BUENOS DÍAS Y BUENA SUERTE

Taylor Swift, nuestra globalidad

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

Por motivos que en España no se entienden, pero que compartimos con extraña intensidad mediática, la Super Bowl concita una atención feroz. Viene a ser algo así como una celebración de Estados Unidos, y no falta el toque musical (los contratados para ese menester sienten que ser invitados allí implica participar en un rito de identidad y defensa de la esencia patria). A ello se le ha sumado la figura de Taylor Swift, investida de pronto de poderes casi celestiales, sobrevolando como una heroína el cielo de América.

En tiempos de pantallas y redes sociales, conviene buscarse un icono, o un símbolo. Por si no llega con las banderas y los himnos. ¿No ocurrió con Marilyn? No pongo en duda, por favor, la importancia de la carrera musical de Swift (en realidad, no tengo ni puñetera idea al respecto), pero lo curioso es esa conversión de la cantante en figura referencial absoluta, quién sabe si a pesar suyo (aunque no creo), esa apropiación quizás inevitable, que no deja de crecer, y que la coloca como modelo a seguir, no sé si de éxito o como epítome de la felicidad que deberíamos de sentir, en lugar de lloriquear tanto.

Probablemente Taylor Swift hace bien en aprovecharse del momentazo. Visto en su conjunto, parece un diseño perfecto para el primer mundo, sin que falte detalle, pero no quiero decir que sea buscado desde el minuto inicial, sino el resultado de su atracción positiva (algo que comercialmente también es irresistible). Salvando las distancias, aquí también generamos estas movidas, aunque no sé si nuestros celebrados referentes mediáticos llegan a esta intensidad ‘tayloriana’. La globalidad de las pantallas prefiere jugárselo todo al mismo número, acumular grandeza y divinidad en la misma figura, resaltar una estrella por encima de todas, y Swift es esa estrella, tíos.

Estas cosas, eso sí, pueden devenir en un exceso de santificación, en instantes que rezuman cierta simpleza o puerilidad… pero ¿alguien ha dicho que esas no son relevantes características de este tiempo pantallero? La sublimación de ese reinado mediático llegó con el beso global a su novio, Travis Kelce, jugador del equipo ganador, los Kansas City Chiefs, logrando así la ‘kiss cam’ del año, eso seguro. Y envolviendo de paso al personal en esa atmósfera de la fama sin fisuras, de la felicidad bien acabada. O sea, la narrativa perfecta de los cuentos de hadas. “Un beso para la historia”, decían por allí.

No me extraña que toda esa divinidad de la fama, acumulada con una intensidad agotadora en la misma persona, haya terminado en la escena política. Aunque de un modo bien distinto, lo mismo sucedió, por ejemplo, con Marilyn. La disputa electoral entre Trump y Biden parece alcanzar también a Taylor Swift. Y cuando esto ocurre es que tu nombre puede mover montañas (¿de votos?). Todo por la audiencia, eso es. Nadie hace ascos a la atracción mediática y, en tiempos polarizados, las teorías de la conspiración ya se han cebado con la cantante. En torno a Swift empieza a construirse una mitología, que va desde la afirmación de que se trata de la reencarnación de una sacerdotisa satánica de los años 80 (eso leo en algunos periódicos: esperaba algo mejor, más mítico, o sea) a que se trata, en realidad, de una espía infiltrada por el gobierno, o al servicio del Pentágono. Es un no parar.

Llegados a este punto, el beso global a Travis va a ser lo más verdadero que tenemos. He leído en un periódico deportivo que cuando Taylor está presente en los estadios, su novio “promedia 99 yardas”, y que cuando ella no está se queda en 49. Ah, los poderes del amor. Quizás Biden y Trump podrían sufrir un efecto parecido en las urnas… Dice el republicano, preocupado al parecer por la influencia que Taylor Swift podría tener en las elecciones, que ella nunca iría contra alguien que le hizo ganar tanto dinero (Trump fue quien aprobó la ‘Music Modernization Act’), por lo que sería extraño, insiste, que Taylor apoyara a Biden, que “nada hizo ni hará por ella”. Ahí está Trump y la poesía del dinero. Swift, de momento, besa a Travis en directo y calla.