Ismael González: “He tenido la suerte de volver al Cimus, pero sigue habiendo fuga de talentos”

Afirma que a colegas excelentes no les dan opciones y “sin investigación, el país ve lastrado su futuro”

Lidera el grupo NeuRoMet en un centro con “una masa crítica extraordinaria”

Ismael González, joven investigador y líder del recién creado grupo NeuRomet en el Cimus compostelano

Ismael González, joven investigador y líder del recién creado grupo NeuRomet en el Cimus compostelano / koro martínez

Desgraciadamente y pese a que mucho se ha avanzado en los últimos años, especialmente cuando con la irrupción de la pandemia el mundo entero puso su atención en los científicos en busca de respuestas a una crisis sanitaria única, el de Ismael González sigue siendo aún un caso inusual entre los jóvenes investigadores españoles.

Líder del recién creado grupo Neuroendocrine Regulation of Metabolism (NeuRoMet) en el Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas, Ismael González decidió regresar a Compostela, donde había estudiado Farmacia en la USC y donde inició su andadura como investigador en el Cimus, tras obtener un contrato Ramón y Cajal.

En su decisión, además de poder regresar a su tierra por cuestiones personales, pesó mucho la oportunidad de “disponer de un grupo con el que poder explorar todo lo que como científico te ha despertado la curiosidad”, pero también que “yo ya conocía el Cimus porque me formé aquí, y es un centro que cuenta con una infraestructura y una masa crítica de investigadores en metabolismo extraordinaria, donde se trabaja a un muy alto nivel”.

Recalca que “el profesor Carlos Díaz, que era director del Cimus, creó esta escuela de metabolismo o neuroendrocrinología, que luego continuaron Miguel López y Rubén Nogueiras, convirtiéndolo en un lugar hipercompetitivo, y las oportunidades van a estar aquí”, pero también es muy consciente de que “hay compañeros míos excelentes, mejores que yo, gente muy trabajadora que no tiene la oportunidad por cuestión de suerte o por las circunstancias, y es necesario contar con todos porque sin investigación, el país tiene lastrado su futuro”.

Por eso, asegura estar “muy de acuerdo con la idea de que en España hay fuga de talentos”, y admite también que “los recursos que yo tenía en Alemania como investigador postdoctorado eran superiores, no cabe duda de que la infraestructura era más alta, pero aunque las herramientas no sean las mismas, es posible desarrollar aquí un proyecto investigador y publicar de manera razonable”.

Considera que mayor inversión y confianza en la gente joven contribuirían a frenar esa marcha porque “sí hay buenos investigadores en España y en Galicia, pero es necesario el apoyo y la inversión de los organismos públicos porque es la única vía si queremos competir a nivel económico como país, necesitamos investigación e innovación para mejorar el bienestar de la sociedad”.

Al frente del grupo NeuRoMet en el Cimus, Ismael González está en plena fase de composición del mismo, ya que “uno no puede ir de cero a cien en nada, y aunque de momento estamos un alumno y yo, la idea es ir incorporando gente a lo largo de este curso y ya he hablado con algunos estudiantes para hacer trabajos en laboratorio”.

Sus principales líneas de investigación se centran en la relación del hipotálamo con la regulación del balance energético, “siempre relacionándolo con la obesidad, que es un interés que tengo desde niño; trabajamos en el hipotálamo para ver cómo controla el metabolismo, y últimamente me he centrado mucho en estudiar cómo las hormonas femeninas actúan en el cerebro para regular por ejemplo la ingesta de comida o el metabolismo físico”.

“Queremos ver si el hipotálamo sirve como una especie de regulador general de todos esos receptores, qué función tienen en relación con la obesidad, y quiero potenciar el tema de los estrógenos, las hormonas femeninas”, un campo en el que, asegura, “empecé en Alemania y no sé si los estrógenos me buscaron a mí más que yo a ellos, pero acabamos encontrando cosas muy interesantes, les tengo un cariño especial y me interesa ver cómo funcionan, qué hacen en el cerebro, cómo regulan el metabolismo femenino, saber de dónde vienen las diferencias en este campo entre hombres y mujeres”.

Recuerda que algunas patologías cardioavasculares son más prevalentes en la población masculina que en la femenina, como es el caso de ciertas afecciones cardiovasculares, donde se sabe que “los estrógeneos tienen efectos protectores”, pero cuando la mujer pierde la función estrogénica con la menopausia, eso lleva asociadas muchas patologías metabólicas, y se cree que es por esa falta de estrógenos”.

Además, una línea nueva en la que se está adentrando se centra en los receptores nucleares en todo lo relativo al metabolismo.

Para todo este trabajo, además del presupuesto de la beca Ramón y Cajal, que es “para captar investigadores, generar líderes de grupos con una cuantía de unos 40.000 euros para ir empezando, luego se supone que tú como investigador buscas financiación en convocatorias competitivas para poder llevar adelante tus proyectos, y es lo que pretendo en instancias europeas y estatales”.

Preguntado sobre ese interés especial por el tema de la obesidad, señala que “mi carrera investigadora siempre ha estado asociada a los mecanismos que actúan en el cerebro para regular cuánta energía quemamos, los mecanismos para mantener el peso corporal o la deriva patológica más habitual y más extendida, que es la obesidad, que tiene una gran relevancia epidemiológica”.

Destaca que ante el problema de la obesidad, presente en prácticamente todo el planeta, se alinea “con los planteamientos de la sociedad española contra esta patología, que a nivel clínico es considerada una enfermedad, pero que también debe ser así tenida en cuenta en el conjunto de la sociedad”.

El principal motivo para ello, según subraya, “que puede contribuir a reducir el estigma sobre una patología de la que quien la padece no tiene control, no es una cuestión de gula, sino que el enfermo está luchando contra una enfermedad que puede llegar a ser grave”.

Además de defender que sea considerada una patología, aboga por intentar evitar en la medida de lo posible lo que define como ambiente obesogénico, “todos aquellos ambientes que nos rodean, factores socioculturales y económicos, que acaban promoviendo el desarrollo de la obesidad, como la extensión de los ultraprocesados, las bebidas azucaradas, la comida rápida o el sedentarismo, el estrés...”.

No obstante, insiste en que “no soy un experto en salud pública y me cuesta hacer recomendaciones en este sentido, puesto que mi trabajo en este ámbito se desarrolla a nivel muy molecular”.