La mujer que despierta al dinosaurio de la música

El órgano de la Igrexa da Universidade, de 600 tubos, suena este sábado en manos de la profesora Alejandra Escolante

Alejandra Escolante tocando el órgano de la Igrexa da Universidade. / JESÚS PRIETO

Alejandra Escolante tocando el órgano de la Igrexa da Universidade. / JESÚS PRIETO / XABIER SANMARTÍN

El órgano de la Igrexa da Universidade es un gigante. Es capaz de pintarte un cielo o mil tinieblas pero duerme casi todo el año. Este dinosaurio de la música, instrumento que Manuel Sáenz acabó de construir en 1802, está dotado de 600 tubos y sin personas como Alejandra Escolante Mujico... sería un mueble que se deteriora con el lloro de cada día en silencio. Su aliento sale de las manos de esta profesora del Conservatorio Profesional de Música de Santiago. Ella resucita ahora su sonido en el ensayo previo al concierto que albergará ese recinto el sábado (20 h.), en el octavo ciclo De lugares e órganos.

Hoy mismo (12.30 h.), Marta López será quien dé un recital en ese céntrico recinto de la zona monumental. Profesora de clave del Conservatorio Profesional de Música de Pontevedra, López interpretará un repertorio didáctico.

Ambas citas de este ciclo impulsado por el Concello de Santiago son de entrada libre (981-542462).

Alejandra imparte clases de piano pero no hay una traslación natural entre el mundo de los teclados.

“Quien toca el piano no tiene por qué tocar bien un órgano. La técnica en la pulsación es diferente. Las teclas de este órgano accionan rápidamente, la articulación es distinta. Un legato en el piano es un non legato en el órgano, en el órgano se toca más despacio porque la resonancia del espacio une los sonidos abajo”, explica mientras frasea notas que la iglesia embellece.

Dotado de 600 tubos, entre los de fuera y dentro, este gigante vive y bebe aire de un gran fuelle que hoy emana un motor que suple al factor humano del siglo XIX. Es un órgano ibérico, parte del patrimonio cultural compostelano.

“Hay siete órganos restaurados en Santiago. Cada órgano es diferente. A nivel de España, este es muy bueno y es bastante grande en cuanto a registros. Tiene el teclado partido pero el sábado tendré la ayuda de mi hijo Lucas, que es violinista pero que ese día me ayudará a tocar el órgano como registrador. Será su debut”, aclara sobre el ayudante que añadirá dos manos para sacar más lustre a un dinosaurio que tiene once registros (especie de llaves que se salen hacia fuera) a la izquierda y trece a la derecha, un puzzle de cajoneras que junto al empleo de una decena de pisas hace que la destreza de quien toca sea magia, por eso cuando algún grupo escolar ha visitado este monstruo de la música que cumple 221 años: “Acaban encantados”.

A esa edad, la temprana, Alejandra no era de las niñas rendidas a la música, hacía ballet pero pidió a sus padres cambiar de paso. “Atendía más a la pianista que tocaba que a la profesora de ballet, y mis padres aceptaron que dejara esas clases”.

Afincada en Santiago desde 2005, fan de Bach y de Correa de Arauxo, y discípula agradecida de Marisol Mendive (“que hizo un gran trabajo desde el Conservatorio de Ourense”), compartirá el sábado con más intérpretes, con el quinteto de viento Quinteto Invento (Adrián Castedo Alonso, clarinete; Sara Fernández Precedo, óboe; Óscar Galán Adega, fagot; Patricia González Moreira, flauta; y Alma Sarasola Pontón, trompa).

La mujer que despierta al dinosaurio de la música

Alejandra Escolante con Alma Sarasola a la trompa natural / JESÚS PRIETO / XABIER SANMARTÍN

“Cumplimos diez años como grupo”, dice Alma, que protagonizará una pieza a medias con Alejandra gracias a tener una trompa natural, nexo con la música antigua, ya que ella usa con el grupo otra trompa, una con válvulas, una propia de los instrumentos modernos que el dinosaurio, terco, tacha de incompatible por distinta afinación.

Suspendida en una estrecha balconada a unos seis metros de altura sobre la entrada de la iglesia, Alejandra y Alma ensayaron juntas ayer para ajustar detalles.

“Sólo si los órganos se usan se pueden mantener. El de la Igrexa da Universidade se usa porque viene cada año una persona a afinarlo y suena gracias a este ciclo De lugares e órganos... pero hoy (por ayer) estuve tocando el de Belvís y, aunque fue el organero, solo pude usar la mitad de sus registros porque los demás no estaban operativos, y es una pena porque se invirtió mucho dinero y ese órgano apenas ha sonado”.

Parafraseando a Augusto Monterroso, autor del célebre cuento breve “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, si en las instituciones públicas y empresas no brota una mejor gestión cultural de Compostela, cuando nos despertemos en una mañana futura quizá haya más peregrinos que piedras y el dinosaurio musical del órgano de la Igrexa da Universidade no esté ahí o sea un órgano mudo y sin vida.