HOMENAJE.

Antía Cal, nueva lección compartida

En el día en que "Tita" hubiera cumplido cien años, el Museo do Pobo Galego, del que fue socia fundadora, recibe la cesión familiar de los originales de dos valiosos libros educativos de la premiada pedagoga

Concha Losada y Antón Beiras Cal. / ANTONIO HERNÁNDEZ

Concha Losada y Antón Beiras Cal. / ANTONIO HERNÁNDEZ / XABIER SANMARTÍN

Antía Cal, Tita, que se hizo mujer en Cuba, profesora en Ginebra y pionera de la pedagogía en su Galicia, hubiera disfrutado ayer en el primaveral claustro del Museo do Pobo Galego, rodeada de familia, amistades, cruceiros, camelios y rododendros en flor. Ayer, hubiera cumplido cien años, motivo de un homenaje que juntó a un centenar de personas, una por cada año, casual regalo del destino para Tita, maestra amiga de los juegos de palabras con su alumnado de la escuela Rosalía de Castro, fundada en Vigo en 1961, y cuyo legado da esta semana una nueva lección compartida.

Pablo Castaño. / ANTONIO HERNÁNDEZ

Pablo Castaño. / ANTONIO HERNÁNDEZ / XABIER SANMARTÍN

El museo compostelano, del que Antía Cal fue socia fundadora, “un lugar da xente e para a xente”, como subrayó su presidenta, Concha Losada, recibió la cesión familiar del original de dos libros de Tita: O libro dos nenos, y A arte e a súa historia.

Esos volúmenes no vieron la luz hasta la segunda década del presente siglo, pero latían ya como herramientas del trabajo de Antía desde los años 50, obras nacidas “do amor e da resistencia, o amor por unha cultura e a resistencia ante a longa noite de pedra baixo a sombra dos atilas”, señaló su hijo Antón Beiras Cal al intervenir tras la cesión in situ de dichos documentos.

En el acto, puntuado por el saxo de Pablo Castaño y el dramaturgo Quico Cadaval, habló también una alumna de Antía Cal (que no “ex alumna”), Elisa Suárez-Amarelo, para quien la añorada pedagoga “foi o mellor da educación galega do século XX”. Y lo razonó destacando su capacidad para la enseñanza bilingüe al dar espacio al inglés: “Facendo clases en inglés no de inglés”; su firme apuesta por el galego en días de franquismo feroz; su paciencia y exigencia: “Sempre nos convencía a todos de que podiamos facer máis”; y su sintonía con la edad infantil: “Entendía que os nenos na aula teñen que ter movemento”.

Los cuatro hijos de Antía decidieron que sea el Museo de Pobo galego el que preserve y enseñe esos textos de los años cincuenta convertidos en manuales educativos de una mujer nacida un 18 de abril de 1923 en La Habana, y finada el 30 de marzo del pasado año en Meira (Lugo).

Esposa de Antón Beiras García (1947–1968), con quien descubrió durante un viaje a Ginebra que enseñar no era la ventana estrecha que pregonaba la dictadura. Así, aprendió mirando lo que hacían otros, asimilando formas distintas, sembrando en su tierra, pero atenta a otros lugares, a otros saberes, aprendiendo con modestia antes de convertirse en enseñante, como muestra La palabra justa (2017), documental dirigido por Miguel Piñeiro, citado en este tributo colectivo a Tita.

“Ti es galego de nacemento, máis procura sentirte sempre irmán dos outros pobos”, recordó ayer Suárez-Amarelo que les decía quien fuera su tutora durante cinco años, una mujer que quiso estudiar y ser maestra, superando retitencias familiares y sociales, esforzándose “cada día” hasta tener trabajo, llave de su soñado camino, “para ter cartos” e independencia, según ella misma cuenta en testimonios audiovisuales.

Durante el acto, dos rapaces, Adriana y Rodrigo, leyeron sendos prólogos de los citados libros de Antía Cal, dándole vuelo presente a su voz en frases como: “A arte é un milagre”, entre alusiones a Otero Pedrayo y Castelao, eje de lecciones donde hasta el nombre de las aulas tenía sentido al llamarse Concepción Arenal, Manuel Murguía, Alexandre Bóveda...

Al acabar, Concha Losada, que en mayo cumplirá su primer año como presidenta del Museo do Pobo, resaltó la dificultad inicial de la labor pedagógica de Antía Cal: “Unha mestra que tivo que crear ela mesma as súas ferramentas porque non as había”.

Nombrada viguesa distinguida en 2002, premio Trasalba en 2012 y Otero Pedrayo en 2018, el legado de Tita aún sigue dando lecciones, “mentres nalgún lugar unha persoa, case seguro muller, traballa para a ser a innovadora da educación galega no seculo XXI”, apostilló su orgullosa alumna Elisa Suárez-Amarelo.