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La negra sombra de ETA en Galicia

Luis Pérez Fernández

Luis Pérez Fernández

LA ENTRADA DE ETA EN CAMPAÑA, DADOS LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS, ES NATURAL. Por varios motivos. La estrategia de los dos grandes partidos (PSOE y PP) de convertir los comicios del 28-M en unas primarias o primera vuelta de las generales ayuda a que cualquier asunto que supere el perímetro municipal o autonómico alcance máximo nivel de interés. Y más en un caso como este, directamente vinculado a unas listas electorales de índole local en las que se incluyen a 44 miembros o colaboradores de la organización terrorista, siete de ellos condenados por delitos de sangre.

Es natural, y saludable, que el debate sobre ETA siga vivo. Como lo es sobre el franquismo a dos años de cumplirse medio siglo de la muerte del dictador. “Ni olvido, ni perdono”, decía el ministro socialista Múgica cuando velaba el cadáver de su hermano asesinado. Tan solo cinco años después de disolverse ETA, con cientos de casos sin resolver y sin que sus herederos políticos condenen sus crímenes, es imposible no indignarse ante la provocación cometida incluyéndolos en sus listas. Legal sí, pero indecente, como definió Sánchez. Ahora bien, el presidente y su partido debieran hacer algo más que una declaración. Exigir, cuando menos, la renuncia de los otros 37 condenados o romper relaciones con EH Bildu.

Es natural que en Galicia haya un profundo malestar. Uno de los candidatos de Bildu al ayuntamiento de Irún asesinó a un vecino de Baleira (Lugo) en 1992. El joven policía fue acribillado a balazos en presencia de su mujer. De los 854 muertos atribuidos a la organización, cerca de 70 eran gallegos. El primer crimen reconocido por la banda era un guardia civil de Malpica, motorista, cuando regulaba el tráfico. Las familias de tres jóvenes gallegos que se habían trasladado a Francia, torturados y asesinados al ser confundidos con policías, cincuenta años después reclaman que al menos les digan donde fueron enterrados. Alguien lo sabe.

Dado el cariz nacional de la campaña, a la vinculación de ETA al ámbito local a través de los candidatos de Bildu y el daño causado entre nuestros paisanos, no podemos ser ajenos al debate público de máxima actualidad en el conjunto de España. Aunque la prioridad de las corporaciones es prestar unos buenos servicios a los ciudadanos, también hay valores que defender. No se pueden cerrar los ojos ante la indecencia. Galicia sufrió con especial intensidad el terrorismo etarra.

Con algunos errores, pero con más aciertos, la democracia venció a ETA. La banda anunció el fin de la “actividad armada” con Zapatero en el Gobierno y su disolución con Rajoy. Pero el mérito principal, si así se puede calificar, fue de un hijo de gallegos, Miguel Ángel Blanco, sin quererlo y pagando con su vida, quien provocó que la sociedad dijera hasta aquí habéis llegado. Otra razón más para que Galicia no olvide ni perdone a quienes siguen provocando, no se arrepienten y tratan de evitar la justicia.

Bildu hace algunos progresos, o eso aparenta, para superar la etapa anterior, pero son insuficientes y seguramente por interés electoral. La retirada a medias de sus candidatos le sirve para ganar protagonismo y dar oxígeno al PSOE ante los malos datos de las encuestas. También en las de Galicia, donde su cercanía a Sánchez podría hacerle perder alguna alcaldía importante. Caballero en Vigo, aun sin correr riesgo, lo entendió perfectamente.