BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Nitrógeno

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

AL REO Kenneth Eugene Smith lo mataron el jueves con una ración de nitrógeno. Podríamos decir que lo ejecutaron, ese lenguaje de la Historia oficial, pero hay que decir que lo mataron, porque eso describe la acción más al desnudo, sin pamemas léxicas. Lo mataron, con toda la física y la química del término. 

El recurso al gas nitrógeno parece que es lo último en técnicas o métodos de ejecución (ya me he dejado llevar por el lenguaje): técnicas de matar a reos que han matado, como es el caso, pues parece ser que sobre Eugene Smith pesaba una condena a muerte (ahí sí se usa el término, sin disimulos) por el asesinato en los ochenta de Elizabeth Sennett, la mujer de un predicador. 

Hablar de ‘técnicas y métodos de ejecución’ ya da bastante escalofrío. Tiene la frialdad de esos manuales tan didácticos, asépticos imagino, en los que la técnica no deja jamás una rendija a la emoción. Y no me extrañaría que hubiera una explicación del proceso paso a paso, que estas cosas exigen su precisión, su triste precisión: lo que debe hacer y lo que no el verdugo (si es que hay verdugos). Lo que debe hacer y lo que no para tener éxito, me refiero. Tener éxito significa en este caso concreto matar al reo, sin titubeos.

Viene a cuento lo de la nueva técnica de matar a gente condenada a muerte porque, al parecer, lo de la inyección letal está empezando a desdeñarse. No porque fuera más inhumano, supongo (todos estos métodos rivalizan en inhumanidad), sino porque al parecer falla mucho, por lo que sea. En Alabama, que es donde ejecutaron a Smith con el nitrógeno (perdón otra vez, pero el término es tozudo), ya habían fracasado tres veces con la inyección letal en 2022, y claro, si quieres tener éxito y que se note, esto no es de recibo.

Escucho en los informativos (la cosa aparece unos segundos) que en 2022 Kenneth Eugene Smith ya fue enviado a la muerte (al patíbulo, como se diga ahora), pero los encargados de la cosa no le encontraron la vena. Esto pasa mucho en los ambulatorios, en las urgencias: a veces a la gente no le encuentran la vena, mire usted, lo que sucede es que las venas pueden buscarse para salvar vidas, para sanar enfermedades, o, como en el caso de Smith, para suministrarle una dosis de ponzoña letal. Hay que alabar la impericia del verdugo o agradecer a quien sea el mal estado de sus venas: y eso que, leo en los papeles, estuvo el reo cuatro horas tumbado y atado, claro, en la camilla. Un milagro lo de sus venas. Eso sí es un milagro y no otros. Pero, al parecer, se han dado prisa para buscar un método más eficaz. Eficacia, tíos. Eficacia por encima de todo. Esta es la cuestión.

Y así fue cómo a Kenneth Eugene Smith lo mataron el jueves con una ración de nitrógeno. La gobernadora de Alabama, una tal Ivey, dijo que era un método experimental. Asfixia con nitrógeno. Sólo le faltó decir que experimental sí, pero que había funcionado a pedir de boca. El éxito, ya saben. Lo de no encontrar la vena, en algo tan serio como matar a alguien, no podía volver a pasar, habrán pensado. Que vaya mierda de imagen, o sea. En este mundo tecnológico a tope, en un país modernísimo: por favor.

El final de la inyección letal parece inminente, porque, además, las farmacéuticas se niegan a suministrarla (leo) y Europa no permite vender esas drogas letales desde hace más de una década. O sea, Europa hace lo que hay que hacer. No ayudar a suministrar la muerte: a nadie. No permitir que se lleve a cabo algo tan fieramente inhumano como una condena a muerte. 

Ya supongo que se quedarán con el método experimental, visto el éxito, en este mundo que persigue la eficacia. Los testimonios de quienes asistieron describen algunos minutos de convulsiones. Si los ejecutantes fueran preguntados, tal vez dirían: qué quieren, es que lo estamos matando. La lógica aplastante es lo que tiene. El reo dijo que aquello, lo suyo, su muerte por nitrógeno, hacía que la humanidad diera un paso atrás. Una verdad indiscutible. Que, sin embargo, no alteró las manos ni las conciencias de los encargados de mover el mecanismo letal. Bueno, a lo mejor era automático.