GLOBAL-MENTE

La calculada deserción del presidente Michel

Beatriz Beiras

Beatriz Beiras

EL AÑO ELECTORAL europeo comienza con un sonoro pistoletazo de salida y lo ha dado el mismísimo presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel. El siete de enero, el político anunció a tres periódicos belgas que se presentará a las elecciones europeas, previstas del 6 al 9 de junio, por el partido liberal francófono MR como “Spitzenkandidat” o cabeza de lista, asegurándose así el acta de eurodiputado. 

Dijo a los medios que su propósito es revalidar su legitimidad ante el electorado para poder llevar a cabo las reformas de la Unión Europea que ya tiene esbozadas, con el horizonte puesto en 2030.

Gran ambición y seguramente buena intención que, sin embargo, no pueden ocultar la sospecha de un calculado salto adelante para dar continuidad a su carrera política. Es fácil imaginar que para tal misión no se conformará con ser un simple eurodiputado. 

Con 48 años, Charles Michel pertenece a esa generación de jóvenes políticos que llegan a la cúspide en dos zancadas. Hijo de Louis Michel, que fue ministro de Exteriores y comisario europeo, Charles es abogado pero pronto se decantó por la política, fue alcalde de Wavre y en 2014, a los 38 años, se convierte en primer ministro. ¿Paso siguiente? La presidencia del Consejo Europeo el 1 de diciembre de 2019; en 2022 es reelegido para un segundo mandato –no renovable– que expira el 30 de noviembre de este año. 

Ah, pues no. El presidente dejará su cargo el 16 de julio, y, sorpresa, ¿quién lo reemplazará? En principio Viktor Orbán. Así lo establece el Reglamento Interno del Consejo de la UE, que dice: en caso de impedimento, fallecimiento o de que se ponga fin a su mandato, será sustituido, hasta la elección de su sucesor, por el miembro del Consejo Europeo que represente al Estado miembro que ejerza la presidencia semestral del Consejo. 

Ironía del destino, este año Bélgica ocupa la presidencia semestral hasta julio, y Hungría en la segunda mitad del año. Michel resuelve el lío que armó de un plumazo ya que según él los líderes del Consejo tienen tiempo de sobra para buscar un sustituto y evitar que el euroescéptico Viktor Orbán tome las riendas del Consejo. Sí vale, pero ahí queda el daño colateral de convertir el liderazgo de la UE en hazmerreír.

Y no es la primera vez que el ansia de protagonismo de Charles Michel daña la reputación internacional de la UE. El sofagate ridiculizó a Ursula von Der Leyen, dio satisfacción a la misoginia del presidente turco Recep Tayyip Erdogan y evidenció la falta de educación de Charles Michel al sentarse él en la única silla disponible para el encuentro. 

Es sabida la rivalidad entre el presidente del Consejo y la presidenta de la Comisión por llevar la voz cantante, y en parte es comprensible dada la indefinición del puesto que ocupa Charles Michel. El reglamento dice que su misión es coordinar los trabajos del Consejo en cooperación con el presidente de la Comisión… es decir, un facilitador de consensos para sacar adelante decisiones. Y Charles Michel consiguió acuerdos difíciles como la ayuda a Ucrania, el plan de recuperación pos-Covid o el Pacto Verde Europeo. Ahora quedarán empañados por su estampida seis meses antes de acabar su mandato, y un mal ejemplo para otros que ven el Parlamento europeo como un cementerio de elefantes donde no hay que rendir cuentas ante sus electores o como un trampolín para sus ambiciones.