AL SUR

La no permanencia

Marcelino Agís Villaverde

Marcelino Agís Villaverde

Para budistas y sintoístas, así como para otras religiones orientales, la existencia humana se caracteriza por el hecho de que nada es permanente. Un aspecto simbolizado en el Gran Santuario de Ise, el templo sintoísta más importante de Japón, que visité en varias ocasiones.

A diferencia de otros santuarios, este tiene la particularidad de que se derriba y se reconstruye cada veinte años. Dado que es de madera, los carpinteros que realizan este impresionante trabajo pertenecen a una misma familia que, durante generaciones, se encarga de ejecutar las sucesivas obras. La idea es mostrar, a través de esta renovación periódica del santuario, que nada es permanente.

Para nuestra mentalidad occidental y nuestra cultura religiosa sería impensable derribar y volver a construir cada veinte años, no ya la Catedral de Santiago, sino la iglesia de cualquier pequeña aldea. Hasta diría que la idea es justamente la contraria: mostrar que nuestros edificios religiosos están hechos para la eternidad.

La pasada semana hemos conocido la triste noticia de que un incendio ha devorado el interior de madera del monasterio budista de Ventoselo, en San Amaro. Un lugar que solía visitar con los estudiantes de la materia de Filosofías Orientales. La monja ourensana Tenzing-Ngyung (antes Berta Varela), les explicaba amablemente los principios fundamentales de la secta budista que rige su vida monástica y regresábamos a Santiago de Compostela, fijándonos en no pisar ningún bichito en el sendero que lleva al aparcamiento, pues para el budismo es preciso respetar cualquier forma de vida.

El monasterio de Ventoselo se construyó rehabilitando una casa tradicional gallega de gruesas paredes de granito y, por lo que he visto en las imágenes de la prensa, toda la estructura exterior ha soportado bien el incendio. La monja ha dicho en unas breves declaraciones que esta tragedia le ha enseñado que nada en la vida es permanente. Es verdad, pero habría que añadir que algunas cosas (como el granito) son más permanentes que otras. Algo que alumbra la esperanza de que pronto puedan reconstruir su casita-convento para seguir con su vida.