y distinta, empujado por la visión de una película de Bergman. Fue en 1964, después de experiencias traumáticas que, por supuesto, pasan por este texto maravilloso que es ‘Un nuevo país al otro lado de una ventana’. Un librito bellísimo sobre los griegos y sobre los suecos, sobre el mito y sobre la realidad más inmediata.

Un año después he vuelto a sentir la misma emoción que me produjo la lectura de ‘Otra vida por vivir’. Espero volver a ver a Theodor, acompañado de Gunilla, su mujer, porque su presencia es una inyección de magia. Este último texto de Kallifatides nos habla de qué es ser extranjero. Cuenta cómo, cuanto más visible se iba haciendo, y más conocido, más extranjero se sentía. Y habla de la lengua como alma de los pueblos. Él aprendió sueco, y es escritor en sueco, porque quería penetrar y amar el alma de su nuevo país. Pero luego ha sentido la felicidad de volver a ser en lengua griega. “Tal vez algunos nacemos para irnos”, dice. En un día como hoy, quería hacer homenaje al escritor que más me ha impresionado en los últimos tiempos.