Opinión | opinión

'Músicas' para la historia

Celebración en Humanidades, san Isidoro, obispo de Sevilla, ciudad que en estos días pasados se llenó de alegría; lugar que no solo por su sol brilla, sino por la feria de abril con sus farolillos y algarabía.

Estamos de patrón de una parte del saber que es tan importante como el que se aglutina en cada una de las materias llamadas ‘científicas’, aunque no se investigue en una sala de microscopía. Los descubrimientos, los avances de cada día en el campo de las humanidades no salvan al mundo de las adversidades ni advierten de las calamidades naturales, pero contribuyen a remediar muchos males, tanto del cuerpo como del alma –con todas sus complejidades– y aportan conocimiento para el abordaje –y atajo– de todo tipo de enfermedades. Cuanto más se sabe de la persona, en su totalidad, más y mejor se conoce su ‘todo’, un todo que no es palabra hueca, sino término lleno de contenido. 

Coincide esta fiesta con un período en que facultades y departamentos andan a vueltas con la programación docente del próximo curso lectivo. Un galimatías que en no pocos casos se salda con atropellos y desvaríos. Quedan atrás décadas en las que -hago memoria de lo que me toca más de cerca- hasta 7 asignaturas de música (siete “Históricas Músicas”) en la USC se impartían: Introducción al Lenguaje Musical, Historia de la Música I y II, Historia del Pensamiento Musical, Historia de la Música y Folklore, Historia de la Música Española e Historia de la Música Gallega. Es una desilusión ver cómo todo aquel mapa sonoro ha quedado reducido a la mínima expresión. Por un tiempo, alumnos interesados podían optar por elegir el ‘itinerario’ musical; un poco pretencioso, sí, pues era un camino que en el plano académico –más allá de adquirir saberes– no llevaba a ninguna parte. Un itinerario que acababa en un callejón cerrado, pues no era ni Musicología ni Historia del Arte, pero suponía un pequeño eslabón, una sana ambición de que algún día acabase en algo mejor, propiciando que el alumnado no fuese a otras universidades a formase en estudios que aquí podían toparse si así lo deseasen. 

En aquel ya casi legendario año de 1999, Xacobeo celebrado a lo grande, con conciertos inolvidables, por mi parte exponía en un encuentro celebrado en Maia (en nuestra vecina nación portuguesa que ahora también está de fiesta) un programa ambicioso con una mirada puesta en lo que anhelaba para el futuro de aquélla “Historia de la Música Gallega”, destacando su implantación en un cercano pasado y con un presente que por entonces –a mi parecer– era francamente honroso. Tanto o más de lo que se pretendía. 

Hace 150 años José Mª Varela Silvari publicaba: “Galería biográfica de Músicos Gallegos”. Se lamentaba de la escasa consideración que de la música gallega se tenía. No es el panorama que ahora se respira. Si bien perdió fuelle en el ámbito académico, tiene presencia y es galardonada la música hecha por gallegos, dentro y fuera de Galicia. Véase la gala de los Premios de la Música Independiente, celebrada en Zaragoza en fecha reciente, con amplia representación de nuestra gente. No soy fan de Baiuca, ni de Xoel López, pero un galardón que para aquí viene siempre se agradece. Y si lo hubiese ganado Rosalía, también me valdría pues no en vano ha hecho Musicología. 

Escribe Isidoro de Sevilla: “La voz alta, dulce y clara es perfecta; alta para que llegue al agudo; clara para que llegue al oído; dulce para conquistar el ánimo del oyente. Si falta uno de estos requisitos (…) no es perfecta” (Etimologías). Solo le resta definir la afonía…