{ POLÍTICAS DE BABEL }

El mar: frontera y necrópolis

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

LOS RESTOS DE BARCOS Y PATERAS hundidas constituyen monumentos fúnebres que nos recuerdan la dejadez y la falta de compromiso de quienes deberían trabajar para evitar que el fondo del mar se convierta en una inmensa necrópolis; un camposanto que, pese a su profundidad y oscuridad, no oculta ni el sufrimiento y las miserias de quienes intentaron atravesar el Mediterráneo hacia Europa, o el Atlántico hacia Canarias, ni las vergüenzas de los gobiernos que no son capaces de coordinarse para darle una solución a una de las mayores tragedias de la actualidad.

La ONU ha declarado que el plan migratorio de la UE, obsesionada con las mafias y los traficantes, es un fracaso; con Malta en huelga de brazos caídos; Frontex, apenas advirtiendo de los avistamientos; las ONG, criminalizadas y sancionadas; Italia, dando bandazos dependiendo del volumen de llegada; y Grecia, expectante ante las acciones de devolución en caliente y retorno forzoso que se ejecutan desde el África mediterránea, sobre todo en Libia y Túnez. En el Atlántico sucede algo parecido; y se espera que sean Mauritania, Senegal y, sobre todo, Marruecos, los que impidan las migraciones y asistan a quienes se lanzan al mar. Craso error; pues delegar genera respuestas tardías que no impiden las tragedias.

España, por ejemplo, al detectar pateras o lanchas, debe acudir, desde el inicio, con sus barcos y helicópteros, independientemente de que el Reino de Marruecos confirme el envío de patrulleras de auxilio. Así lo dicta el Derecho del Mar y las convenciones internacionales. Pero no siempre es así, como ha sucedido esta semana tras el naufragio de dos pateras procedentes del Sáhara en la ruta canaria. La llegada tardía de asistencia provoca muertes y rescates más precarios e ineficaces. Todo parte del temor de los países a que las personas auxiliadas se queden en sus territorios, pese a que la intención última de éstos es alcanzar otras naciones más integradoras y factibles para labrarse un futuro digno.

Según la OIM, el pasado año 1.417 seres humanos perdieron la vida sólo en el Mediterráneo central. Y en lo que llevamos de 2023, son ya 1.166. En 2022 fueron más de 3.800 los fallecidos registrados en todo el Mare Nostrum. Por su parte, la ONG Caminando Fronteras advierte de que, en los últimos cinco años, 11.286 personas murieron en la ruta canaria. Hace una semana lamentábamos una terrible tragedia en el mar Jónico, con cientos de fallecidos procedentes de Libia. Este miércoles Salvamento Marítimo rescató a 51 personas en Lanzarote. Y el jueves llegó una embarcación a El Hierro con 121 personas; y hubo dos naufragios: uno en Gran Canaria y otro en Lampedusa. Son migrantes, refugiados y solicitantes de asilo que huyen del hambre, las guerras y la pobreza. Urge diseñar rutas seguras y coordinar las misiones de rescate.