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Las dos Españas:1986 y 2023

Luis Pérez Fernández

Luis Pérez Fernández

LA JURA DE LA CONSTITUCIÓN al cumplir la Princesa de Asturias la mayoría de edad, el pasado 31 de octubre, sirve también para hacer memoria sobre la España de hace 37 años, cuando el hoy rey Felipe VI prestó el mismo juramento el 30 de enero de 1986. Es natural que tras casi cuatro décadas muchas cosas hayan cambiado en este país. Algunas para bien, sobre todo en el ámbito social y de la igualdad, pero otras para no tan bien. Incluso para mal. Entre las negativas me permito señalar las de orden político. El país estaba por entonces más centrado; hoy la polarización domina la escena política, con notable presencia de los extremos en las instituciones.

Cuando la Jura del Príncipe Felipe gobernaba el PSOE con amplia mayoría absoluta, 202 diputados de los 350 de la Cámara. En la de Leonor sigue el PSOE, en funciones pero a punto de lograrlo de nuevo con solo 121 diputados propios y sin ser el partido más votado. Lo conseguirá gracias a un pacto con al menos cinco formaciones de características muy diferentes. Y digo cinco (BNG, ERC, Junts, Bildu y PNV) aunque en realidad son muchas más porque dentro de Sumar, que debería ser una más, conviven cerca de una veintena de organizaciones entre las que se encuentra el verso suelto de Podemos.

Treinta días antes, 1 de enero de 1986, de la Jura del Príncipe de Asturias España entraba a formar parte de la Comunidad Económica Europea y 40 dias después, 12 de marzo de 1986, se aprobaba en referéndum la permanencia en la OTAN, a la que el PSOE se oponía cuando antes de 1982 estaba en la oposición. Desde la dirección socialista de hoy se reprocha a González que critique la rectificación sobre la amnistía mientras él también mudó de opinión. Tal reproche resulta inapropiado, incluso mezquino. La entrada en la OTAN no era un acto ilegal mientras que Sánchez decía hace solo medio año que la amnistía era inconstitucional. González no sacó provecho personal y político de su decisión. Al contrario, en las siguientes elecciones perdería apoyo electoral mientras que Sánchez lo necesita y así reconoce –“Hacer de la necesidad virtud”– para continuar en el poder y cientos de socialistas en sus cargos.

Gracias a la presencia en la Unión Europea mejoró la situación económica en España, pudiendo afrontar con mayor eficacia las graves crisis del 2008 y de la pandemia. La permanencia en la OTAN refuerza la seguridad y defensa, con efectos colaterales tan valorados como fue la supresión del servicio militar obligatorio, el 31 de diciembre de 2002 por Aznar, para transformar las Fuerzas Armadas en ejército profesional, a la imagen de los países más desarrollados.

La claridad y determinación con que hace 27 años se afrontaba la política internacional contrasta con la inseguridad y contradicciones actuales. La presidencia española es una rémora para la Unión Europea, ya de por si con escaso protagonismo en el tablero mundial. Las diferencias dentro del Gobierno sobre la guerras de Ucrania y la de Hamás e Israel no hacen de España un socio capital ni fiable. El cambio de posición sobre el conflicto saharaui-marroquí supera incluso las consideraciones políticas para convertirse en tema ético. Las relaciones con los países de América del Centro y del Sur son bastante más livianas en la década del 80.

Dos datos más: en el Congreso mandaba Peces Barba con autoridad mientras que la presidenta Armengol no tiene siquiera autonomía para fijar la fecha de investidura. Del otro poder del Estado, el judicial, la comparación resulta ociosa. Montesquieu está en la UCI.

Por lo tanto, ceñidos al ámbito de la política nacional, comparando 1986 y 2023, recordemos al poeta: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Pero también sabemos, afortunadamente, que hay vida más allá de Puigdemont.