Candidatos Elecciones Generales 2023

Pedro Sánchez: el desafío del resistente

El líder del PSOE, acostumbrado a salir airoso de diferentes envites, se enfrenta en las elecciones del 23-J a un examen a su balance en el Gobierno

Pedro Sánchez: "Lo que estamos viendo es un tráiler de una película tenebrosa, una mayoría de PP y Vox"

PI Studio

A.R.

Con la convocatoria anticipada de las elecciones generales 2023, un movimiento audaz o temerario, según se vea, Pedro Sánchez escribe un capítulo más de su manual de resistencia, con la esperanza de que la historia siga adelante, pero también con el riesgo cierto de que el relato devenga en epílogo.

La carta de los comicios fue la respuesta elegida por el presidente del Gobierno tras encajar y asumir el golpe que el 28-M asestó al PSOE en ayuntamientos y comunidades autónomas. Acostumbrado a afrontar situaciones políticas extremas, el líder de los socialistas encara otro desafío de envergadura, después de una carrera repleta de obstáculos, que ha ido sorteando entre contradicciones y rectificaciones, pero también con el pragmatismo, la resistencia y la osadía que han caracterizado su andadura desde su ascenso al liderazgo del PSOE.

Madrileño del barrio de Tetuán (29 de febrero de 1972), se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense, después de estudiar en el instituto Ramiro de Maeztu, de donde le viene la pasión por el baloncesto y por el equipo del Estudiantes, en cuya cantera jugó hasta los 21 años.

Con su mujer, Begoña Gómez, tiene dos hijas, Ainhoa y Carlota.

Aunque optó por los números para labrarse un futuro, desde joven le inculcaron en casa el interés por la política. Su padre, Pedro, militante del PSOE, fue gerente del Instituto Nacional de Artes Escénicas y Música durante el gobierno de Felipe González.

Su madre, Magdalena, funcionaria de la Seguridad Social y universitaria tardía, le contagió su admiración por el primer presidente del Gobierno socialista. En 1993 dio el paso de afiliarse en la agrupación socialista del barrio, iniciando un camino que jamás pensó que le llevaría a la Moncloa. Tras licenciarse en la carrera en 1995 y hacer la mili, se apuntó por primera vez a la lista del paro y obtuvo un primer trabajo en una asesoría fiscal donde ganaba 40.000 pesetas 'en negro', como él mismo reveló.

La falta de oportunidades llevó a emigrar a Estados Unidos, donde trabajó en una empresa financiera de 'chico de los recados' llevando papeles de un lado a otro. Después, fue a Bruselas a cursar un máster en Economía Política Europea en 1997 que le abrió la mente y le permitió aprender idiomas.

Sánchez, en una comparecencia en Bruselas

Sánchez, en una comparecencia en Bruselas / EP

Con la mochila llena de experiencias, regresó a España en 2000, donde volvió a alistarse al paro antes de trabajar en la OCU. Sus contactos le abrieron la puerta de Ferraz, donde fue asesor de Economía de la Ejecutiva Federal entre 2000 y 2004, con José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general. Al tiempo, se estrenó como concejal en el Ayuntamiento de Madrid, donde mantuvo el acta hasta 2009.

En su faceta de economista, compatibilizó la actividad política con la de profesor asociado de la Universidad Camilo José Cela (Madrid), donde se doctoró en 2012 con la calificación de sobresaliente cum laude en un doctorado que recibió después múltiples críticas. En septiembre de 2009, con Rodríguez Zapatero en la Moncloa, subió un escalón al pasar a ocupar el escaño que dejó vacante el exministro Pedro Solbes. Al no revalidarlo, se puso a dar clases y a trabajar como autónomo en una consultora, pero el destino le hizo otro guiño y regresó al Congreso en enero de 2013 para sustituir a Cristina Narbona.

El ascenso al poder de Sánchez

En julio de 2014, se presentó a las primarias y fue elegido secretario general del PSOE como relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba tras derrotar a Eduardo Madina y a José Antonio Pérez Tapias.

Fue el inicio de una etapa convulsa para la política española y también para los socialistas. La implosión del bipartidismo, entre otros motivos, arrastró al PSOE hasta su peor resultado histórico en las elecciones generales de 2015. Sánchez rechazó entonces ofrecer sus votos para permitir gobernar a Mariano Rajoy, quien tampoco contaba con una mayoría suficiente, y alcanzó en 2016 un acuerdo con Ciudadanos para protagonizar la primera investidura fallida de la historia de la democracia en España.

El bloqueo político abocó a unas nuevas elecciones, ese mismo año, en las que el PSOE ahondó en su caída. Firme en su “‘no’ es ‘no’”, descartó de nuevo facilitar que Rajoy resultase investido, abriendo una crisis en el PSOE que acabaría cobrándose su propia dimisión. Fue solo un paréntesis. Desde los márgenes del partido, Sánchez se labró su fama de resistente para regresar a la Secretaría General en las primarias de 2017, derrotando en la votación a Susana Díaz y a Patxi López.

Un año después, tras el fallo de la Audiencia Nacional sobre la primera macrocausa del caso Gürtel, presentó la moción de censura que descabalgó al Gobierno del PP de Rajoy, apoyado por las fuerzas de izquierda, nacionalistas e independentistas. Pero en 2019, casi sin pausa, Sánchez volvió a someterse por partida doble al escrutinio de las urnas, en la segunda repetición electoral -abril y noviembre- en tres años. En ambos casos el PSOE resultó el partido más votado, con mayoría simple, pero sólo tras los segundos comicios logró alcanzar un acuerdo para gobernar tras pactar un Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos y conseguir el apoyo o la abstención de otras formaciones.

Ahora, casi al final de la travesía de una legislatura agitada, Sánchez vuelve a poner en juego sus dotes de estratega para seguir resistiendo.