{ POLÍTICAS DE BABEL }

Agoreros o realistas

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

NO HAY NADA MÁS MOLESTO y aburrido que ser agorero. Pero hay veces que los datos que nos ofrecen los organismos de análisis y predicción no nos permiten ser optimistas. Hay evidencias que es imposible disimular. El aceite de oliva sube (casi un 70% en un año); y el azúcar (más de un 40%) y las patatas (un 21%), también. La gasolina se dispara, y las hipotecas se vuelven inasumibles. En esto estamos todos de acuerdo, ¿verdad? Pero nada; ahí seguimos. Aguantando el tirón. Como si todo fuese normal o aceptable. Descargando la responsabilidad sobre la invasión rusa de Ucrania, o ahora debido al sobrevenido conflicto bélico palestino-israelí. Antes fue la crisis de los suministros por el cerrojazo chino. Y en un momento anterior las consecuencias de la ingrata pandemia generada por la Covid-19. Incluso seguimos culpando a la crisis económica y financiera de 2008.

Lo cierto es que el FMI nos acaba de advertir esta semana a los españoles sobre una desaceleración de nuestra economía, rebajando hasta tres décimas su previsión de crecimiento para el próximo año. ¿Pero, cómo cabrearnos con el FMI, si el propio gobernador del Banco de España, quien también es miembro del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE), estima que ni nuestro poder adquisitivo ni nuestra capacidad salarial se recuperarán hasta 2026? De hecho, el IPC vuelve a subir por tercer mes consecutivo, repuntando en septiembre la inflación general al 3,5%, y la subyacente al 5,8%. Y es que la electricidad y los carburantes no dan tregua desde el mes de mayo.

Así resulta imposible ser optimista. El propio Gobierno alemán “empeora sus previsiones”, y reconoce que su inesperada política anti-inmigratoria repercutirá en su constatada “falta de mano de obra cualificada”. Así lo ha manifestado esta semana su ministro de Economía, Robert Habeck. Y es que, en sus reuniones con el Banco Mundial de la semana pasada en Marrakech, el FMI aseguró que Alemania cerrará este ejercicio en números rojos (-0,5%), y que Francia e Italia apenas crecerán. Su directora gerente, Kristalina Georgieva, habla de “las perspectivas menos halagüeñas en décadas”. Y hasta la siempre prudente OMC predice una reducción del comercio mundial de mercancías que se hará evidente ya a finales de 2023.

Si a ello le añadimos un invierno largo y bélico al este de Europa y en Oriente Medio, así como una economía china que, pese al repunte del consumo, no termina de recuperarse, pues como para atreverse a invertir esos ahorros que quizá acumulamos durante la pandemia; y más sabiendo que el Banco Mundial asegura que “el crecimiento mundial se desacelerará significativamente en un contexto de alta inflación, políticas monetarias restrictivas y condiciones crediticias más limitadas”, y alerta sobre perturbaciones financieras “en mercados emergentes y economías en desarrollo”.