Los jóvenes todavía sufren al contar a su entorno que son homosexuales

La psicóloga y sexóloga Penélope Alonso aclara que tener una orientación sexual minoritaria no acarrea problemas, sino que las dificultades llegan cuando la sociedad no abandona esa mirada que surge del estigma

Dos jóvenes pasean de la mano

Dos jóvenes pasean de la mano / Jesús Prieto

Cuando empecé a darme cuenta de que me atraían los chicos fue cuando jugaba al baloncesto con mi mejor amigo. Lo conocía desde hacía años, y comencé a sentir un afecto hacia él diferente al que notaba hacia otros amigos. De todas formas, yo era bastante ligón y salía con chicas, y aunque notaba que ese sentimiento iba a más, era como que instintivamente lo bloqueaba”. Esta es la historia de Jorge, un joven de 22 años, que comunicó a su entorno su orientación sexual hace cosa de 4 años, y además, a través de una foto en redes que poco más y se viraliza.

"Yo era bastante ligón y salía con chicas, y aunque notaba que ese sentimiento iba a más, era como que instintivamente lo bloqueaba”

Jorge

A María, una joven de 26 años, le costó tiempo asumir su orientación sexual porque en su entorno era inexistente: “Jugando al fútbol en un torneo de la selección ourensana conocí a una chica con la que conecté de forma instantánea. Yo notaba que estaba más pendiente de ella de lo normal, nos intercambiamos los teléfonos, y después hablábamos mucho, hasta altas horas de la madrugada. Fue una de mis mejores amigas la que me preguntó: ¿pero a ti no te gustará esta chica? Era algo que hasta entonces no me había parado a analizar”.

"Fue una de mis mejores amigas la que me preguntó:¿pero a ti no te gustará esta chica? Era algo que hasta entonces no me había parado a analizar”.

María

Juan, por su parte, tuvo que sufrir burlas de ciertos compañeros de clase por tener amigas, por gesticular mucho o por usar pinkis con los pantalones cortos. “Yo empecé a sospechar que era gay a los 11 o 12 años porque notaba que me fijaba más en los chicos. Era una idea que estaba en mi mente, pero que negaba. La primera vez que lo verbalicé tendría unos 15 años y se lo conté a una amiga”.

“Yo empecé a sospechar que era gay a los 11 o 12 años porque notaba que me fijaba más en los chicos. Era una idea que estaba en mi mente, pero que negaba"

Juan

Para los tres protagonistas de esta historia aceptar su orientación del deseo supuso un proceso porque “lo normativo es sentirse atraído por el sexo contrario”, comenta Jorge, que de hecho seguía saliendo con chicas hasta que finalmente conectó con su primera pareja. “La primera persona a la que le dije que soy gay fue a mi amiga, y básicamente me contestó que ya lo sabía”. Su madre lo supo un verano en el que empezó a llegar a casa más tarde de lo normal por un enamoramiento de juventud. “Yo siempre fui un niño que no di ni un problema y al ver mi nueva actitud mi madre se enfadó y me pidió que le contase en qué estaba metido. Así que la senté en la cocina y se lo dije. Ella me respondió: ¿y por qué no me lo contaste antes?”. A su padre, en cambio, ya no le apetecía tanto decírselo. “Se lo comentó ella y lo noté al instante porque de pronto ni me miraba ni me hablaba. Más tarde tuve con él una conversación en la que dijo que aceptaba mi decisión... Con eso ya me dijo todo, para él era algo que se podía escoger...”.

En el caso de María el proceso de aceptación de su orientación sexual (se considera bisexual) fue también largo porque en su pueblo era una posibilidad inexistente. “De hecho llegué a plantarme delante del espejo para hablar conmigo misma y me decía ‘tranquila, te gustan las chicas, y no pasa nada’. Ahora me río, pero en ese momento no lo llegaba a encajar”. Fue al irse a estudiar a Santiago cuando por fin, al salir del ambiente de su pueblo, descubrió que había muchísimas personas que compartían su misma realidad y pudo mostrar abiertamente su orientación. “La primera vez que estuve con una chica se lo conté a dos amigas y me dijeron que ya lo suponían”, dice.

En mi entorno familiar lo saben mi hermano y mis primos. Mis padres saben que estuve con alguna chica, pero tuve una mala experiencia con una de mis primeras relaciones, y a día de hoy no sé si mi madre lo aceptaría o no”, cuenta. “Cuando se enteró de que estaba con una chica, no sé si fue por ella o porque no se lo comenté de la mejor forma, no reaccionó bien, así que es una conversación pendiente. No hablamos de ello ni le presenté nunca a mi novia actual. En cambio, mi padre sé que lo acepta sin problema”.

Juan, por su parte, tuvo más suerte con la reacción de sus padres, que lo recibieron con toda la normalidad. “Ellos siempre me educaron con una mentalidad abierta”. En cambio, sí tuvo que sufrir burlas de sus compañeros cuando solo tenía 7 u 8 años. “Se metían conmigo por rodearme de chicas, por mi forma de gesticular e incluso porque llevé pinkis con los pantalones cortos. Estaba tan harto de la presión a la que me sometían en clase, que a eso de los 15 años me planté y les dije a todos que era gay. A partir de ahí pasé de ser impopular a ser popular”, comenta.

Y es que algo en lo que coinciden los tres es en que las malas personas se alimentan de las inseguridades de los demás. “Una vez lo confirmas, se acallan los rumores”, comenta Jorge.

Lo más frustrante de todas estas historias es que en ningún caso han recibido en sus centros escolares algún tipo de formación sobre el colectivo LGTBIQ+ y las clases de educación sexual fueron escasas. Si esta situación se revierte, quizás a la juventud actual les sea más fácil identificar su orientación e identidad sexual. Lo que sí parece difícil de erradicar es la homofobia que persiste no solo entre gente mayor, sino entre la propia juventud. Porque no todas las personas jóvenes tienen una mentalidad abierta y respetuosa.

La mirada experta

Penélope Alonso, psicóloga y sexóloga, explica que ahora sí que se imparte en prácticamente todos los centros gallegos formación sobre el colectivo LGTBIQ+, de hecho ella misma se encarga de dar charlas al respecto. De todas formas, insiste en que todavía hay mucho estigma por romper. Para empezar, que la orientación sexual no se define a una edad concreta.

“Cada persona tiene unos tiempos y ritmos. Es un descubrimiento, y como tal, es un proceso. Hay ciertos elementos que ya te van dando indicaciones de por dónde puede ir tu orientación del deseo”, dice. “Es un proceso que viene con nosotros desde la infancia. Siempre tenemos más o menos afinidad con unas u otras personas y eso va construyéndonos como seres sexuados y va formando la manera que tenemos de relacionarnos entre nosotros. A medida que crecemos descubrimos si sentimos deseo por alguien, si este alguien me despierta excitación también, si parece que puede haber una vinculación amorosa... Todo es un descubrimiento y no hay edad concreta”.

“Cada persona tiene unos tiempos y ritmos. Es un descubrimiento, y como tal, es un proceso. Hay ciertos elementos que ya te van dando indicaciones de por dónde puede ir tu orientación del deseo”

Penélope Alonso

— Psicóloga y sexóloga

Otro estigma a romper, dice, es que siempre ponemos la mirada en las dificultades . “A mí me gusta ponerla en otro lugar porque desde el momento en el que preguntamos cuál es el proceso de una persona que descubre que es homosexual estamos diciendo que eso es lo raro. Es una mirada que surge desde el estigma porque entendemos que descubrir una orientación del deseo que se supone minoritaria va a acarrear dificultades”, señala.

"Desde el momento en el que preguntamos cuál es el proceso de una persona que descubre que es homosexual estamos diciendo que eso es lo raro. Es una mirada que surge desde el estigma"

Penélope Alonso

— Psicóloga y sexóloga

Insiste en que “las dificultades las tenemos o no en función de lo social: si hay o no apoyo. Incluso una persona heterosexual puede tener dificultades con su orientación y emparejamiento si no hay apoyo”. Recalca que “hay que pensar que no es normal que se le exijan explicaciones a las personas con una orientación del deseo minoritaria, cuando al resto no se le pide lo mismo”.

Respecto al aceptar o no tu orientación, la psicóloga y sexóloga explica que tiene que ver “con un proceso personal, y dentro de dicho proceso, también toma partido todo lo social: si ves que el entorno es o no favorable”. De hecho siempre se conocen casos de personas que cambian su orientación sexual ya de adultos.

Al respecto, la experta explica que “nunca hay nada que surja de repente, ya hubo algo en su experiencia vital. Habrá tenido sensaciones y señales que le hacen ver que su orientación del deseo no es la que esperan o la que quieren expresar”, apunta. “Hay siempre una toma de decisiones. Tienes que sopesar los pros y contras de según qué decisiones y las vas tomando en función de lo que crees mejor. También se puede dar la posibilidad de alguien que descubre con una persona ciertos deseos y eres tú el que decide seguir o no ese deseo. Vuelve a ser una cuestión de toma de decisiones”.

Al respecto, aclara que una persona con una orientación del deseo determinada, puede sentir también atracción y excitación por personas que no cumplen ese requisito de su orientación. “Es decir, puede haber un hombre que es heterosexual y se considera heterosexual, pero tiene encuentros con otros hombres porque para él son elementos de excitación muy potentes”, señala. “Una cosa es el deseo, otra la excitación, y otra el enamoramiento.

"Una persona con una orientación del deseo determinada, puede sentir también atracción y excitación por personas que no cumplen ese requisito de su orientación"

Penélope Alonso

— Psicóloga y sexóloga

No siempre tienen que ir encaminados hacia el mismo lugar”. La excitación, de hecho, es un elemento que suele jugar por separado. Nos pueden excitar muchas cosas y no necesariamente todas esas cosas las tiene que cumplir la persona con la que estás. Por eso a veces las situaciones no siempre son todo lo sencillas que parecen”, sentencia.