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La tropicalización del auga atrae nuevas especies a las rías en un `annus horribilis´ para la pesca y el marisqueo

Los efectos del cambio climático empiezan a percibirse en la costa gallega, con temperaturas anormalmente altas que resultan atractivas para los peces migrantes, mientras otros autóctonos desaparecen o no van arriba

Un hombre fotografía las bateas en aguas de O Grove a bordo de un barco de pasaje que realiza un recorrido por la ría

Un hombre fotografía las bateas en aguas de O Grove a bordo de un barco de pasaje que realiza un recorrido por la ría / M. méndez

Hace unos meses, el biólogo marino Xandro García navegaba por la ría de Ferrol probando una ruta para su empresa Marabaixo cuando se vio sorprendido por el salto de un atún rojo espléndido. “Lo primero que pensé fue: ¡Qué suerte haberlo visto! Pero después reparé en que es muy raro encontrar esta especie en Galicia y, sobre todo, en las rías del norte”, recuerda. El avistamiento de atunes rojos en las rías gallegas es, efectivamente, algo excepcional al ser un pez que se asocia al Mediterráneo. Pero hay otras muchas especies que empiezan a ser habituales en las costas, atraídas por el ascenso de la temperatura del agua, en un fenómeno al que los expertos se refieren como la tropicalización de las rías. “Buscan las aguas en las que están más cómodas”, explica Eva Velasco, oceanóloga que trabaja en el centro vigués del Instituto Español de Oceanografía.

Explica que, tras un año de temperaturas “anormalmente altas” tanto en tierra como en el mar, se ha producido un “desplazamiento” de los peces migrantes hacia el norte y hacia aguas más profundas. Es el caso de algunas especies que antes estaban muy cómodas en el Golfo de Cádiz y que ahora lo están también en Galicia y en el Cantábrico.

La tropicalización del auga atrae nuevas especies a las rías en un “año horribilis” para la pesca y el marisqueo

Xandro García, biólogo: "Cada vez vive más gente en los entornos costeros y eso tiene consecuencias en la pesca y el marisqueo" / SUSANA LÓPEZ CARBIA

Ocurre con el sapo lusitano, visto por primera vez en aguas gallegas en 2018 y que se ha adaptado tan bien a nuestras rías que ya se puede encontrar a la venta en los mercados. También pasa con el lenguado senegalés, el pez limón o el sampedro plateado, mientras otras especies propias de nuestras rías, como la caballa y el jurel, van desapareciendo, con lo que eso supone para la flota del cerco.

Falta mejilla y apenas hay berberecho

La tropicalización del auga atrae nuevas especies a las rías en un “año horribilis” para la pesca y el marisqueo

El pescador Rogelio Santos, conocido por su actividad divulgadora en redes sociales / SUSANA LÓPEZ CARBIA

“Asusta un poco”, dice el marinero Rogelio Santos, un pescador de Porto do Son muy conocido por sus vídeos de divulgación sobre el mundo del mar. “Este está siendo un año horribilis para la pesca y el marisqueo en Galicia”, incide. Ejemplos de los que echar mano no le faltan. Entre ellos, las recientes disputas entre los sectores del mejillón y del percebe: “Pelean entre ellos, pero la realidad es que las piedras no crían mejilla como antes”, dice.

Santos recuerda también la mortandad de navajas que se produjo este verano en la playa de A Lanzada y que tuvo mucho que ver con la elevada temperatura del agua, entre los 18 y los 21 grados, tres por encima de lo habitual, así como con la falta de viento del norte.

“No solo es el calor”, matiza. También las precipitaciones torrenciales traen consecuencias indeseadas, como está pasando en la ría de Muros y Noia, donde, para desesperación de la cofradía, “apenas hay berberecho” y el que hay es “muy pequeño” a causa de la baja salinidad de las aguas tras la entrada de un exceso de agua dulce procedente de la lluvia.

La tropicalización del auga atrae nuevas especies a las rías en un “año horribilis” para la pesca y el marisqueo

Eva Velasco, oceanóloga: "Vamos a tener que adaptarnos al cambio climático, que ya está aquí, tanto en tierra como en mar" / SUSANA LÓPEZ CARBIA

Pero mientras unas especies no van arriba, otras, foráneas, se van acercando a Galicia. A Rogelio Santos no se le olvidará nunca la sorpresa que se llevó este verano mientras pescaba en Corrubedo, cuando, a punto de arrancar hacia tierra, divisó una lampuga o dorado de seis o siete kilos. “Solo la había visto en fotografías de revistas de pesca deportiva, pero situadas en México o como mucho en Canarias o el Estrecho de Gibraltar”. Hace tres semanas, en el puerto de Malpica aparecieron otras cinco lampugas.

Tampoco el tiburón martillo, que vive en las cálidas aguas del trópico, se había visto antes en Galicia, hasta que apareció este verano en la costa de Lugo. “Sé que es un hecho aislado, pero me impactó profundamente”, admite. “Este año tuvimos semanas continuadas con el agua como el caldo. No lo recuerdo nunca”, añade.

Santos se declara “muy preocupado” por los cambios que todos estos fenómenos, sumados a los problemas de sobreexplotación, pueden suponer para el “modo de vida” de los pescadores gallegos y para la capacidad productiva del sector.

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El marinero sonense alerta de que la viabilidad de la flota gallega del cerco pende de un hilo. “Si la caballa va más hacia el norte los barcos más grandes podrán perseguirla, pero los pequeños no”, razona.

A los efectos del cambio climático, recuerda el biólogo marino Xandro García, se suman los que tienen que ver con la propia actividad humana. “Cada vez vive más gente en los entornos costeros. Nos acercamos más al mar y eso también tiene consecuencias”, afirma.

En todo caso, como señala la oceanóloga Eva Velasco, el cambio climático es una realidad de la que no podremos escapar. “Tenemos que intentar mitigar sus efectos negativos, pero no nos va a quedar más remedio que adaptarnos al cambio climático, porque ya está aquí. Eso está claro”, zanja.