{ POLÍTICAS DE BABEL }

Inmigración, sociedad y política

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EL FENÓMENO MIGRATORIO, del que nos hemos hecho eco aquí en tantas ocasiones, requiere una aproximación desapasionada, más allá de cuestiones ideológicas o partidistas. Cada proceso responde a diversos factores; pero todos ellos susceptibles de ser analizados desde perspectivas complementarias. Tiene una dimensión política, sí; pero también habrá de ser estudiado desde un punto de vista económico, laboral, demográfico, y hasta cultural. De ahí el impacto de la inmigración desordenada en los países de acogida, y las variables a la hora de interpretarla y gestionarla.

El primer paso debe ser ver en “el otro”, en el inmigrante, a un hermano. Un ser humano como cualquiera de nosotros que, debido a factores tan ingratos como sobrevenidos (desigualdad, pobreza, guerras, hambruna, etc.), se ve forzado a emprender una peripecia vital incluso a riesgo de perder su vida. Lo segundo es recordar la historia, nuestro propio pasado como emigrantes, y el de nuestros antepasados en tiempos de necesidades. Es cierto que los tres grandes flujos de emigración gallega que tuvieron lugar en el siglo XX tanto hacia Europa como con destino a América se realizaron de manera más reglada, muchas veces con contratos de trabajo previos, y casi siempre con la ayuda y el amparo familiar y económico de quienes habían emprendido antes el periplo de la emigración. También es justo reconocer que hablamos de una capacidad de adaptación, incluso cultural, mucho mayor que la que se detecta hoy día.

Aun así, no debemos perder nuestro espíritu solidario ni nuestra conciencia humanitaria. Incluso atendiendo a nuestros hermanos canarios, no podemos mirar hacia otro lado; y sí buscar, sin embargo, la forma de echarles una mano en la gestión de tanta oleada inmigratoria (23.000 personas en lo que va de año), más allá de la falta de colaboración europea (y su fracasado Plan Migratorio), o del modo caótico en que Bruselas afronta y gestiona uno de los fenómenos más previsibles del siglo XXI. Tampoco el Gobierno de coalición en funciones, ni sus ministerios de Interior y Migraciones han sabido afrontar la cuestión. Prueba de ello es la improvisación y falta de información relativa a la reubicación y traslado de los inmigrantes a la Península.

Esta falta de transparencia redunda en perjuicio de los más vulnerables, los inmigrantes; y genera sorpresa social y crispación política entre las distintas administraciones. Dicho esto, conviene no olvidar que, como advierte el alto comisionado de la ONU para los Derechos humanos, Volker Türk, “la polarización deshumaniza”. Ante el fenómeno migratorio debe primar lo dispuesto en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en los dos Pactos añadidos a la Carta Internacional, y también aquí, en Europa, en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE; tres textos que debemos repasar.