POLÍTICAS DE BABEL

Éxito a medias de la COP28

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EN LA COP28 DE DUBÁI se logró, finalmente, un acuerdo de mínimos. Lo catalogo así porque lo que figura en el documento de conclusiones es lo ‘mínimo’ que podríamos esperar de una cumbre que había generado grandes expectativas. Sobra decir que cuando son tantos los países implicados (200), tan diversas las delegaciones, y tan diferentes los intereses creados, cualquier avance en materia medioambiental, por pequeño que sea, merece ser celebrado. En esta ocasión, incluso China (al igual que EE.UU., India o Brasil, que ingresará en la OPEP el 1 de enero) aparenta sentirse satisfecha, al menos así lo quiso transmitir su enviado especial para el cambio climático. También la UE, a través de su comisario de Acción por el Clima, valoró positivamente que la declaración final sugiriese un término tan simple y a la vez decisivo como ‘abandono’ o ‘alejamiento’.

Alude a la razonable y paulatina renuncia a los combustibles fósiles a través de la expresión transition away from, de la que se hizo eco la vicepresidenta Teresa Ribera, y que parece más conciliadora que la propuesta más radical de ‘eliminar’ los combustibles fósiles, como proponían unos 130 países, además de la UE. También el concepto de ‘eficiencia energética’ volvió a ser protagonista, así como la apuesta por unas ‘energías renovables’ que se desean impulsar con firmeza (hasta triplicar su aporte). De nuevo, a España en general, y a Galicia en particular, esta fórmula le resulta atractiva por nuestras oportunidades y condiciones tanto solares como eólicas. El hidrógeno verde (que el Gobierno está decidido a impulsar), la energía nuclear baja en emisiones (sobre la que nuestro Ejecutivo se muestra receloso), o la captura y el almacenamiento de carbono (que todavía resultan caros), fueron, asimismo, materia de debate como objetivos de inversión en energía alternativa.

Más difícil resulta decidir cómo compensar económicamente a aquellos países cuya renuncia al petróleo, al carbón o al gas supone un varapalo que podría redundar negativamente en su desarrollo industrial y económico. Y es que, a la hora de hablar de ‘dineros’ y ‘donaciones’, de “fondo de pérdidas y daños”, el entusiasmo se desinfla, y los rostros estatales miran hacia otro lado. Pero, seamos realistas; toda “transición para dejar atrás los combustibles fósiles” requiere inversiones inmediatas (en esta década); y genera beneficios tardíos (más allá del 2050). Y no todos están dispuestos a pasar por una estrategia diseñada a tan largo plazo. Eso sí, la COP28 generó un alivio relativo, porque asume que serán los propios países, de manera soberana, quienes, sin sanciones, podrán decidir por sí mismos cómo progresar en esta transición energética de manera “gradual, justa y ordenada”. Hasta el 2050 queda tiempo para ver si de verdad es posible un mundo sin carbón, gas y petróleo.